Reforma Energética: paso valiente

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Más allá de chauvinismos lacerantes e hipócritas, la Reforma Energética que acaba de ser votada en México tendrá profundas repercusiones históricas en una economía que lleva, desde 1970, atrapada en una red de complicidad y corrupción interna y dependiente de los vaivenes del precio del petróleo en el mercado internacional.

¡Qué bonito suena en el discurso aquello de defender el petróleo como si fuese la virginidad de México! Se trata del único tema recurrente, fuente de disputa entre los partidos políticos, bandera de una izquierda oxidada que, ahora se queda sin su perorata favorita.

Como analista, lo digo con sinceridad, aplaudo al presidente Enrique Peña Nieto y a los legisladores que, valientemente, después de décadas de estar con varios temas empantanados finalmente dieron el paso en firme para cambiar a México.

Yo creo que Peña Nieto ha cumplido con el basamento originalmente pensado para construir el edificio de México del 2014 en adelante, de esta gran Nación de fuerza de trabajo joven que experimenta actualmente el llamado Bono Demográfico muy necesario de aprovechar para evitar que, después del 2050, el país enfrente un estancamiento difícil de romper.

Yo aplaudo a los legisladores valientes que han cumplido con su deber: modernizar el país, cortar las manos de los sindicatos del manejo de los fondos públicos en la medida de lo posible, no únicamente sucedió con el caso de Educación también con el de Pemex.

Desgraciadamente, son los sindicatos las válvulas de escape de la corrupción partiendo desde sus líderes y por ello, sendas reformas, la Educativa y Petrolera han acotado su poder.

¿Quiénes están en la calle protestando? Los retrogradas, aquellos que únicamente defienden sus propios intereses, los de sus grupúsculos de poder que viven precisamente de esas prebendas del pasado, no se animan a renunciar a los privilegios argumentando el saqueo del país.

Durante décadas han usado el discurso “del petróleo es de los mexicanos” y bajo dicha premisa han empantanado el crecimiento del país.

Mientras, en los últimos treinta años, otras naciones despegaron en materia energética con menos oportunidades en materias primas renovables y no renovables en el renglón de lo energético. México ha visto pasar el tren del futuro, lo ha dejado ir.

En ese camino, Estados Unidos pasó de importador a acumulador de reservas y ahora nos vende gas, gasolina y petróleo. Brasil, con Petrobras, es líder en la materia sin tener que caer en los excesos privatizadores de Argentina en su modelo energético.

Aunque dicha sea de paso precisamente Argentina y Venezuela, en pleno siglo XXI, han demostrado que en todo caso revertir las decisiones que permiten la inversión privada y extranjera es, simplemente una decisión del presidente de turno.

Quién gobierna siempre tendrá la última palabra aún por encima del derecho jurídico internacional y las leyes del mercado. Todavía no existe cura alguna para el poder unipersonal, ni autocrático.

¿Qué se espera después de la Reforma Energética? Si 2013 fue un año de expectativas con inversionistas extranjeros a la espera de las definiciones en materia legislativa; una vez logradas éstas, el próximo año volverá a fluir la inversión extranjera.

Quizá 2015 y 2016 serán años en los comiencen a verse los frutos de las reformas, lo que sí atestiguaremos es la transformación de Pemex para bien: su modernización y competitividad en los mercados internacionales han sido un anuncio taciturno con sus pretensiones con Repsol.

Estoy convencida que habrá un Pemex internacional fuerte y que, tarde o temprano, los mexicanos verán que si una semana sube el precio de la gasolina, la otra puede bajar.

A COLACIÓN

En los últimos doce años, los mexicanos solo saben de ajustes al alza en el precio de la gasolina. Y valga decir, tampoco el petróleo estatizado ha coadyuvado a la reducción de la brecha de la pobreza, ni es un corrector de desigualdades socioeconómicas.

Lo único que el petróleo ha sido es proveedor de recursos para las finanzas públicas y no debemos olvidar que largas décadas la balanza comercial del país estuvo petrolizada y el TLCAN permitió el cambio de estructura en el motor de las exportaciones mexicanas hacia las manufacturas y el valor agregado con la industria maquiladora de exportación.

Si bien ese paso ya se dio, falta aún despetrolizar las finanzas públicas, el nuevo modelo de Pemex y la industria energética, deberán acotar la dependencia en el mediano plazo, aunque sin duda, sigue haciendo falta una gran reforma fiscal para permitir el milagro.

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