Entre Nos/Carlos Santamaría Ochoa *Las cooperativas y su función

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A raíz de las disposiciones federales en el sentido de cambiar el surtido de alimentos en las cooperativas escolares, han surgido una serie de comentarios, a favor y en contra, sobre la necesidad que se tiene en las escuelas del país sobre su existencia.
Para muchos mal intencionados, las cooperativas escolares no son más que un botín de los directores: suponen que de estas pequeñas tienditas surgen miles de pesos que llegan al bolsillo de profesores y directivos, ante la complacencia –o complicidad- de las ligas de padres de familia, a los que acusan de ser poco enérgicos en la revisión de cuentas. Nada hay más falso que lo anterior.
En este sentido, muchos personajes que han emitido sus comentarios no tienen la mínima idea de lo que es tener a un hijo inscrito en las escuelas oficiales, que son completamente distintas a las particulares, donde se pagan altas sumas por concepto del “servicio” que se les otorga, así como también por los beneficios que ello implica. Hay una enorme diferencia, en calidad y todo, aunque si hablamos de calidad académica, hemos de reconocer que en todo estado del país existen primarias y secundarias oficiales con una calidad que pocas veces se reconoce, pero que tiene repercusión en la formación de los escolares.
Pero el tema de las cooperativas está en boga por el hecho de que la SEP ha acordado cambiar el contenido de los alimentos, publicando una enorme lista de cosas que tienen, para ser sinceros, poco de congruentes por diversas razones.
En primera instancia, vemos con tristeza que manejan raciones de 260 calorías en forma uniforme, desconociendo que los niños de 6 a 12 años tienen necesidades nutricionales distintas, además de la existencia de pequeños demasiado altos, obesos, con problemas de sobrepeso, delgados y de todo tipo: los hay activos e inactivos, pero todos, absolutamente todos, tienen distintos requerimientos nutricionales.
En la lista se ha manejado una marca de jugos, que no son más que azúcar concentrada: los “juguitos” son néctares atiborrados de calorías, y a las madres que tienen su responsabilidad en las cooperativas les han instruido para que los chicos no compren más que un solo taco, con tortilla pequeña, un jugo de marca conocida y poco nutritiva, así como pequeñas raciones de galletas que, mañosamente, la industria correspondiente ha comenzado a elaborar las bolsas con un par de piezas, pretendiendo que los chicos no coman más.
Algunos, más inteligentes, compran dos o tres bolsitas y asunto arreglado: el contenido calórico se ha ido al traste.
La otra faceta que han ignorado las autoridades es la severa crisis que tienen todos los días en cuanto a recursos las escuelas oficiales: se han olvidado que de ahí surgen gastos como pago de servicio telefónico, insumos de aseo, papel sanitario y demás, así como una serie de necesidades de las que la SEP no tiene forma de hacer frente.
No hay dinero para las escuelas, y las cooperativas funcionan como un pequeño “negocio” para que haya recursos que, nos consta, se emplean en estos menesteres.
Algunas ocasiones a las primarias se les dota de una impresora para hacer el trabajo cotidiano, pero nunca se les proporcionan cartuchos de tinta, y alguien tiene que pagarlos.
Las cooperativas deben manejar fruta fresca, pero no hay en ninguna escuela la cantidad suficiente de padres que pueda preparar estas cosas. Otra incongruencia es que deben vender tacos con tortilla no frita, calientita, pues, o sea, recién hecha, lo que imposibilita a los padres que cooperan a hacer los tacos por la mañana para hacerlos llegar.
Si el niño en lugar del néctar poco nutritivo compran una botella de agua, entonces el niño tiene “derecho” a comer dos tacos, y a los padres se les prohibirá llevar el refrigerio –lonche o como se le quiera llamar- a sus hijos a la hora del recreo.
La duda en los padres y directivos es en torno a la forma en que se harán de recursos para sus necesidades.
Habrá que pensar en la enorme cantidad de primarias existente, y en el presupuesto que se necesitará para que no tengan la necesidad de echar mano a los recursos de las cooperativas.
Seguramente, los directivos nacionales de educación nunca pensaron en eso, y como son personas que, por lo general no tienen la menor idea de cómo es la vida en las escuelas oficiales, no pudieron pensar en ello.
Muy saludable sería que estos funcionarios se dieran una vuelta, que pregunten entre sus conocidos o familiares que no tienen recurso para las escuelas privadas, cómo es que sobreviven las instituciones educativas.
Hay muchas cosas que se tienen que pensar, pero cuando no se conoce el ambiente, es difícil tomar medidas adecuadas y justas.
Ya queremos ver el crédito que habrán de obtener los gobiernos estatales para hacer frente a las necesidades de las escuelas, cuando las cooperativas no les dejen más de un peso de ganancias, que, insistimos, se emplean para poder cubrir las necesidades de nuestros hijos.
Seguramente el señor Lujambio conoce solamente las listas de escuelas, pero no visualiza siquiera en sueños lo que implica tener hijos en ellas, y tratar de colaborar para que no les falte lo básico.
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Atentamente: Mtro. Carlos David Santamaría Ochoa ¡Ten un buen día!

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