Entre Nos/Carlos Santamaría Ochoa *La mejor de las noticias

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Nada tiene que ver con un programa exitoso dentro de la administración pública estatal o municipal, y tampoco con la obtención de un trofeo de campeón en cualquiera de las muchas disciplinas deportivas: es mucho más que eso.
Todos tenemos asuntos buenos y no muy buenos, enfermedades y problemas laborales o académicos, así como depresiones, grandes alegrías y todo lo que nos lleva a encontrar ese estado de ánimo conocido como felicidad.
Comenzó hace poco más de un año, cuando Alejandro fue a realizarse un examen de sangre conocido como “antígeno prostático”, y que sirve para determinar ciertos niveles que confirman o desechan un problema en esa parte del organismo, y que por lo general, cuando está alterada es porque hay un diagnóstico de cáncer.
El cáncer de próstata es el padecimiento de esta naturaleza que más padece el hombre, así como en la mujer es el cérvico uterino, sin dejar fuera al de mama, que también tiene una importante incidencia. El cáncer de próstata es el responsable de miles de muertes cada año, y una de las grandes barreras para su diagnóstico temprano es precisamente la ideología propia del mexicano, así como la falta de un examen como el que mencionamos: antes se hacía por tacto únicamente, y eso provocaba que muchos varones no quisieran siquiera pensar en él, porque consideraban que con éste podrían perder su hombría.
Alejandro tuvo niveles elevados y fue con un especialista, quien le recomendó volver a hacer los análisis hasta en tres ocasiones: todo llevaba a un diagnóstico de cáncer de próstata.
Luego vino el viacrucis: consultas y exámenes de toda índole en esta ciudad Victoria así como en Aguascalientes –donde radica- para confirmar el diagnóstico de referencia. Las opciones eran pocas pero una de las más sugeridas era la intervención quirúrgica mediante la cual extirpan el órgano dañado; el procedimiento es agresivo, más para una persona que pasa los 70 años de edad, sin embargo, buscamos otros caminos. Dios sabe que lo hicimos con mucha fe, y que nuestras oraciones familiares y de los amigos fueron escuchadas.
El cáncer es una enfermedad devastadora: acaba con la salud física y emocional del paciente, con la de sus familiares, con el presupuesto que hubiera como producto de muchos años de ahorro y espera, acaba con la paciencia y la fe de millones en el mundo cada año.
Aquí se refuerza aquella frase del doctor Norberto Treviño García Manzo, secretario de salud en Tamaulipas acerca de la medicina preventiva y sus grandes beneficios, como es el hecho de cruzar la meta ante una enfermedad considerada mortal e incurable.
Ya en la Perla de Occidente –Guadalajara- tuvimos acceso, gracias al apoyo de grandes amigos, al área de oncología de ese maravilloso hospital de especialidades que el Instituto Mexicano del Seguro Social ha construido y que día a día salva la vida -literalmente- de miles de mexicanos. Esa joya clínica ha sido la diferencia en muchos de nosotros entre el vivir y el padecer, entre el tener a un familiar grave y encontrarlo lleno de vida.
Es uno de esos muy grandes puntos a favor que tiene el IMSS, porque el mencionado hospital otorga consulta a gente de prácticamente todo el país.
Cabe mencionar que aquí, en la capital de Tamaulipas encontramos oncólogos como Arturo Durán, Francisco Velasco Canseco o Mario Bustos Balderas, en el Hospital de Alta Especialidad y el Centro Oncológico de la Secretaría de Salud, quienes pudieron orientarnos adecuadamente. Es así como llegamos con la doctora Sara Alatriste, en Aguascalientes, para luego viajar a Guadalajara, donde el doctor Alan Hernández y un excelente grupo de profesionales tuvieron a su cargo el tratamiento de Alejandro, un hombre bueno: odontólogo jubilado del IMSS, padre y abuelo y un maravilloso ser humano, cuya tranquilidad siempre estuvo presente durante estos meses que vivimos en forma muy difícil.
El gasto en todos sentidos fue extremo: dinero, tiempo, tensión, carácter, así como muchas otras cosas. Llegó el fin de año y el tratamiento también concluía; en lugar de ser dos etapas de sesiones de radiación, el doctor decidió que fuera una sola: “de un jalón, de una vez”, dijo en aquel entonces.
Vino el receso y la cita para el mes de enero de 2011, para realizar estudios que confirmaran el avance en el tratamiento.
El viernes pasado, viajaron los dos –Iola, su inseparable compañera y Alejandro- a Guadalajara, para los estudios correspondientes.
Este lunes, volvieron a ir para recibir la mejor noticia familiar: el alta médica.
Resulta indescriptible la sensación de saber que hemos vencido a esta enfermedad. Uno más que puede contra el cáncer y sus consecuencias, uno más que se apega a un tratamiento y con medidas preventivas evita llegar a estados de salud cuya gravedad es irreversible.
Hoy, estamos de fiesta todos en casa –en cualquier parte del país que nos encontramos cada uno- y celebramos el apoyo de Dios, de la ciencia médica, y de un diagnóstico que nos permite recobrar la tranquilidad perdida hace meses.
No cabe duda, Dios siempre está presente en las manos de los médicos: los convierte en sus mejores representantes. Alejandro está de nuevo con nosotros, completito y sano, feliz y tranquilo, como siempre ha sido.
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Atentamente: Mtro. Carlos David Santamaría Ochoa ¡Ten un buen día!

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