Cierto, no es fácil la tarea de educar, menos cuando se está frente a un reto tan especial como enfrentar los cambios que ha sufrido la formación de nuestros hijos, amparada en la aparición de nuevos medios –emergentes- que muchas veces son cosa completamente nueva para nosotros y no para ellos.
Cuando hablamos de estos nuevos medios nos referimos a las opciones que existen para que la educación cumpla su propósito. Antes, los medios de comunicación tenían su papel prioritario en estos menesteres: la televisión, también llamada –con justificación absoluta- la “caja idiota” juega un papel muy importante.
Hemos sido testigos de cómo se ha devaluado la formación de valores en base a lo que nuestros hijos ven e imitan a través de sus figuras, ensalzadas en la “tele”, y que les hacen pensar cosas que no son nada positivas. Posturas y ademanes, frases y demás son utilizadas de manera inapropiada por ellos, que a veces piensan que son chicos actualizados cuando deforman el lenguaje y las maneras de conducirse.
La televisión jugó un papel tristemente fundamental en esa formación de algunas generaciones. Hoy en día, la tecnología ha abierto un nuevo camino para la educación con la aparición de los llamados nuevos medios: los smartphones, las tabletas y demás dispositivos portátiles que nos permiten estar prácticamente conectados al mundo en forma inmediata, rápida, única.
Es muy fácil hoy en día lograr una imagen de nosotros y ubicarla en China o Australia en cuestión de segundos gracias a la llamada “red de redes”, que ha sido fundamental en la transmisión del conocimiento.
Tenemos una nueva oportunidad para hacer llegar el conocimiento, pero éste, definitivamente, tiene que ser canalizado por quienes saben un poco más que nosotros, o por quienes están a cargo de la formación de estas generaciones que, si nos descuidamos un poco más, terminarán con las expectativas de triunfo que nos imaginamos cuando ellos nacieron.
Vemos con profunda tristeza a un grupo de profesores que no tienen mayor interés que armar alborotos, sin luchar por una mejora en su trabajo, por lograr algo que les permita a sus educandos mejorar personal y profesionalmente. Hay muchos huecos que no alcanzan a llenar por su indiferencia.
En el aspecto de la educación tenemos que participar los alumnos, los jóvenes o no tanto que estamos en las aulas de clase, al igual que los encargados de la educación, profesores, maestros, directivos y demás integrantes de un sistema educativo caduco y falto de ingenio, de estrategias reales, pero también por los padres que tenemos aún la misión de coadyuvar en la formación de ellos, nuestros hijos, nuestro futuro generacional.
Si no participamos conjuntamente, no habrá reforma que alcance a cubrir las expectativas de la sociedad en que vivimos.
Gente que se para en un salón de clases a perder el tiempo y cobrar y a hacer perder el tiempo valioso a nuestra juventud abunda, el asunto es que los directivos o gente que maneja el sistema educativo lo permite.
Es la hora de conjuntar esfuerzos y hacer algo positivo por todos ellos: pensemos en que se puede emplear la nueva tecnología para aprovechar y transmitir el conocimiento, el académico, el real, el conocimiento humano y social que no se aprende en un libro de texto sino en la bien llamada “escuela de la vida”, donde somos partícipes cada uno de los que integramos una sociedad que debe cambiar sus metas y expectativas.
No somos ajenos a la necesidad de una buena reforma, pero somos de la idea de que se tiene que hacer con una conciencia social completa y adecuada: no con gritos y amenazas, no con violencia, sino con el sentido de raciocinio que debe existir en las partes involucradas.
Padres, maestros y estudiantes, en aras de conformar una sociedad justa y acorde a los tiempos que vivimos.
Si alguna de estas partes no hace su parte, seguramente el resultado será el que tenemos hoy en día. Hay que poner de nuestra parte, pues, para mejorar.
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Educar: tarea de todos
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