El zoco, como se llama tradicionalmente en árabe, es un vasto y ruidoso laberinto recubierto por arcadas de piedra que ocupa una superficie de 350 hectáreas.
Alepo, Siria.- Alepo siempre estuvo a la sombra de Damasco, la ciudad de las 1.001 noches. Y sin motivo, pues la segunda metrópolis de Siria, en el norte del país, impresiona con el mismo ambiente oriental, repleta de historia, espectaculares mezquitas y el bazar más grande de Cercano Oriente.
En realidad, todo Alepo es como un bazar. Al menos, eso les parece a los viajeros cuando recorren el entramado de 12 kilómetros de callejuelas llenas de tiendas, que superan a los mercados de Damasco, El Cairo o Estambul. Un lugar mágico que, junto con el resto de la ciudad antigua, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1986.
El zoco, como se llama tradicionalmente en árabe, es un vasto y ruidoso laberinto recubierto por arcadas de piedra que ocupa una superficie de 350 hectáreas. Un maravilloso caos de voces, personas y olores donde desembocan callejones, escaleras y puertas de escuelas del Corán o baños turcos. Por una de sus puertas se accede directamente al patio de la Gran Mezquita, con su minarete de 45 metros de altura.
Por todas partes huele a especias, café, narguile y almendras, pero también a carne cruda, fruta deshidrata y verduras. Y aunque el bazar debería estar ordenado por gremios y productos, aquí hay delicados tejidos junto a toscas almohadas, libros al lado de ropa interior, zapatos y muchos objetos “made in China”.
Pero, ¿por qué uno no encuentra la calle de los comerciantes de especias que indica el plano? Ibrahim observa la confusión de los turistas europeos cuando miran el mapa. “¿Primer día en el zoco, no?, pregunta con una sonrisa, e invita a los extranjeros a sentarse en su puestecito de zumos. “¿Les puedo dar un consejo? Olvíden el plano y déjense llevar”, dice el simpático sirio, mientras hace un jugo de granada. Lo importante es confiar en la gente, preguntar y no tener miedo, afirma.
Y funciona. Uno deja que le inviten a tomar el té, cuenta de dónde viene y pasa 15 minutos regateando el precio del famoso jabón de Alepo hecho a base de aceite de oliva, sin que el vendedor se enfade por ello.
Alepo, una de las ciudades más antiguas y permanentemente pobladas del mundo, es desde tiempos remotos un importante punto al final de la Ruta de la Seda, que atravesaba Asia central y Mesopotamia. Allí siempre entraron y salieron extranjeros. La monumental puerta de Khan al Wazir, construida como una posada de viajeros en el siglo XVII.
En 2006, Alepo fue la primera en obtener el título de “capital cultural del islam”. Y uno se hace a la idea de su larga historia visitando su ciudadela, un enorme palacio medieval fortificado en el centro de la ciudad antigua, que se eleva 60 metros sobre el bazar. Los seleúcidas, una de las dinastías que sucedió a Alejandro Magno, construyeron esta fortaleza en el siglo IV antes de Cristo.
Sin embargo, su forma actual data del siglo XV. También los griegos, romanos, persas, bizantinos y otomanos edificaron allí sus templos. Y desde la ciudadela se contempla una vista fantástica sobre Alepo, desde las torres de las iglesias en el barrio cristiano a las laberínticas áreas medievales.
“¿Sabían que allí arriba, en la ciudadela, ordeñó sus vacas Abraham?”, pregunta Ibrahim. De ahí viene el nombre de la ciudad: “Halab ash Shahba”, como se conoce en sirio, se traduce como el lugar donde “Abraham ordeñó sus vacas”.