El desarrollo se detuvo en El Bayito, una comunidad irregular de N. Laredo

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Gastón Monge/EnLíneaDIRECTA

Nuevo Laredo, Tamaulipas.- A solo unos metros del río Bravo y muy cerca de Laredo, Texas, una de las ciudades de mayor desarrollo en el sur de Estados Unidos, se encuentra la comunidad El bayito III, integrada por aproximadamente 300 familias de inmigrantes de otros estados del país que viven en completa marginación, al no contar con ningún tipo de servicios.
Se ubica en el extremo oriente de la carretera que conduce a Piedras Negras; de allí se toma la prolongación del bulevar Colosio, y se da vuelta al poniente por una estrecha brecha de terracería de más de tres kilómetros, bordeada de basura tóxica, posiblemente de alguna maquiladora, y de animales muertos por la extrema sequía.
Esta comunidad en la que abundan los niños, es un asentamiento irregular que desde hace seis años intenta ante las autoridades establecerse como una colonia más del municipio, solo que se encuentra dentro del ejido del mismo nombre y bajo el régimen de propiedad ejidal.
Celia Hernández Segura y su hijo Abel Gama Hernández, inmigrantes del municipio de Jesús Carranza, en Veracruz, llegaron hace unos meses al lugar, motivados por unos conocidos que ya vivían allí.
Habitan en un pequeño cuarto de madera instalado dentro de un predio de 8 por 12 metros cuadrados, en donde el calor se eleva hasta los 45 grados centígrados durante el día, razón por la que tienen que dormir afuera, expuestos a las alimañas, animales salvajes y a la rapiña humana.
“Me vine aquí porque en Veracruz me robaron y me dejaron atada dentro de la casa. Tuve miedo y me vine para acá”, dice Celia, una mujer madura que anda cerca de los 60 años, mientras su hijo cava una fosa que les servirá de sanitario.
Guadalupe Solís, una joven madre de dos niñas, también es inmigrante, aunque antes de llegar al ejido pagaba renta en una colonia popular de Nuevo Laredo.
Sus niñas María Guadalupe, de 9 años, y Edith, de 7, estudian en una lejana escuela, por lo que tienen que levantarse muy temprano para alcanzar el camión que pasa por la carretera.
“Ya nos acostumbramos a vivir así. ¿Qué le hacemos si no tenemos adonde ir?”, cuestiona Guadalupe mientras sus dos pequeñas intentan alejarse de la cámara del reportero que toma sus rostros desaliñados y marcados por el descuido ocasionado por la ausencia de agua potable y energía eléctrica.

Temor al desalojo

Más adelante vive Elida, una mujer de 43 años. Es acompañada por Juana Granados, de 75, quienes sentadas en un viejo colchón colocado afuera de su vivienda de madera, en el que duermen por las noches, comentan los rumores que un día antes se escucharon entre los vecinos de esa comunidad.
“Anoche nos dijeron que vendrán los soldados para desalojarnos, pero si vienen, pues que vengan, ya nos hemos ido otras veces”, dice Juana al recordar que hace seis años se formó la comunidad mediante una invasión de tierra, por lo que fueron desalojados.
El año pasado, en julio, la policía municipal desalojó de manera violenta a los pocos pobladores que había, por lo que la incertidumbre que ya se hizo costumbre entre los habitantes de El bayito, impera a cada momento bajo la amenaza de un nuevo desalojo.
Las hijas de Elida, Paola, de 12 años y Antonia de 10, son ajenas al conflicto de tierras que se vive en el lugar, y disfrutan el asueto vacacional de verano.
El esposo de Elida trabaja de intendente en algunas tiendas departamentales de la ciudad, y aunque en ocasiones gana entre 200 y 250 pesos diarios, el dinero no les alcanza porque tienen que pagar la educación de sus hijas, y comprar mucha agua embotellada y hielo, para conservar los alimentos.
“Somos humildes porque el dinero no nos alcanza, pero cuando menos tenemos para comer”, dice convencida Elida, aunque en el registro de la Sedesol y de la secretaría de desarrollo social del ayuntamiento, no existe esta comunidad.
En ella los niños y algunos adultos no calzan zapatos, los pisos de sus viviendas son de tierra, no tienen aparatos domésticos ni servicios básicos como agua entubada, drenaje, calles pavimentadas ni escuelas y áreas verdes.
De acuerdo al Censo de Población y Vivienda 2005 que realizó el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi), Nuevo Laredo cuenta con una población de 355 mil 827 personas, y ocupa el lugar número 40 en marginación, entre los 43 municipios de Tamaulipas.
Y aunque en el trienio anterior se reconoció que había al menos 12 colonias con altas tasas de marginación, solo en cuatro se reconoció esta realidad, por lo que fueron invertidos 4 millones de pesos para combatir la pobreza.
El Bayito no fue reconocido, pese a que sus habitantes viven en condiciones de marginalidad superiores a las dos mil personas que la Secretaría de Desarrollo Social registro en cuatro colonias marginales, que son la colonia Morelos, La Cruz, El Carrizo y Santo Domingo.

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