Óptica/Gastón Monge *¿Críticas o alabanzas? Cuestión de enfoques

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Al terminar este trienio para Nuevo Laredo, y el sexenio para Tamaulipas, desafortunadamente me he dado cuenta que la mayoría de mis colegas periodistas de la entidad, pero más los columnistas, se han volcado en alabanzas, vitoreos, pleitesías y señalamientos de las que han dicho sin descanso, se trata de excelentes obras y trabajo el que realizaron durante el sexenio y el trienio, según el municipio, tanto el gobernador como los alcalde salientes.
La verdad, tanta alabanza de mis colegas columnistas de esta ciudad y de otras latitudes, lastima y hasta incomoda mi terco sentido común, tal vez porque no acostumbro hacerlo y porque nunca le he rendido tributo a ningún gobernante, pese a que las obras que haya realizado con dinero, sí, del pueblo, sean de alto beneficio social.
En algunas ocasiones mis comentarios, críticas y hasta trabajo periodístico, bien fundamentado por cierto, han ofendido a más de un gobernante y político, debido a esa recia costumbre de sentirse siempre y para siempre, alabados como excéntricos señores feudales.
Pero no saben estos señoritos que el trabajo que realizan es su obligación y no un favor que sienten le están haciendo al pueblo, por lo que no deben sentir como una obligación social el halago ni el aplauso.
Asimismo, creo que el pueblo, ese que de manera cotidiana en cada evento oficial que se presenta, también incurre en una seria falta social, al acudir en acarreo o por voluntad rentada, a honrar con fingidos lamentos de victoria, la presencia de un gobernador o de un alcalde demasiado acostumbrados a ver debajo de ellos a una muchedumbre ávida de rendirle tributo por unas obras que obligadamente y por mandato constitucional, debe hacer para justificar su presencia en el poder.
Por ello es que no concibo cómo es que muchos de mis colegas de esta ciudad actúan como verdaderos sirvientes del alcalde ante una realidad ficticia que se niegan a descubrir y a develar, y desafortunadamente operan como una extensión más del pulpo en que está convertido el viciado sistema político y de poder en este municipio.
Siempre lo he dicho y lo sostengo. A un político bien cimentado y con pleno conocimiento de su papel en el rol que juegan el poder y el dinero en una sociedad acrítica y anómica, le hace más daño la alabanza y el halago fingidos, que una crítica bien fundamentada.
Y es así porque un halago fingido de un periodista tiene por detrás un interés muy personal, por ser el pago de un compromiso contraído; en tanto, cuando la crítica es dura y señala los errores del gobernante, se hace para que éste se dé cuenta que no es perfecto y que sus errores los debe corregir para gobernar mejor, de lo contrario, se convertirán en defectos, y éstos en un lastre que de manera indirecta afectará su imagen ante una sociedad más consciente, más crítica y por consiguiente menos afecta al halago.
Este difícil binomio conceptual ocurre más en momentos de transición gubernamental, debido a un extraño pero ya normal vacío de información; cuando los periodistas nos damos cuenta que hay gobierno pero no gobernante, y por lo tanto, la información deja de fluir no porque no la haya, sino porque está oculta.
Es allí en donde los periodistas debemos descubrirla, sacarla, y darla a conocer para que no sea parte de una estadística que se guarde en los armarios del olvido.
¿Dónde quedó la crítica? ¿Dónde la investigación? ¿En dónde está el olfato periodístico del que tanto hacíamos alarde no hace mucho tiempo?
Temo, y ese es mi temor, que de manera paulatina nos estemos acostumbrando, al igual que el ver la inseguridad y la violencia como algo normal y cotidiano, ver el halago y el tributo moral, como algo tan normal en el periodismo de esta ciudad, que mate la creatividad y el entusiasmo de muchos periodistas jóvenes y no tanto, que tienen deseos de hacer bien las cosas pero que no saben cómo.
Tal vez haga falta que alguien ponga las directrices para enderezar el camino y recuperar el tiempo perdido en tanta alabanza a los gobernantes, para inducir en las nuevas generaciones un sentido más crítico, más independiente y por lo tanto, más personal y más apegado a un estilo de hacer periodismo, que veo, se está perdiendo poco a poco.
¿Qué hacer? Tal vez esa no es la cuestión que los periodistas debemos preguntarnos. ¿Cómo hacer? Es el dilema.

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Ayer estuvieron en la ciudad en visita de protocolo en varios medios de comunicación, Manuel Montiel Govea, Guillermo Martínez, y Fernando Pérez Chapa. El primero un hombre ampliamente conocido en Tamaulipas por su trayectoria dentro el periodismo; el segundo, por haber sido designado por el gobernador electo, Egidio Torre Cantú como su director de comunicación social, y el tercero, por ser quien ocupará a partir del primer día de enero del próximo año, la cartera de comunicación social en esta ciudad.
Por la mañana estuvieron con el presidente municipal electo, Benjamín Galván Gómez, y aunque ignoro lo que se dijo, me imagino que fue una plática llena de cordialidad y buenos deseos, amén de que se haya preparado el terreno para la asunción del nuevo gobierno y del nuevo jefe de comunicación social en el estado y en esta ciudad.
¿Que si hay sorpresa? Claro que la hay por la forma en que fueron designados; desde arriba y en línea directa. ¿Qué es lo que harán? Sin duda alguna, seguir los lineamientos del gobernador. ¿Cómo lo harán? Tratando de convencer al gremio de que las cosas se harán de ahora en adelante, diferentes a como se estaba acostumbrado hacerlas. ¿Funcionará? Tiene que funcionar porque para ello se les nombró.
Ahora solo resta esperar a que termine este año e iniciar una nueva etapa en un nuevo gobierno estatal y municipal, aunque creo que no habrá dificultad alguna, puesto que quienes tenemos ya rato en esto del periodismo, sabremos sortear los riesgos, enfrentar los retos y solucionar los problemas que se presenten.

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Me sorprendió y decepcionó la forma tan simplista en que el titular de la Profeco en la ciudad, Manuel Marmolejo García, tomó el asunto del posible incremento en el precio de la tortilla. Sus palabras y razonamiento no solo me parecieron carentes de seriedad, sino que saltaron como un insulto a la gente que a diario se alimenta de este producto considerado hace no muchos años como un producto barato.
Dijo este funcionario que no está facultado para sancionar ni para investigar en que establecimientos el precio del kilo de tortilla ha sido alterado, simplemente porque no ha recibido comunicado oficial alguno.
En ello tal vez tenga razón, pero lo que me molestó por la forma tan pueril con que lo dijo, fue cuando señaló que si una persona acude a una tortillería y ve que el precio subió, que camine 10 o 15 cuadras hasta que encuentre el lugar en donde el precio sea el menor (¿?).
No sé si este señor sepa lo que es caminar 10 cuadras para un ama de casa. Se trata de un kilómetro en el caso de que cada cuadra mida los 200 metros reglamentarios, por lo que concluyo que la oficina de Profeco no tiene ninguna razón de ser en la ciudad, al igual que el mantener sujetos que nos sirven absolutamente para nada.

Hasta mañana
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