Hacedores de “papers”

Fernando García-Quero, en su colaboración del diario español en línea eldiario.es, pone el dedo en la llaga sobre un problema grave de las universidades españolas que, desgraciadamente, es idéntico al que padecemos en México, gracias a las políticas oficiales que se aplican para quienes aspiramos a ser profesores, catedráticos, investigadores o miembros de la comunidad académica en general.
Nos ubica como “hacedores de papers”, constructores de artículos que no tienen mucho de trascendente en el mundo, pero que, tristemente, son la tarjeta de presentación en el mundillo académico. Nos ubican en valía de acuerdo al número de publicaciones y, más grave aún, somos tan importantes como tantas veces nos mencionan otros investigadores. Si no nos toman en cuenta, por muy valiosos que sean nuestros artículos, no valemos nada.
Tienen que publicarse en revistas “indexadas” o “arbitradas”, es decir, no cualquiera: debe ser una publicación científica donde, en muchas ocasiones, la oportunidad de publicar depende, aparte de la temática que ha elegido la revista para ese número, de que los editores encargados puedan considerar nuestra colaboración para su revisión por “pares ciegos” y otros métodos de selección.
La forma de publicar va de acuerdo a los criterios –caprichos- de muchas publicaciones que, por lo general piden formatos tipo APA o cambian algunas directrices de acuerdo a su conocimiento, gusto o estética.
La temática varía mucho, porque hemos leído artículos con una intrascendencia alarmante: no nos ayuda saber que tal y cual diario publicaron tantas veces información sobre tal o cual tema: de nada sirve si no aplicamos la investigación a la práctica.
Dice García-Quero, y permítanos ubicar el párrafo en forma textual: “Aunque parezca mentira y difícilmente creíble, la evolución durante las últimas décadas de las políticas públicas en el ámbito universitario español ha generado unos incentivos perversos que están acabando con la reflexión y el pensamiento crítico en todos los niveles de la sociedad. En el sistema universitario español no se valora ni se fomenta en absoluto un profesorado que prepare clases, envíe trabajos a sus estudiantes y los corrija, intente enseñar más allá de los cánones establecidos, imparta charlas fuera del ámbito académico sobre cuestiones que considere importantes para formar ciudadanos con ideas propias, colabore con asociaciones u organizaciones sociales, escriba en medios divulgativos para transmitir lo que hace, o se preocupe por influir en sus entornos más cercanos”.
Y va más allá: sostiene que es más difícil encontrar profesores críticos que busquen influir en los jóvenes universitarios de manera positiva en su crecimiento profesional; critica también que muchas universidades de ese país –y aplica para nosotros- se vanaglorian de estar en tal lugar dentro de los rankings mundiales, como si eso nos diera la calidad.
En lo personal, no creemos en las certificaciones de calidad a carreras o facultades, porque vemos que la gente no se preocupa por sus egresados sino por cumplir con la puntuación necesaria. Las evaluaciones se fundamentan en lo que uno publica y los trabajos que dirige, CONACyT nos obliga a ello, y entonces, buscamos cubrir la cuota que nos permita seguir en el pedestal en que nos encontramos, no crecer si no nos lo piden, para acceder a nuestro estímulo o recompensa, de la manera más cómoda posible.
El artículo de García-Quero estremece al sistema publicado un artículo lleno de verdad y que está disponible en la siguiente dirección: http://www.eldiario.es/zonacritica/Crisis-Universidad-intelectuales-hacedores-papers_6_265683463.html. Si tiene oportunidad, dele una vista, léalo, analice y verá que es la misma realidad de todas las universidades: nos están cambiando la idea, y ahora debemos trabajar para publicar, para hacer libros y capítulos de libros, para buscar publicaciones indexadas o certificadas por tales instancias.
Lo demás, para ellos, no vale.
Ojalá cambie la realidad de nuestras universidades, por el bien de nuestros muchachos y de México mismo. Requerimos una sociedad más preparada, más crítica, más participativa, y no “borregos” de sistemas que nos enseñan que lo que vale es lo cuantitativo y no lo cualitativo.
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