


Nuevo Laredo, Tamaulipas.- En cada una de las 17 mil 500 tumbas que existen en el panteón municipal antiguo, hay una historia diferente, y una madre. Al menos eso dice Héctor Gaucín, administrador del camposanto, al señalar que cada tumba tiene una madre que llora o a quien le lloran y recuerdan cada 10 de mayo.
Así ocurre cada año, cuando cientos de personas llevan flores a la madre, o son estas las que acuden al camposanto con flores, canciones y una espontanea alegría que al rato se convierte en tristeza y en llanto.
No hay diferencia, aunque por ser jueves, no hay filas ni aglomeraciones, pero tampoco mucho trabajo para los enterradores, los acarreadores de agua ni los músicos que lo recorren en busca de dolientes que recuerden las canciones que le gustaban a la madre que se fue hace tiempo.
A lo lejos se escuchan las tonadas de Las Mañanitas, cantadas por el grupo ‘Amigos de Nuevo León’, quienes a petición de Elvira Guerra, quien desde el 2007 acude casi todos los días a la tumba de su madre fallecida a los 81 años de edad, siguieron con ‘Dos Coronas’ y ‘A mi Madre’, mientras los ojos llorosos de la mujer amenazaban con terminar en llanto.
“…era muy alegre, aquí nació y casi todos los días vengo para arreglarle la tumba y traerle algunas flores. La quise mucho, pero los demás ni se acuerdan de venir a visitarla”, dice la mujer con cierta nostalgia, al recordar que es la única de cuatro hermanos que visita a la madre fallecida un 24 de octubre.
Historias de tristeza y dolor
Pero la de Elvira no es la única historia triste en un 10 de mayo; Juventino Zavala, de 70 años, se lamenta de haber criado unos hijos malagradecidos que nunca visitan la tumba de la madre que les dio la vida.
Cada que puede, y más en fechas conmemorativas como esta, acude puntual al panteón a llorar unos momentos en su soledad, y a lamentar la dolorosa pérdida de su esposa fallecida un 7 de mayo de hace dos años.
“Mis hijos son muy ingratos… no se acuerdan ni de mi que estoy vivo…pa’acabarla…”, expresa con amargura mientras saca las palabras con dificultad, debido a que un ‘nudo’ se le hizo en la garganta y amenaza con estallar en llanto por tanta ingratitud de sus vástagos.
Explica que vivir solo es muy duro para él, por lo que a petición de su esposa antes de fallecer, dice que buscará una compañera con quien compartir su dinero y lo que le resta de vida, “porque quiero alguien con quien platicar y con quien pelearme, alguien a quien cuidar y que me cuide cuando estemos enfermos”, medita en voz alta.
Juventino tiene dos hijos y dos hijas a quienes califica de ingratos, porque ya le reclaman la herencia que les deberá dejar antes de que muera, por lo que está decidido a vender todas sus propiedades y repartir el dinero de la venta, “antes de que se peleen entre ellos”, menciona melancólico.
Estuvo 40 años casado y cada año se va a Estados Unidos a trabajar de lo que sea, porque de lo que gana como jornalero, carpintero, mozo y otros oficios que dice sabe hacer, se mantiene.
Un extraño caso de amor a la madre
Más adelante, muy cerca de la zona histórica del panteón, un par de mujeres llamó la atención del reportero.
Se trata de María Luisa Santos y Paula Flores, ambas nueras de la madre de sus esposos, pero a quien nunca conocieron porque falleció en 1966, años antes de que se conocieran entre ellas y a quienes serían sus maridos.
“Venimos a visitar a nuestra suegra, y aunque nunca la conocimos, cada que podemos y más el 10 de mayo, la visitamos y le traemos flores”, dice Paula, mientras María Luisa, quien vive en Houston, Texas, viajó para reunirse con María Luisa para arreglar la tumba de su suegra, a pesar de que hace varios años se separó de su esposo.
“Ya no estamos juntos porque nos divorciamos, pero vengo a visitar a mi suegra…por mis hijos”, expresa con dificultad, mientras abraza con cariño y fuerza a Paula, a quien considera más que una amiga, su hermana.
La historia se repite
Así son las historias de cada año en este panteón mayor de edad por haber sido construido a finales del siglo XIX, aunque en otro lugar de la ciudad. Historias de dolor, de llanto, de amargura y de indiferencia de parte de los vendedores de flores y demás comerciantes que aprovechan este día para ganar un dinero extra.
Sin embargo, de acuerdo a Héctor Gaucín, todas las noches del 9 de mayo, las serenatas abundan por todos lados del panteón, mientras que este 10 de mayo mucha gente llegó muy temprano por haber sido día laboral, y para no llegar tarde a sus trabajos.
Reiteró que en cada tumba hay una madre, y habló de su experiencia, ya que en ese panteón que administra, yacen su madre, una hermana y una hija, mientras que en otra tumba tiene a su padre, a su abuelo y a su abuela, además de una tía.
“Por eso digo que en todas y en cada tumba hay una madre por cada generación”, expresa con conocimiento de causa, aunque dice que el 10 de mayo acude al panteón menos gente que el Día de Muertos.
Y se lamenta de que la tradición de visitar los panteones se va perdiendo poco a poco, porque le gente que acude aún, son personas conservadoras y tradicionalistas.