ANECDOTARIO/JAVIER ROSALES ORTIZ *EUGENIO Y LOS AMIGOS

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Desde un inicio lo procuró, pero en estos últimos tres años de su gobierno como que se dio a la tarea de estrechar el cerco entre su persona y los periodistas, sí, esos que hasta le han gastado bromas que en ocasiones son de su agrado y otras que no, pero nunca lo han orillado a perder la compostura, lo jovial, lo risueño.
Su carácter no lo ha modificado en sus seis años de gobierno y aun recuerdo una anécdota que la raza reporteril comenta y que parece que es cierta.
Dicen, quienes allí estuvieron, que en una ocasión salió de Palacio de Gobierno y como siempre la prensa se le abalanzó. ¿Qué paso raza, ya desayunaron?, les pregunto. “No”, le contestaron varios reporteros. “Síganme”, los convidó. Los tundemáquinas se sorprendieron y Eugenio Hernández Flores avanzó a pie por la calle Juárez y entre broma y broma llego a un restaurante de moda, donde pidió mesa para todos. En ese lugar compartió el pan y la sal con quienes a diario tienen la delicada tarea de informar de lo bueno, de lo regular y de lo malo que decora a una administración, lo que es sencillo porque él nunca evadió una entrevista formal o de banqueta, que son las más sabrosas.
Dicen, los cuates de los medios, que en ese lugar entabló una larga charla con ellos en aquel día frío y lluvioso en el que era obligado vestir de chamarra.
Cuando se despidió un mesero le dijo: “Señor Gobernador, le encargo el tenedor que lleva en la chamarra”. Según la raza, Eugenio introdujo las manos en los bolsillos y, efectivamente, allí estaba un cubierto. Volteo, miro a la cara a varios reporteros y le dijo: “Pin…. raza” y enseguida lanzo una sonora carcajada. “Es lo última vez que los invito por cabro….”, remató. Pero no, la convivencia entre el Gobernador de Tamaulipas y la prensa se volvió regular.
Lo mismo sucedió este jueves en Reynosa, pero se dio en circunstancias muy distintas, por obvia razón.
Y es que entre la carretera que une a Ciudad Victoria con esa ciudad fronteriza se dispuso de un operativo que protegió el autobús en que viajo la prensa compuesto por seis patrullas atrás y adelante del vehículo, con docenas de elementos fuertemente armados que velaron por la seguridad de quienes acompañamos al mandatario en sus actividades. Ellas, las mujeres, se sentían como la reina Sofía de España y, nosotros, como el rey Juan Carlos, en medio del impresionante convoy.
Y fue en Reynosa precisamente, luego de que inauguro el majestuoso Centro de Arte y de Cultura, donde Eugenio de nueva cuenta le dio el lugar que los periodistas ocupan en su corazón y comió y platicó con ellos.
Fueron chascarrillos buenos y regulares los que proliferaron en esa charla y un punto a su favor es que Eugenio le agradeció uno a uno a los comunicadores el apoyo que le han brindado en cada paso que dio.
Fue, en ese lugar, donde el gobernador cerró con éxito los eventos del bicentenario con la edición y promoción de 40 libros que recogen 260 años de voces y experiencias de la riqueza cultural de Tamaulipas, de sus héroes y de sus literatos.
Con una bien elaborada obra de teatro se recorrieron los pasajes de la historia de Tamaulipas, de sus ilustres personajes como Marte R, Gómez, y las tradiciones de sus municipios, en la que una de las conductoras fue mi querida prima Tania Rosales Cavazos, hija del pintor y poeta Alejandro Rosales Lugo.
Fue un evento relajado, agradable y rico en contenido y a Eugenio se le notaba satisfecho, porque como los oradores dijeron con certeza, cumplió con su labor de promover, dotar de infraestructura y de rescatar las tradiciones culturales de Tamaulipas.
Cierra él con esto uno más de los compromisos que contrajo con sus gobernados hace seis años que fueron tan distintos, unos tan tranquilos y otros tan polarizados.
Su despedida de los periodistas de la frontera fue emotiva y su agradecimiento, sincero.
Por eso ahora que se va deja más amigos.
Que enemigos.

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