El del jueves habrá sido el octagésimo tercer encuentro entre presidentes y
presidentes electos de México y Estados Unidos desde la reunión de Porfirio Díaz
y William H. Taft el 16 de octubre de 1909 en Ciudad Juárez. Casi una entrevista
anual durante 104 años (en realidad 0.8 per annum), nada mal para dos países
vecinos que han tenido una relación tormentosa, compleja y desigual.
Escribo antes del evento, así que no aventuraré comentarios sobre los
resultados del viaje de Barack Hussein Obama a nuestro país (acompañado por
una comitiva de más de mil personas y a un costo superior a los cuatro millones
de dólares, según datos de Carreño Figueres en El Universal) y más bien me
limito a unas reflexiones a vuelapluma sobre el significado de estos encuentros.
Barak, a quien me he referido antes en este espacio como “el primer
presidente WASP-negro estadounidense”, tiene en su agenda tres temas: la
seguridad, la economía y la reforma migratoria. La relación cara a cara puede
destrabar –o complicar- situaciones espinosas como esas. Me vienen a la
memoria el abrazo de Acatempan de Iturbide y Guerrero, que reconcilió a las
fuerzas virreinales con el ejército insurgente; el paseo en la playa de Merker y
Sarkozy que abrió el camino a la solución de la crisis financiera europea; el “pleito
de cocina” entre Nixon y Kruschchev, hito en la guerra fría; las entrevistas de
Roosevelt y Churchill que modelaron la alianza contra el nazismo… o de
encuentros que no se dieron y que en el reino de lo imaginario pudieron
desembocar en un mundo diferente, como cuando en 1919, durante las pláticas
de paz en París que llevaron al Tratado de Versalles, el joven Ho Chi Minh,
nacionalista en el exilio y pinche de cocina en el Hotel Ritz, gastó sus últimos
francos en alquilar de un frac y solicitó una audiencia con Woodrow Wilson para
pedir la ayuda de Estados Unidos en la lucha por un Vietnam independiente. El
Juego de ojos
arrogante Presidente no lo recibió –supongo que no sabía en qué parte del mundo
estaba aquel lugar de nombre exótico- y queda para la imaginación el dato de que
hubo un momento que pudo esterilizar la posibilidad de la execrable doctrina del
dominó que herr professor Kissinger pariría cuarenta años después, evitar
décadas de guerra y la pérdida de cientos de miles de vidas en el Sudeste
De regreso a la realidad, durante nuestros años de vecinos Estados
Unidos ha sido gobernado por presidentes como Lincoln, para quien el vínculo
internacional más importante era con México; o como Polk y el primer Roosevelt,
deseosos de colocar más estrellas en Old Glory a costa de nuestro territorio;
en México tuvimos a nacionalistas como Cárdenas, empeñado en preservar
la soberanía y a pragmáticos hueros como Fox y Calderón, desdeñosos de un
Cuando el encuentro de Manuel Ávila Camacho y Franklin D. Roosevelt
en Monterrey el 20 de abril de 1943, el joven Edmundo Valadés, reportero de
la revista Así, escribió: “Estando el representante de uno de los países más
poderosos de la tierra, y el representante de México, fue tal su dignidad que uno
sin conocerlos no hubiera sabido quién era el representante de la nación más
poderosa”. El reportero y escritor vio un cuadro de igualdad. ¿Será mucho esperar
lo mismo en esta entrevista?
Michael Peter Fay y Pito Garza Sada
Me gustan las fábulas de Esopo y las parábolas bíblicas, narraciones
breves, simbólicas y maliciosas de las que se extrae una enseñanza. O, en
palabras de mi santa abuela, una manera de “decírtelo a ti, Juan, para que lo
entiendas tú, Juana”. Aquí van dos, ambas reales.
En el otoño de 1993, el estadounidense de 18 años Michael Peter Fay
fue arrestado por la policía singaporense con otros jóvenes por grafitear autos y
muros en las instalaciones de la Escuela Americana. El 3 de marzo de 1994 fue
condenado a cuatro meses de prisión, una multa de 3,500 dólares singaporenses
y seis azotes con vara de bambú a ser aplicados en donde la espalda pierde su
casto nombre. La sentencia levantó una tormenta en Estados Unidos: se trataba
Juego de ojos
de un adolescente, los daños habían sido “menores”, el castigo era “inhumano
y desproporcionado”. El presidente Clinton intervino, dos docenas de senadores
firmaron una petición de clemencia y Washington amenazó con bloquear una
reunión de la Organización Mundial del Comercio que tendría lugar en la ciudad –
Estado. El gobierno de Singapur respondió que el vándalo había sido encontrado
culpable conforme a las leyes del país, pero accedió, por respeto a Clinton, a
disminuir de seis a cuatro el número de azotes, mismos que fueron puntualmente
aplicados en las pompas al peletier el 5 de mayo siguiente. Ese joven no volvió
a grafitear nada en su vida. Pienso que un correctivo a tiempo hubiera evitado
las tragedias de Columbine, de Sandy Hook, de Littleton, de Grundy, de Tucson,
de Blacksburgh, de Dekalb y de muchos otros lugares en donde muchachos
desquiciados, seguramente carentes de amor y sentido de la vida, tomaron un
arma para ajustar cuentas con la sociedad. Apunto que a Michael no se le cayeron
las nalgas y que sobrevive sano a la fecha; también no puedo dejar de pensar que
así como usó una lata de pintura a presión, también pudo haber portado un arma;
pero bueno, yo nomás soy un viejo reaccionario y vinagrillo cuya opinión hay que
La segunda tuvo lugar en Monterrey en febrero de 2009. Fue recogida en
su momento por los periodistas Felipe Díaz Garza y Rosario Barahona.
