Lograr que los niños recuerden lo que se les enseña en la escuela es un desafío que ha desvelado a maestros por generaciones. Ahora científicos en Argentina encontraron una técnica que podría ayudar a los docentes a cumplir esta meta.
Los expertos del Laboratorio de Memoria del Instituto de Biología Celular y Neurociencia (IBCN), que funciona en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA), descubrieron un mecanismo para mejorar la memoria de los chicos.
El secreto es combinar lo que se quiere enseñar con alguna actividad novedosa no relacionada con el tema de estudio, que se realice hasta una hora antes o una hora después de la clase.
En una investigación con 1.600 alumnos de entre siete y nueve años comprobaron que aquellos niños que realizaron una actividad sorpresa de sólo 15 minutos antes o después de la clase retuvieron 60% más de lo aprendido que quienes no realizaron esa actividad inesperada.
De esta forma, los científicos lograron poner en práctica en humanos un concepto que habían descubierto hace seis años en experimentos con roedores.
Haydée Viola, directora del equipo de investigación del Laboratorio de Memoria, le contó a BBC Mundo que en aquellos estudios con ratas descubrieron un dato clave: que el aprendizaje (o “etiquetado conductual”, como lo llaman los expertos) es reforzado –y se mantiene en el largo plazo- cuando ocurre mientras en el cerebro se da un proceso conocido como síntesis de proteínas.
Esa síntesis proteica se genera cuando el cerebro recibe estímulos inesperados y hace que todo lo aprendido durante ese período se recuerde por más tiempo.
Este mecanismo es el que explica, por ejemplo, por qué la mayoría de las personas recuerda dónde estaba y qué estaba haciendo el día que fueron atacadas las Torres Gemelas en Nueva York, en 2001.
Efecto sorpresa
Los investigadores argentinos descubrieron que no hacía falta un estímulo tan fuerte como aquel para reforzar la memoria: para generar la síntesis proteica alcanza con una experiencia novedosa, que puede durar apenas 15 o 20 minutos.
“Lo primordial es el elemento sorpresa”, explicó Viola.
Fabricio Ballarini, autor del estudio, ideó un sistema sencillo para aplicar en las escuelas. Trabajando con ocho colegios primarios de la provincia de Buenos Aires creó una breve y divertida clase de ciencia, que dictó de manera sorpresiva a algunos alumnos de segundo a quinto grado.
Antes o después de esta clase, se les leyó a todos los chicos un cuento con la intención de que lo aprendan.
Al día siguiente se les tomó examen a todos los niños. Los que habían recibido la clase sorpresa de ciencia recordaron un 60% más del cuento que quienes no habían participado de esa actividad novedosa.
Cuando se midieron los resultados de las preguntas más difíciles la diferencia fue aún más abrumadora: el primer grupo fue 200% más acertado en sus respuestas.
Para Ballarini, quien además de científico es docente, estos resultados son un sueño hecho realidad.
“Como científico uno siempre aspira a que lo que uno investiga sirva para algo, que se pueda aplicar”, dijo a BBC Mundo.
No obstante, el experto también se mostró cauto al afirmar que se trata de resultados preliminares, ya que no es posible constatar si en efecto –como presuponen- el mayor aprendizaje se dio por la síntesis proteica, como ocurrió con los roedores.
Aplicaciones prácticas
Otra duda que abre este trabajo, que fue publicado en la revista científica PLOS ONE, es cuán aplicables son los resultados.
¿Pueden las escuelas incorporar actividades novedosas cada vez que quieren que sus alumnos aprendan algo?
Ballarini admite que es impracticable sorprender a los alumnos todos los días. No obstante, consideró que esta técnica puede ser utilizada un par de veces al año, cuando se quiere enseñar algo particularmente complicado o especialmente importante.
“En todos los grados hay ciertos temas que cuesta más enseñarles a los niños. Para esos tópicos se puede aplicar esta práctica”, afirmó.
En tanto, los científicos del Laboratorio de Memoria continúan investigando para entender más sobre este fenómeno.
Por el momento, determinaron que los niños mejoran su aprendizaje cuando se les enseña algo novedoso, en un lugar distinto al habitual y cuando la clase la imparte alguien que no conocen.
Ahora buscan determinar si todos esos factores son necesarios.
Los expertos también comenzaron a trabajar con chicos más grandes, de escuelas secundarias, para ver si los resultados se repiten a esa edad.
Las conclusiones de estos trabajos podrían redefinir la educación en los próximos años y convertir a los científicos en los mejores aliados de la docencia.
Fuente:
BBC.co.uk