Entre Nos/Carlos Santamaría Ochoa *Adviento

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La tradición y costumbres religiosas indican que el pasado fue el primer domingo de Adviento, tiempo que debe ocupar el fiel en su preparación para la celebración del natalicio de Jesucristo, el 24 de diciembre de cada año.
Esta temporada inicia con una significativa ceremonia en la que, en los templos –y por lo general, en casa- se prepara una corona de pino con cinco velas: una blanca al centro, tres moradas y una en color de rosa, ubicadas estas cuatro en forma de cruz.
Entonces, la época de adviento inicia cuatro domingos antes de la Navidad, y se enciende una cada día festivo, previa oración, petición, homilía, lecturas bíblicas y reflexión que, cuando se hace en forma familiar resulta muy interesante y agradable.
En estos casos, es una buena costumbre el que cada uno de los miembros de la familia participe, ya sea con la lectura, la oración o algo que también puede ser las peticiones que se acostumbran: por la paz, la armonía o muchas otras cosas que suelen fomentarse en estos tiempos.
Claro que no todo mundo lo hace: por lo general, el Adviento según algunos sacerdotes es esa época de preparación. Digamos que podría compararse con los días de la Semana Santa que, lejos de ser de fiesta, son de preparación teológica y espiritual. El Adviento es una forma para mejorar, y lo ideal es que la gente que hace alguna petición o piensa en sacrificios por cumplir, lo haga, es decir, se supone que uno hace un propósito para mejorar, pero el encanto es cumplirlo, si no, pierde su chiste, pues.
La idea principal es llegar con una buena dosis de espiritualidad a la Navidad, y que todo eso que es positivo pueda incidir en el trato a la familia y a los demás.
Y así, como la Iglesia dispone del Adviento como tiempo de preparación, en la administración pública también se establecen tiempos similares, aunque no precisamente con la espiritualidad de la época decembrina, sin más bien con el deseo de poder hacer bien las cosas… o no caerse de la lista anunciada.
A estas alturas, los funcionarios actuales están tratando de rendir buenas cuentas al gobernador Eugenio Hernández Flores, quien estará al frente del gobierno tamaulipeco hasta el día 31 de diciembre, fecha oficial de la conclusión de su mandato.
Los trámites de las contralorías y demás están a todo: ya se preparan los cierres, la famosa entrega – recepción, para que quien se va no tenga problemas, y quien llega pueda saber con qué cuenta en términos reales.
Ya algunos servidores han presentado su renuncia a los cargos que ocuparon durante más de un lustro, en aras de subir al barco del nuevo sexenio que encabezará el ingeniero Egidio Torre Cantú a partir de enero de 2011; unos fueron invitados y otros buscan la forma de serlo. Quieren la oportunidad de servir o de no bajar del tren de la administración pública, dado que una necesidad de búsqueda de opciones laborales en las que probablemente no haya salarios decorosos ni compensaciones.
El caso es que todos están en lo que algunos mal pensados llaman el “adviento político”, y cada semana también, prenden su velita de la esperanza, para ver si se ilumina el camino y son elegidos para seguir en las nóminas distintas.
Otros, de plano,
Llenaron de servir o servirse y se dedicarán a algunos negocios dentro de la iniciativa privada. Muy pocos se jubilarán y verán el paso de unos y otros desde lejos, sin meterse más en conflictos con grupos políticos o sociales.
Existen casos que debieran investigarse de personajes que han amasado grandes fortunas en un lustro y meses, lo que resulta sospechoso, pero bueno, hay un poco de todo entre los miles de servidores públicos que pertenecen al gobierno del estado en todos sus niveles.
En el caso de Eugenio Hernández Flores, seguros estamos que prepara su siguiente etapa política que para muy pocos es conocida. Tiene sus aspiraciones y sueños. Es un hombre joven aún y pretenderá seguir siendo productivo, para la causa que se decida tomar, y para consolidar el futuro de sus hijos, porque, finalmente, para eso trabajamos los seres humanos.
Hay que prepararse para muchas cosas, entre ellas, la típica traición de los supuestos amigos que dejan de serlo por considerar que ya no les será útil tal o cual persona.
Los ex gobernadores saben muy bien a qué nos referimos, cuando dejan de ser los más importantes y muchos les dan la espalda, lo que se convierte en muy característico y desgraciadamente, común y cotidiano.
Los amigos permanecerán ahí, al lado de quien les ha apoyado. Prepararán su futuro en otras latitudes, pero lo que sí es real es que todos viven un “adviento político”, con sus velitas y todas las esperanzas por tener no una buena Navidad, sino seis más.
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Atentamente: Mtro. Carlos David Santamaría Ochoa ¡Ten un buen día!

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