Cobardes cibernéticos

Tiene razón el colega e investigador Melitón Guevara Castillo cuando afirma que el problema de incursionar en las redes sociales de manera adecuada es, sin duda alguna, el cobarde y sucio anonimato. Lo califica como el “lodo” de éstas, y explica como lo hemos hecho en anteriores colaboraciones, el peligro que implica exponerse a un público diverso.

Los “nietzens” ocupan un sitio importante en la audiencia virtual que se tiene. Entendemos por “nietzens”, según los investigadores, a cualquier ciudadano usuario de la red, es decir, no hay filtros y todo mundo puede entrar a visitar los espacios cibernéticos, aunque sabemos que muchos de éstos no tienen idea de lo que están viendo.

En el aspecto político, igual entra un militante o simpatizante del partido en cuestión que los de partidos con ideologías distintas, pero con una carencia de criterio que los lleva a criticar sin fundamento, a hacer comentarios hirientes, nefastos, bajos, escondidos en el cobarde anonimato.

Es bueno pensar distinto, y además, pensamos que en un régimen como el nuestro, aparentemente democrático, resulta saludable que haya voces distintas, pero lo que no se vale es criticar con ofensas y sin fundamento.

La crítica debe estar bien fundamentada, sea para bien o para mal; en el primer caso, suena a lisonja, a barbeo, y en el segundo, a dolor, ardor o algo más.

Es algo a los que se enfrenta cualquier institución pública, sea dependencia, partido político o cualquiera otra. Exponen sus lineamientos a la ciudadanía en general, y éstos, los “nietzens”, se encargan unos en comentar y aportar opiniones, en las que no necesariamente se debe o puede estar de acuerdo, pero también se exponen a esos amargados que todo critican sin razón alguna, pensando en que su anonimato les permite ofender sin dar la cara.

Perfiles falsos abundan en las redes sociales. Muchos no se atreven siquiera a firmar los comentarios, por temores y trabas mentales.

La crítica, y quien anda en la política lo sabe, es necesaria y ayuda a retomar caminos que estaban equivocados, o destruye a los débiles que creen en todo lo que se publica. Todos tenemos derecho a poseer una opinión, buena o mala, pero no tenemos derecho a ofender, a esconder la mano que tira la piedra.

Dice el doctor Guevara que es uno de los retos de incursionar en redes sociales, pero en ese sentido no se puede hacer mucho. Siempre los habrá en la medida que se tenga la libertad –mal entendida- de abrir espacios en Internet sin necesidad de corroborar datos.

Dicen algunos que es la libertad para expresarnos, aunque otros pensamos que es libertinaje, porque no es concebible que se insulte o denoste sin dar la cara.

El inolvidable Cuco Sánchez en una de sus más famosas piezas decía que no era monedita de oro para caer bien a todos; en la política abunda ese criterio, de ahí que parten los grupos afines y los antagónicos, los que no están con uno y los que sí lo están, pero lo más importante es fundamentar una postura, una posicion, y defenderla a como dé lugar.

Decía Voltaire que si bien podría no estar de acuerdo con lo que alguien dice, defendería hasta la muerte su derecho a decirlo, pero necesariamente se requiere dar la cara. Principio fundamental de quien posee una verdad a veces no compartida.

Y la incursión en las redes sociales implica un poco de esto y más. Hay que entenderlo y asimilarlo, tomar la crítica de quien viene, estar pendiente de lo que se escucha en las calles y pueblos, analizar lo que se dice, y tomar medidas necesarias al respecto.

Las alternativas cibernéticas son una realidad, una necesidad, una herramienta muy poderosa por la viabilidad de contar con ellas, pero hay que saberlas emplear con la responsabilidad debida, y con el carácter para defender o criticar cualquier postura.

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