ANECDOTARIO/JAVIER ROSALES ORTIZ *PEQUEÑO Y GIGANTE  

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A sus pies, en el piso de uno de los corredores de Ciudad Universitaria yacía boca arriba una  boina desgastada propiedad de un jovencito diminuto y de ojo verde, quien con una guitarra en la mano entonaba algunas melodías con voz clara y muy peculiar que alegraba aquel domingo de los años 80.
Acababa de concluir uno de los partidos de futbol americano en los que participo mi hijo Said Iván, quien a sus seis años formaba parte del equipo infantil “Vietnamitas” de la prepa 9 allá en el  DF, por lo que ese domingo brinco de repente de la emoción y de la fuerza de un deporte a la delicadeza, a la sensibilidad que suele producir una canción tranquila y diferente.
Unos nos detuvimos a depositar algunas monedas en la boina y otros pasaron de largo como si aquel trovador fuera invisible, como si el contenido de la elegante prosa que rociaba a sus melodías lastimara los oídos o que oliera a rojillo.
Ese fue el primer contacto que tuve con él y solo intercambiamos algunas palabras, por mi parte para felicitarlo por sus melodías propositivas, tan distintas y tan impregnadas de un olor a limpio, a flor y a esperanza.
Años después se registro un nuevo acercamiento con este cantante en el programa “Música y algo más” que conducía en la televisora del Ajusco “Imevisión”,  Sergio Romano, sí, aquel señorón canoso de cara de águila que nunca regateo un espacio a los artistas jóvenes y talentosos quienes navegan por las calles, por las peñas y por los bares de este país suplicando que se escuchara su voz y su propuesta.
Aprecié, entonces, a un trovador más completo, más intenso, más seguro, porque bajo la luz de un estudio televisivo y frente a las cámaras y un micrófono hizo que su voz sonara fuerte y que todo México escuchara lo que tenía que decir en diez minutos.
Ese escenario había sido pisado ya por Guadalupe Pineda, Marta Isabel Cejudo, Tania Libertad, Eugenia León y muchas otras cantantes cuya voz se cotizaba en oro, lo que contrastaba con su bolsillo en ese entonces siempre semivacío.
De las melodías de él y de su voz hoy alimento mi necesidad de escuchar algo de impresionante calidad solo a través del Internet, porque el trovador desapareció junto con otros que por su convicción ideológica no se venden ante el tentador monstruo de la música comercial, la de oropel, la que no dice nada y todo invade.
Hoy su discografía es inmensa y eso me complace, porque su lucha contra lo adverso tuvo frutos, al grado de que se da el lujo de codearse con los grandes como Silvio Rodríguez, Amauri Pérez, Victor Manuel y muchos otros que interpretan sus canciones y que las siguen transformando en enormes.
Su nombre verdadero es Alejandro Gómez Herrera, hijo de “Tilín”, quien fue conocido como “El fotógrafo de la voz” y sobrino-nieto de “El Chino Herrera”, de quienes aprendió desde los 16 años a hacer valer el objetivo ideal de un trovador, que es interpretar el sentimiento popular tocando las fibras más sensibles.
Su nombre artístico es Alejandro Filio, compositor he interprete de melodías que sacuden, que penetran en la piel y en el corazón, como Mujer que Camina, Brazos de Sol y, mi preferida, Sin la Luna, que es totalmente deliciosa.
Alejandro se presentara este 20 de Octubre en el Centro Cultural Tamaulipas gracias al ITCA y a iniciativa de su titular Libertad García Cabriales, quien nos regalara una noche de música, de amor y de paz, que es ya tan imprescindible frente a tanto sobresalto, zozobra y paranoia.
Es un acierto que el Gobernador de Tamaulipas, Egidio Torres Cantú, abra la puerta a este tipo de propuestas, porque su pueblo necesita acercar su corazón a la buena música, si , la que relaja, a la que alimenta intelectualmente y que hace olvidar aunque sea por un instante la pena y la desgracia.
Estoy seguro que aquí otra vez estrecharé la mano de Alejandro.
Y que disfrutaré de la velada que nos regalara.
Porque para mi ha demostrado que es a la vez.
Pequeño y gigante
 
Correo electrónico: [email protected]  

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