Bien vale la pena hacer un análisis de lo que se hace en todo ámbito: los programas de evaluación son interesantes, importantes y determinantes. Cuando uno tiene un negocio es bueno detenerse a ver como están haciéndose las cosas; si hay baja venta, es que algo anda mal.
Habría que asumir actitudes que mejoren la publicidad, el contenido, la presentación o algo que permita tener el éxito deseado.
En el caso de las instituciones educativas, pasa lo que con los restaurantes y taquerías: cuando hay mucha gente es que la comida es buena; cuando nadie se para ahí, debe ser un menú infumable.
En las instituciones de educación superior deben atenderse aspectos que tengan que ver con la demanda, de otra forma, suponemos que, o es algo que está inalcanzable o su calidad no impacta.
Carlos Hinojosa Cantú, director de la Unidad Académica de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Tamaulipas pone el dedo en la llaga y dice que de cada 600 alumnos que ingresan por año únicamente 300 terminan por situaciones que tienen que ver con la crisis, porque no aprueban o porque abandonan simplemente. Habrá qué preguntarse las causas del abandono, que serán determinantes para hacer algo.
Sobre la crisis, de todos es sabido que la titulación en la UAT resulta inalcanzable para muchos: hemos platicado con gente involucrada y afirman que hay alumnos que terminaron y van a titularse, pero al ver los costes que hay que cubrir, dejan “para después” la titulación, lo que, estadísticamente, afecta a las instituciones porque no tienen “productos” terminados, como dijeran los empresarios.
Habría que atender algunos aspectos importantes, al menos, desde nuestro punto de vista:
En el caso de los costes para estudio, somos de la idea que hay que replantear los sistemas de becas y garantizar que éstas se otorguen a quien las necesita, quien además, sacará provecho de las mismas con buenas calificaciones, es decir, dejar de becar a gente que no hace más que un deporte o una actividad cultural: esto debe ser complementario y no base para su formación.
Luego, habrá que exigir a los profesores –a todos sin excepción- una asistencia total, preparación actualizada y adecuada, criterio para ser docentes y dejar a un lado a recomendados o a gente que ya no tiene nada que ofrecer, por edad, por obsolescencia o por conformismo. Renovar la planta docente, actualizarla, y evitar que las nóminas se llenen de familiares; si éstos se encuentran, que no tiemble la mano para echarlos. Las escuelas y facultades no son botines familiares, y eso debe quedar muy claro.
En materia de titulación, somos de la idea de que se debe apoyar a los que concluyeron sus estudios con condonaciones acordes a sus promedios; probablemente establecer un tabulador para tal efecto o algo parecido.
Es un crimen ver que concluyen y por falta de pago de titulación no tienen su título y cédula profesional.
Y también, vigilar el acceso a las universidades y evitar que entren vividores y vagos que solo deambulan por los pasillos y cafeterías. Exigirles más a los alumnos –claro, entregando calidad real- y hacer que los egresados sean de excelencia.
Que merezcan su título y calificación, que es determinante. Que el que inicia termine, pero con méritos propios.
Suponemos que habrá que reflexionar al respecto y profesionalizar la docencia universitaria, exigir responsabilidad a alumnos, maestros, directivos y personal en general. No se vale, sinceramente, que haya tanto dinero invertido para que la mitad se vaya a su casa.
Eso se llama dilapidación, fraude, decepción.