Dificil reforma educativa

Entendemos que no es con paros locos como se puede mejorar la educación. No coincidimos con las ideas de la CNTE en el sentido de parar la educación en casi todo el país argumentando nada, porque realmente no han propuesto algo congruente.

No entendemos, sinceramente, que se opongan a una evaluación; pareciera que temen demostrar su baja capacidad al frente de los grupos. México necesita otras cosas, y la reforma educativa es urgente.

En las universidades llegan muchachos que no tienen idea de cómo hacer investigación o escribir siquiera en forma correcta una oración, sin que afloren las faltas de ortografía e ideas. Eso es lo que debemos atacar, y no el hecho de que nos vayan a “afectar” por ser ineficientes.

Los profesores tienen que hacer su esfuerzo. No basta con estudiar en una escuela normal y pretender que se les otorgue una plaza. Todos los mexicanos estudiamos y tenemos distinta profesión, y todos, absolutamente todos, tenemos el mismo derecho a ser empleados.

Hay injusticias en ese rubro, pero es harina de otro costal. La educación debe ser redirigida, lo palpamos, lo sentimos. No es con bloqueos como se podrá hacer algo positivo.

En ese sentido, tenemos –supuestamente- 500 representantes populares que deben medir el sentir de la población y también tenemos estudiosos del tema que seguramente, sin demagogia y con un sentido práctico y congruente podrían establecer qué se necesita.

Los sindicatos magisteriales se han caracterizado en las últimas décadas por ser cueva de ladrones, de vividores, de bandidos y tramposos vividores de la educación. Es tiempo que se les meta en cintura. Los sindicatos no nacieron para defender haraganes o delincuentes, sino para defender sus derechos, bien ganados a través del tiempo, no los que reclaman como el hecho de “no voy a clases si me quieres evaluar”.

¿Por qué habrían de estar ajenos a una evaluación? Los mexicanos merecemos educación de calidad que debe surgir desde el seno del Ejecutivo, en la secretaría del ramo, en los profesores, los sindicatos, los directivos, los padres de familia y los alumnos. Sustraerse a esta misión resulta altamente irresponsable.

Pelean no pagar cuotas pero no explican cómo se enfrentarán los gastos que estas cubren, lo que supone que habrá carencias en las escuelas oficiales, porque no hay dinero para enfrentar todos los gastos.

La autoridad no puede con todo eso, y algo hay que hacer al respecto.

Pero lo más importante, creemos, es el hecho de mejorar los sistemas de aprendizaje para que nuestros hijos tengan mejor preparación. No es suficiente con oponerse a las escuelas de tiempo completo ni de aplaudir cuando los tengan ahí, sin hacer nada: hay que vigilar el proceso y realmente atajar las fallas.

No es natural que haya escuelas oficiales de calidad y otras sin calidad: lo anterior quiere decir que cuando se quieren hacer las cosas se hacen, si no, no habría buenas escuelas públicas.

Paros, congresos y demás son el pan de todos los días: estamos fastidiados ya de tanto ausentismo de los profesores y de que los sindicatos los toleren y protejan. La autoridad debe hacer valer precisamente su papel protagónico para que haya mejor educación.

No es tan sencillo como parar y bloquear calles, no es gritando consignas contra el PRI como se hace una reforma educativa. Hay que irse más a fondo y dejar a un lado la demagógica actitud que toman ciertos protagonistas de la política, que en nada ayudan al país.

Estamos a punto de iniciar el ciclo escolar y los mexicanos merecemos una educación de calidad, un sistema que garantice el aprendizaje sin demagógicas posturas ni discursos que en nada ayudan.

Es la hora que quienes estamos involucrados en la educación tomemos en serio, muy en serio nuestro papel.

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