Es típico ver escritos y pensamientos referentes a uno de los días más festejados para quien es quizá una entre los seres más olvidados en la cotidianeidad en que vivimos: la madre, base de toda familia, hoy se celebra en México y otras partes del mundo, y se dedican muchas cosas en su honor.
El día de la madre es un buen pretexto que tienen los comerciantes para vender lo que les ha quedado en bodega y ofrecerlo a precios “especiales” que les permitan recuperar su inversión; no perder es la consigna, y para ello, este tipo de días son magníficos.
Somos de la idea de hacer válido aquel pensamiento que vimos de pequeños en la enorme y otrora transparente Ciudad de México y que rezaba: “10 de mayo todo el año”, refiriéndose a que, a la madre, hay que venerarla 365 días por año, 24 horas por día, es decir, todo el tiempo, porque, simple y sencillamente, sin ella no estaríamos aquí.
Desde que nacemos recibimos los primeros cuidados de ella; hay que destacar que en la vida existen padres también que se dedican a sus hijos: no es exclusivo de la madre, porque hay de ambos sexos, pero por naturaleza es lógico que ellas estén más cerca de los pequeños… sus pequeños hijos: esos que toda la vida siguen –seguimos- siendo pequeños, y que vemos en ella un “pretexto” para llegar a ser consolados cuando todo nos ha ido con poca fortuna.
Son las primeras en aplaudir los logros de los hijos o hijas, y las primeras en reprender cuando se lleva a cabo algo equivocado y que puede mejorarse.
Muchos hablan del trabajo en casa, precisamente el que así se denomina: “ama de casa”, y que es el más pesado y peor pagado en la historia de la humanidad: la madre trabaja aún sin dormir, y entrega su corazón en todo momento.
No sabemos de qué forma Dios eligió a esos personajes que cuidan de nosotros, pero no hay la menor duda de que encontró en ellas las cualidades necesarias que les hacen especiales: nadie puede negar que una buena casa, un hogar, en toda la extensión de la palabra, se rige por un sistema que los expertos llaman “matriarcado”, y que no es más que la dirección de ellas, las madres, porque son las que cuidan la economía y la salud, el ambiente y la educación de sus elementos.
Aunque, hay que reconocerlo: hoy en día muchas de ellas dejan el cuidado de los hijos en empleadas domésticas, para tener el tiempo necesario que les permita estar conectadas en el “face”, o en Twiter, y poder enviar sus fotos por Instagram en lugar de cuidar la lección de los hijos.
Hoy en día, muchas de ellas han dejado en cuidado de la vida de sus hijos al manejar con el celular en la mano y platicando con quien sabe quienes, pensando que es más importante estar conectado las 24 horas que cuidar la vida de ellas y sus descendientes.
Gravemente contagiadas de eso que se llama “redes sociales” y que no es más que una herramienta mal utilizada, porque nos ha enajenado y a ellas les ha quitado el derecho a educar a sus hijos.
Pero siguen siendo las que mandan en casa, las que cuidan las comidas y los dineros de todos: las que nos tienen la ropa lista, o más importante aún: las que tienen ese gesto y caricia necesarios cuando llegamos desesperados, deprimidos o tristes, cuando la vida pensamos que se nos va, y que con un “te quiero, hijo” nos vuelven a una existencia donde hay que luchar con amor y alegría por alcanzar nuestros objetivos.
Este 10 de mayo, habrá que celebrar “para que los demás no digan nada”, aunque para ser sinceros, no tendremos el festejo o la comida en un restaurante: solamente, mamá, Iola, pedazo de cielo y ángel de carne y hueso, podría decir que soy lo que soy gracias a tus cuidados, desde aquel muy lejano ya 21 de diciembre hasta el día de hoy, porque sigo siendo tu hijo, tu crío… y tú, mi ángel de la guarda, mi protección, mi motivación: mi fuente de amor.
Feliz día de la madre, Iola querida y amada, desde lo más profundo de mi corazón, en Ciudad Victoria, para el tuyo, que me ha enseñado a ser lo que soy.