El año del Legislativo

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Para los mexicanos 2013 inició siendo un año lleno de expectativas ante el retorno del PRI a la Presidencia con la prueba de fuego: los primeros 365 días de administración del presidente Enrique Peña Nieto.

Y apunto de llegar el 31 de diciembre persisten dos visiones muy distintas acerca del balance anual, una, inclinada hacia la decepción ciudadana que ha visto muy a lo lejos el tema de las reformas desconfiando más en sus consecuencias; y otra, que destaca el compromiso del Legislativo para no dejarse amedrentar por ningún chantaje.

El meollo es que estructuralmente la amplia serie de reformas aprobadas a lo largo de 2013 en renglones torales como educación, telecomunicaciones, política, energía y en el ámbito hacendario y financiero crean el basamento legal y constitucional para continuar con la transformación de México desde el GATT en 1986 y el TLCAN el 1 de enero de 1994.

Así de importante es lo que hizo en materia legislativa el Congreso de la Unión, romper con un molde de intereses políticos entretejidos alrededor de grandes temas empantanados en los últimos quince años.

No obstante, el quid pro quo, es que la población no ha digerido aún las transformaciones en el papel, nadie a la más alta esfera ha tenido el talento de explicar la relevancia de haber llevado a cabo tales modificaciones.

Sumado a que la economía mexicana, su PIB, pasó de más a menos, si bien la proyección era de un crecimiento esperado entre el 2.7% y 2.9% en 2013, cada mes, conforme avanzó el año fue cayéndose dicha estimación casi hasta el 1 por ciento.

La ralentización de la economía fue claramente percibida por todos, después del segundo trimestre del año sucedió una especie de parálisis suscitada en torno a la expectación provocada por si el presidente Peña Nieto lograría cumplir con hacer del Pacto por México, la plataforma para que fuera aprobada la Reforma Energética.

Y aunque al pacto se quedó sin gas, no fue óbice para que fuera aprobada la inversión privada nacional y extranjera en el sector energético mexicano anunciándose así una nueva era para Pemex.

A COLACIÓN

Lo vuelvo a reiterar que la población perciba que la magnitud de las reformas aprobadas no le beneficiarán es un caldo de cultivo en pro de grupos de poder de todo tamaño y ubicados en cualquier lindero ideológico para llevar la gente a la calle en un inmenso manifestódromo.

Que los mexicanos sientan que pierden “su petróleo” cuando pagan el litro de gasolina regular con plomo más cara que en Estados Unidos no existiendo siquiera punto de comparación entre PIB per cápita, salario mínimo y coeficiente de Gini entre ambas naciones, sería razón más que suficiente para buscar alternativas para rentabilizar el mercado y permitir que el precio tenga competencia.

Me recuerda la historia que de niña me contaba mi abuelita Luz acerca de los ferrocarriles, también la gente se resistía a modernizarlos, tanto sindicatos como grupos de poder no querían la inversión privada, ni mucho menos asociarse con capital estadounidense. La gente sentía viva la Revolución Mexicana en las vías del tren.

¿Y ahora dónde están? Nada más quedan vagones de olvido en panteones de atraso y modernizarlos requerirá miles de millones de dólares para volver a unir la geografía patria.

La percepción equivocada es siempre pretexto para la parálisis, inflamar el odio, buscar al atraso y aprovecharse de la ignorancia de quien se presta a levantar una bandera o una pancarta a cambio de una camiseta o tres litros de leche.

Esa falta de comunicación clara con los ciudadanos debe subsanarla el Ejecutivo a través de lograr mensajes más claros y didácticos. Por eso llevamos largos meses con marchas por doquier cuando a la gente debería explicársele lo relevante de contar con una escuela pública con docentes mejores calificados y preparados. También el fracaso escolar es culpa del maestro.

En la mayoría de las veces en la resistencia al cambio se esconde la ignorancia y un proceso donde varios grupos no quieren perder sus privilegios, ni prebendas. También medrar con determinadas banderas sociales sirve de plataforma política.

México tiene que cambiar y modernizarse, aprovechar el bono demográfico en un país donde el 65.1% de la población comprende edades entre los 15 a 64 años de edad, esto es, gente en edad productiva con potencial para crear, trabajar, innovar y producir ideas.

Es un capital humano que bien podrá encontrar un sitio dentro de la gama de oportunidades que derramarán la puesta en marcha de las reformas aprobadas.

Queda modificar con hechos ese sentimiento de decepción entre una ciudadanía ávida de resultados tangibles sobre todo en su bienestar económico.

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