Aparentemente, su trato terso, amable y risueño lo dibujaba de pies a cabeza como un sujeto vivaracho, honesto, leal y solidario.
Muy apreciado en el área de Comunicación Social del Gobierno de Tamaulipas de antaño, cosechó más amigos que enemigos y después se perdió en la oscuridad y su nombre dejo de hacer eco en los muros del edificio gubernamental.
El tiempo, al que nada lo detiene, hizo su trabajo y luego reapareció enfundado en la vestimenta azul y blanca del Partido Acción Nacional totalmente transformado y aquel concepto que lo decoró y que se había ganado a pulso se escurrió, como dijo el poeta, como agua entre los dedos.
Y es que se presentó ante mí como Jefe de Prensa del exalcalde panista de Reynosa, Francisco Javier Cabeza de Vaca, a quien roció de epítetos como el de aguerrido, visionario, inteligente y honesto, por lo que se puede deducir que era un hombre al que admiraba y al que era digno calcar por su abundante sabiduría.
Desde ese tiempo noté la metamorfosis que experimentó, porque de aquel sujeto amigable, modesto y justo ya nada quedaba y, por el contrario, se había convertido en un auténtico “chico artificial” que recurría con regularidad al peculiar y odioso término de “o sea”.
En aquella ocasión conversé largamente con él y me quedo la sensación de que se concebía como un hombre bordado a mano del que escaparon por la boca sapos y viborotas y despreciables calificativos para los trabajadores de los medios que cubrían las actividades del ayuntamiento panista y para uno que otro tuco que gritaba “auxilio”.
Obvio, era, que ya no recordaba sus orígenes y que su transitar por Ciudad Victoria lo había borrado el tiempo, porque ahora –según me contó- la prosperidad había tocado a su puerta, al grado de que me presumió que era propietario de una residencia en el Valle de Texas y que le sobraba el tiempo para hacer efectivo el placer de cortar el césped, de depositar personalmente la basura y de disfrutar de las ricas barbacoas con sus exclusivos y nuevos amigos.
Poco ocupaba en su mente el trabajo que se le asignó en el ayuntamiento, porque dijo que solo dos horas le dedicaba a esa labor en la que se veía obligado a soportar a quienes ven pasar la vida suplicando limosnas.
Y eso se vale, tal vez, porque todos tienen el derecho de crecer y de superarse, pero lo que es censurable es que se refirió con términos mezquinos y despreciables que por decoro me abstengo de citar a un ex Gobernador de Tamaulipas y a su familia, contra quienes sostuvo que se había fabricado un complot para debilitar su popularidad y la del PRI, con el afán de limpiarle el camino a Cabeza de Vaca hacia la gobernatura del estado.
Eso y, muchas otras cosas más me confesó en aquella charla de cada uno de los funcionarios que acompañaron a ese mandatario en la tarea de gobernar durante seis años a Tamaulipas, que también por recato no es propio publicar, aunque aun suenan en mi mente.
Hoy, el protagonista de esta historia, recibió en días pasados un nombramiento en la alcaldía de Reynosa y se convirtió en el brazo derecho de Karla de la Garza Pinto, quien inspira a recordar con agrado su transitar por la administración pública en el Gobierno de Tamaulipas.
Para mejor seña, él trabajó antes muy cerca de Edmundo Lozano Rendón, -quien también fue jefe de prensa del PRI estatal- hoy involucrado en problemas judiciales con el gobierno de Estados Unidos, por eso provoca risa y es peligroso lo que se pregona de que “el alumno siempre suele superar al maestro”.
Dicho esto, Karlita y el alcalde Everardo Villareal, deben conocer de cuerpo completo a esa joyita que tienen en la nomina y además saber que la traición a veces se ejecuta por inercia.
Más aun cuando el protagonista es un lenguaraz, un sacamuelas.
Y un desleal y alevoso.
Correo electrónico: [email protected]