Dos chavos de las clases dominantes pasados de copas y a la sombra de
sus guaruras, agredieron a otros de las clases proletarias. Llegaron los genízaros
y arrestaron a todos. También hicieron su arribo los reporteros. Escribió la colega
Barahona: “Como los guaruras mostraron su permiso para portar armas sólo
fueron multados por una falta administrativa. Los exámenes de los tres chicos,
Roberto Garza Sada, Jorge Treviño Garza y Rodrigo Padilla Jiménez mostraron
que el primero traía ebriedad completa y el segundo, incompleta […]. Cuando
los detenidos fueron fotografiados, Garza le gritó al reportero: ‘Yo soy Roberto
Garza Sada, ¿y tú?… Tú eres Pito Pérez, ¿verdad?’. La expresión es una joya: en
unas cuantas palabras refleja su clasismo, su racismo, su prepotencia, su falta de
orientación, su rabia, su ignorancia y sus ¿valores? No sé en qué colegio estudió
Roberto, pero le apuesto a que fue en uno de los que se ufanan de enseñar
Juego de ojos
muchos valores. ¿Y prepa? En una de las que se construyen para evitar que se
mezclen clasemedieros y ricos. No sé en qué universidad estudie (ni si estudia),
pero le aseguro que no tiene idea de quién es José Rubén Romero, a quien rindió
“¿Qué diferencia hay entre Roberto y el reportero al que trató de insultar?
El dinero, la mala educación y la prepotencia. Nada más. Ambos son iguales
biológicamente, comparten una lengua, una ciudad, tradiciones y costumbres,
aunque en esferas distintas. En esencia es lo mismo. ‘Yo soy Roberto Garza
Sada, ¿y tú?’ ¿Qué significará ser Roberto Garza Sada, cuando no se ha hecho
nada por serlo, excepto nacer? El nombre lo escogieron sus padres y los apellidos
son conocidos en la ciudad, pero no ilustres por ellos mismos: hay que cuidarlos,
pulirlos y conservarlos limpios, como a cualquier apellido. Eso cuesta y no se logra
insultando reporteros que cumplen con su chamba.”
Sustituya el lector la palabra “insultar” por “clausurar” y “reporteros” por
“restaurantes”. Luego piense en un país en donde la ley se aplica por igual a los
criminales más torvos y a los hijos de papi. Es un sueño, claro.
Mi viaje a Marte está en suspenso. Pese a cumplir con todos los requisitos,
no puedo terminar mi ficha signalética interespacial por una falla tecnológica que
me impide subir un video, ¡carajo! ✽ ¿Doña Margaret estará en el santo rescoldo
en compañía de Reagan y del nefando Augusto? No es posible saber, porque los
designios del Altísimo son inescrutables. Debo confesar que el pequeño radical
que llevo dentro de mi -vecino del jacobino y del anarquista- siente curiosidad
por esta personalidad a quien los soviéticos apodaron “la dama de hierro” y cuyo
carácter quizá se ejemplifique mejor con una anécdota recogida por Íñigo Sáenz
(eldiario.es, 8 de abril): “Matthew Parris, diputado tory entre 1979 y 1986, contó en
una ocasión a Margaret Thatcher que se había lanzado al Támesis para salvar a
un perro. ‘¿Un perro? ¿En serio que rescataste a un perro?’, respondió ella. ‘¡Qué
cosa más estúpida!’” ¿Se requiere de mayor explicación? ✽ A propósito de la visita
de Barack, llegó a México su swat-team con lo más avanzado de la tecnología
Juego de ojos
del primer mundo. Al centro, La Bestia, el transporte presidencial construido con
una aleación de acero, grafitos y cerámicas alteradas molecularmente para resistir
el impacto de un misil “inteligente” (como los que cayeron en fábricas de leche
iraquíes en donde unos analistas no tan brillantes creyeron detectar “armas de
destrucción masiva”). La Bestia lleva en las entrañas equipos que hacen palidecer
a la Estrella de la Muerte por su complejidad. Desde La Bestia Barack podría
comandar la tercera guerra mundial… y ser el único sobreviviente, con su chofer.
En pocas palabras, se trata de una maravilla turca a prueba de todo… menos de
la idiotez: el 20 de marzo en Israel un mentecato le llenó el tanque con gasolina
de alto octanaje… y ¡puf!, La Bestia, que tiene un motor a diesel, colapsó como el
invulnerable dragón Smaug perforado por una pequeña flecha entre dos escamas.
Lo dijo mi abuela: “hijito, ¡cuídate de los pentontos!”