La experiencia que vivió nadie la desea.
Frente a México y el mundo ella es una mujer ejemplar, de esas que no se dan fácilmente en maceta.
Feroz, como una leona, pero elegante como un pavo real, le demostró a todo el país que la fortaleza de una mujer mueve montañas y que el amor de una madre por sus hijos es inmenso, intenso he infinito.
Maestra de profesión, la cual tuvo que abandonar para iniciar una lucha contra titanes, ella nunca se intimido, nunca dio un paso atrás y tal vez por eso fue que al final se corono con la victoria.
Una victoria que fue amarga, sin sonrisas y con lágrimas, porque nunca apareció vivo o muerto su querido hijo, pero eso si, cinco implicados en su secuestro ya están tras las rejas.
Su lucha que duro años fue bien abrigada por los medios de comunicación nacionales y extranjeros y hasta la apoyaron con simpatía, sobre todo porque ella se abrió como una flor y dejo escapar su aroma, el que nunca se confundió con el olor de la venganza.
No, ella siempre busco justicia y fue tan atrevida que hasta coloco espectaculares en las principales vías del Distrito Federal con la foto de los sospechosos del secuestro de su hijo, un joven empresario de 31 años que desapareció en el 2005.
Ella, una mujer de 55 años que ofreció atractivas recompensas a cambio de información sobre el paradero de los secuestradores de su hijo, a quienes solita identificó tras una investigación que es digna de los buenos detectives de antaño, lo que le valió inclusive las palmas del presidente de la república, Felipe Calderón.
Y vaya que vergüenza es que un mandatario aplauda la osadía, el arrojo y la paciencia de una ciudadana mexicana que sacudió a su incapaz gabinete y que lo ató del cuello hasta estrangularlo.
Sin buscar los reflectores que producen ceguera, que lastiman los ojos, ella en unos años saltó a la fama y hoy se ha convertido en la estrella de los programas más populares de la televisión mexicana, desde donde sigue pregonando su verdad sin desaprovechar un solo minuto.
Ella, quien nunca busco capitalizar su propia desgracia y canjearla por aplausos y sonoras alabanzas, hoy desfila muy seguido por los medios, porque su entereza ya la quisieran miles de mujeres de México que han perdido a un familiar en esta guerra de guerritas que solo el presidente entiende su verdadero fin.
Hoy Isabel Miranda de Wallace comanda la Asociación Alto al Secuestro, la cual se ha ido abriendo camino rápido dentro de nuestra deteriorada he incrédula sociedad, una sociedad que está ya harta de la complicidad, del silencio y de la suciedad.
Ella, quien es madre de Hugo Alberto Wallace, estará a principios de la próxima semana en Ciudad Victoria, Tamaulipas, por primera vez y mucho tendrá que decir sobre su experiencia, sobre las aciertos y fallas de nuestro sistema judicial y sobre las fórmulas que propone para que la palabra justicia logre recobrar su nombre aunque sea a base de arañazos.
Por una horas Doña Isabel pisara suelo victorense y visitara la Unidad Antisecuestros de la Procuraduría de Justicia de Tamaulipas, donde se entrevistara con altos funcionarios.
Sí, llegara ella a Tamaulipas, un estado que no es muy diferente a los otros que navegan entre la incertidumbre y el terror, que son un rebote de la violencia.
Es, Doña Isabel, un atractivo para los medios locales, pero también su presencia siembra una esperanza entre quienes han vivido su experiencia.
Bienvenida, señora, a Tamaulipas.
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