Los resignados del Cobat

Su semblante es de tristeza, se les nota como “lelos”, sombríos, como faltos de ánimo, en una palabra, resignados.
Deduzco que extrañan los viejos tiempos, cuando todo era dinamismo, camaradería, acción al cien y mucha comunicación, lo que decoraba un ambiente laboral agradable.
Y es que escuché una plática entre varios comensales en un restaurante y entre ellos se arrebataban la palabra, pero todos coincidían en que aquello ya no es vida, porque por los pasillos del Colegio de Bachilleres de Tamaulipas se deambula como si fueran fantasmas.
Ellos no se cansaban y hacían comparaciones entre el presente y el pasado y apresuraban un trago de agua como para mojar sus labios resecos que les impedía continuar con la charla.
Hablaron de todo y la conclusión fue que al jefe le hace falta bajar de la nube, abrirse con el personal y, si se puede, que de vez en cuando les dedique una sonrisita, que eso, nada cuesta.
Aunque de cierta manera lo justificaron, porque ya no está en la edad de jugar como un vivaracho, como lo hacían sus antecesores.
A veces suspiraban y evocaban los nombre de Humberto Valdez Richaud y de Isaac Mata Vizcaino, quienes fueron directores del Colegio y quienes con su juventud y buen humor armaron un compacto equipo que hacía brillar seguido en los medios de comunicación el nombre del organismo educativo.
De Humberto, comentaron que su política de puertas abiertas le permitió ganarse la estima del personal y su cariño, porque su buena vibra, sus bromas y sus jueguillos de escolapio le daban vida a cada rincón del COBAT.
Y de Isaac, dijeron que no obstante de su fuerte carácter su dinamismo imponía, inyectaba energía y sus regaños hacían sacudir, recapacitar y su trato directo con el personal le daba lugar a la comunicación que en toda dependencia es la clave para rascar el éxito.
“Era regañón, pero a la media hora recapacitaba y se despedía de mano, además de que en su administración la palabra miseria ocupaba el último lugar en su diccionario”, decían de Isaac.
Pero de regreso a la realidad, ellos adoptan otra vez un rostro de resignados, porque con Carlos Castro Medina, actual director del Colegio, todo eso se escurrió como agua entre los dedos.
Y a propósito de él, uno de ellos recordó una anécdota que le platicaron. Resulta que en un encuentro nacional de educación el representante de un estado dijo en su discurso: “A Don Fidel Velazquez se le quería tanto que hasta la tierra ya lo reclamaba”.
Allí, presente, Carlos Castro Medina, el yerno de Don Fidel, se molestó por el comentario, pero se trago el coraje.
Y otro de ellos, señaló que el carácter cerrado, parco y osco de Carlos es el clásico de cualquier perdedor político, porque no alcanzar la alcaldía de Ciudad Victoria por el PRI y caer derrotado por su adversario del PAN, seguramente que hace que la amargura se multiplique.
Eso fue lo que ellos platicaron en el restaurante y puede que tengan razón, porque hace poco observé a Carlos en un comercio local con rostro de pocos amigos, solo y con un dejo de preocupación, mientras revisaba los precios del tomatillo de bota y de los aguacates que posteriormente depositó en un carrito semivacío.
Lo cierto es que el COBAT ya no aparece en los medios, no se le aprecia trabajo y es un organismo que agoniza, que se pierde entre la fuerza que exhiben otras dependencias de Tamaulipas.
Ojala que Carlos recapacite y que lo que opinan de él esos comensales no lo eche al saco roto, porque es necesario que valore lo que desde adentro y desde afuera, se piensa del COBAT.
Al buen entendedor, pocas palabras.

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