Si copiasen nuestro cerebro y lo pusiesen en un clon ¿seguiríamos siendo nosotros?

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El yo es la esencia de la conciencia. Soy yo desde que nací. Es cierto, he cambiado, pero básicamente soy el mismo. Solo hay un yo. No hay otro como yo. Y no hay dos yo dentro de mí. El yo es único y es constante en el tiempo. A su vez la distinción entre yo y el mundo es nítida, una frontera clara.

El yo es un concepto psicológico fundamental. Cuando el yo se rompe, la enfermedad mental es devastadora. En la esquizofrenia, los sujetos no tienen claro si son el mismo yo de siempre. Sienten que algo esencial ha cambiado. A su vez se ven influidos por el exterior, oyen voces que les condicionan y obligan. La experiencia es siempre aterradora. Lo más esencial se hunde y no hay a qué agarrarse. Están enajenados, alienados, no son yo, son otro.

Si analizamos bien el yo, veremos que es una ilusión. Una ilusión que el cerebro necesita. Un conjunto de procesos mentales separados que parecen otorgar una unidad a la conciencia, a mí mismo.

¿Es continuo el yo? Es antigua pregunta filosófica que se puede actualizar con las nuevas tecnologías.

¿Soy siempre yo?

Cuando duermo y despierto ¿soy el mismo yo? ¿hay una continuidad? La apariencia es que hay una ruptura. Y podríamos pensar que una persona se duerme y otra distinta se despierta. Sin embargo, es claro que la continuidad está en el cerebro, no en la conciencia. El cerebro se mantiene, la continuidad física existe, aunque la mental se pierda (aunque poco sabemos del sueño y deberíamos considerarlo un estado especial de conciencia).

Con el paso del tiempo ¿sigo siendo yo? La pregunta puede referirse a cualquier cosa. La formularon los filósofos griegos en el llamado barco de Teseo o paradoja de Teseo. Si una vela se rompe en el barco de Teseo y se reemplaza por otra nueva, deberíamos seguir considerándolo el mismo barco ¿no? Y si con el tiempo hemos cambiado todas sus partes ¿seguirá siendo el barco de Teseo? En el caso humano comer significa, entre otras cosas, aportar sustancias que reemplazan a las deterioradas. Cada ciertos años hemos cambiado todo nuestro cuerpo. ¿Seguimos siendo nosotros mismos? El filósofo griego Heráclito postuló que no. “Nada es, todo fluye”. No podemos bañarnos dos veces en el mismo río porque ni nosotros ni el río somos ya los mismos.

El ejemplo tecnológico más usado para cuestionar la continuidad del yo es el famoso transportador de la nave Enterprise en Star Trek. Un individuo se introduce en una cabina, desaparece y aparece en otro lugar. En la ficción la continuidad se mantiene. El mismo yo en otro sitio.

Copias y originales

Supongamos que los átomos se destruyen en el origen y se crean en el destino. ¿Hemos muerto y revivido? En ese caso, ¿no se trata de una copia y la destrucción del original? Y si es así, ¿se podría mantener el original y la copia? Entonces ¿quién es yo?

El problema de la copia y el original casi ha pasado a ser inexistente en el mundo digital. ¿Qué es un original? Si dos copias son idénticas ¿cuál es la buena? Y si tenemos dos clones de las misma persona ¿cuál es el original? Me temo que tendremos que admitir que son dos seres distintos y ninguno tiene más derechos que el otro.

En el proceso de datos de las grandes empresas, los servidores son críticos y no pueden detenerse. Para evitarlo se usan herramientas de “Alta Disponibilidad” ¿En qué consisten?

En un primer momento se usaron las cintas. El servidor se paraba, se realizaba una copia de los datos, esta copia se enviaba a otro centro y el servidor se rearrancaba. Es importante considerar varios puntos. Hay que parar el servidor o hacer un foto fija de él, un snapshot. En cuanto el servidor reanuda su actividad, la copia está desactualizada. Si se restaura la copia en otro servidor, tenemos dos copias activas, dos ordenadores distintos que pretenden ser el mismo.

Los métodos de respaldo han mejorado mucho, pero los problemas básicos son los mismos. Puedo realizar una copia cada segundo, pero siempre estará un segundo desactualizada. Si arranco los dos ordenadores, tengo que resolver el problema de identidad ya que los ordenadores clientes pueden dirigirse por error a la copia y no al original.

¿Es todo esto distinto del transportador del Enterprise? No, en esencia el problema es el mismo. Pero vayamos un poco más allá.

¿Podremos descargar un cerebro y cargarlo en otro? La respuesta es no. Aquí el problema es otro. No hay hardware ni software en el cerebro. El cerebro no es un hardware en el que cargo la experiencia vital que es el software. El cableado del cerebro es la experiencia. El harware lo es todo. De forma que un cerebro no está vacío. Trasplantar la experiencia de un cerebro a otro es recrear el cerebro por completo.

Si algún día podemos simular el cerebro, ¿podremos descargar el cerebro y cargarlo en un ordenador? En este caso la situación cambia. Si fuéramos capaces es porque el ordenador sería igual funcionalmente aunque materialmente distinto. Supongamos que podemos. ¿ Tendríamos dos yos? El problema es muy parecido a las copias de seguridad de los servidores. Serían dos yos distintos, uno biológico y otro digital y, a menos que pudiéramos controlar la copia continua, el yo digital reclamaría su existencia y comenzaría a ser autónomo. Quizá nos dijera, “no hagáis caso de ese cerebro biológico, yo soy el auténtico yo”.

Naturalmente esto plantea el tema de la inmortalidad. Trasplantar el cerebro y sus vivencias a un cuerpo nuevo o a un ser digital. O a un ser híbrido, un cyborg. Entonces, ¿seguiría manteniendo la ilusión del yo? ¿Seguiría siendo yo?

Fuente:
alt1040.com

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