Entre Nos/Carlos Santamaría Ochoa *El nuevo reto partidista

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No podemos dejar de pensar en las palabras de algunos protagonistas de la “Marcha por la paz” y las consecuencias que pudieran traer en el país entero. Llama la atención el hecho de que Javier Sicilia pide un replanteamiento en las estrategias de los partidos políticos, dado que considera, como muchos, que se han convertido en agencias de colocación para los amigos en lugar de responder a las necesidades ciudadanas.
Hay sus excepciones en ciertos casos, pero siendo honestos, tenemos que hacer un balance sobre su existencia y justificación social, porque finalmente, los partidos pretenden llevar a la administración federal, estatal y municipal a los mejores hombres que puedan y sepan interpretar los intereses ciudadanos, así como lo deben hacer quienes llegan al Congreso local o de la Unión.
Podríamos hacer un análisis nacional, pero suponemos que a Tamaulipas interesa sobremanera lo que sucede en la entidad, así como también, en los municipios ocupa principalmente lo que ahí pasa, lo que acontece y afecta de manera directa. No quiere decir que no nos interese el resto del país. Conste.
En ese sentido, llama la atención favorablemente para muchos ciudadanos el que dentro de las filas del Partido Revolucionario Institucional haya emergido la figura del actual dirigente Lucino Cervantes Durán, a quien todo Tamaulipas conocemos como un destacado priista, amén de la experiencia que tiene y que ha mostrado en el corto tiempo que lleva al frente del tricolor.
Es una garantía, sin lugar a dudas, de que muchas de las acciones del PRI tamaulipeco serán reorientadas para tener aún mejores resultados, aspirando, como lo debieran hacer todos los institutos políticos, al “carro completo”, porque una institución de esta naturaleza que no busca el triunfo no sirve para nada. Perdedores no sirven en un país que quiere crecer. No encajan.
Las estrategias deberán reflejarse en el ámbito municipal, donde se han renovado ya casi todos los comités correspondientes, y se les está leyendo “la cartilla” para que busquen trascender y convencer con acciones, con hechos, porque la gente está harta de ver los mismos nombres, las mismas caras, con el agregado de sus familiares.
Se tomó al partido por un tiempo como una agencia de colocaciones para los herederos, y la entidad tiene hoy a muchos hijos de aquellos que se supone, hicieron política idónea. Obvio, no todos son buenos políticos, porque estas cosas no se heredan.
Podríamos mencionar que en el Partido Acción Nacional no han sabido hacer las cosas, como sucede a nivel nacional, de ahí el que se estén perdiendo en la simpatía popular. Los blanquiazules han tenido una muy mala práctica como servidores públicos, y ello los ha llevado a perder la confianza en sus simpatizantes, otrora electores, que hoy por hoy buscarán otras siglas con toda certeza.
El caso del Partido de la Revolución Democrática es más patético: pleitos e inclusión de grandes ladrones en sus filas –recuérdese al señor de las ligas René Bejarano- les hacen perder más credibilidad aún.
Quieren seguir navegando con una bandera que no les corresponde: el partido de los pobres, pero no justifican acciones que les permitan salir de esa condición, salvo las anunciadas pomposa y populosamente en el Distrito Federal: regalando cuadernos, dulces, llevando dos o tres bicicletas y hasta inventando playas donde no las hay.
Populismo puro, del que ya estamos hartos los mexicanos.
Es la hora en que tienen que replantear sus estrategias y justificar su existencia, porque hoy los mexicanos piden –pedimos- candidaturas ciudadanas, lo que nos dice que no confiamos en los partidos. Candidaturas sin compromiso de alguna institución política, y que tenga la condición de emerger de la población.
Estas candidaturas vienen a ser un ejemplo de lo que la gente quiere, la gente que ya está cansada de privilegios no merecidos y de demagogia, la que a diario leemos y escuchamos en los medios, surgida de la boca de quienes hacen política o creen hacerla, pues.
Esa clase que ha tenido privilegios no merecidos tiene que comenzar a pensar cuál será su futuro, establecer el nuevo rumbo y convencernos de nuevo de que queremos que nuestros gobernantes estén respaldados por algún instituto político.
No nos gusta a la gente “común y corriente” ver a un pequeño grupo de privilegiados que circulan paseando con un extraordinario cinismo los recursos de la ciudadanía, haciéndolos propios y de sus familias. No nos gusta que se jacten de ser una clase especial. Son tan comunes como cualquier ciudadano.
Inicia pues, el nuevo reto, el nuevo camino que habrán de enfrentar para convencernos y para entregarnos resultados. No queremos, tampoco, que haya pleitos entre niveles oficiales y no distribuyan culpas.
Queremos resultados, no importa si son federales, estatales o municipales: los ciudadanos queremos bienes y servicios tangibles, no palabras, no proyectos.
No nos importa si se quieren justificar con discursos.
Es la hora en que tienen que justificarse con su presencia popular, con el convencimiento en cada uno de nosotros de que bien vale la pena votar por ellos.
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