Cuidado con la automedicación para niños

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Existen gran cantidad de medicamentos de venta libre, es decir que no requieren receta médica y que se utilizan en el tratamiento de los padecimientos más comunes en los niños como la tos, fiebre, dolor de cabeza o diarrea, entre otros.

Pero cuando se trata de administrar medicamentos en niños, es necesario tomar en cuenta que suministrarles fármacos inadecuados y/o dosis equivocadas puede causar efectos adversos o, incluso, la muerte. La automedicación es la administración de medicamentos, hierbas o remedios caseros por iniciativa propia y sin intervención médica.

Según la Confederación Nacional de Pediatría, 88% de la población mexicana recurre a la automedicación por no poder costear una consulta médica, seguir “recomendaciones” de otras personas o por influencia de la publicidad en distintos medios. Al mismo tiempo, se calcula que más de 70% de las intoxicaciones pediátricas son causadas por medicamentos.

Niños, adultos mayores y embarazadas son más vulnerables a presentar reacciones adversas a medicamentos autoprescritos.

Entre los efectos adversos están el dolor de estómago, mareos o reacciones alérgicas en la piel, y si bien pueden desaparecer solas después de suspenderlas, hay otras reacciones que pueden ser más graves y poner en riesgo la vida.

No recibir la dosis correcta de medicamentos pediátricos afecta tanto por exceso como por defecto: dosis superiores pueden provocar serias intoxicaciones; dosis bajas someten al niño al consumo de fármacos que difícilmente le ayudarán a sanar.

Entre los fármacos más automedicados que pueden causar efectos adversos en la salud infantil se encuentran:

• . Antibióticos: Su administración injustificada o inadecuada, sobre todo en menores de 5 años, además de provocar efectos como dolor de estómago y vómito, puede desarrollar resistencia a los antibióticos, es decir, producir bacterias que requieran dosis mayores u otros fármacos para ser eliminadas.

Otros efectos de los antibióticos en niños suelen ser: Inflamación de cara, labios, lengua, garganta u ojos, Infecciones por hongos, Diarrea, retortijones o dolor estomacal (principalmente con amoxicilina), Erupción grave de la piel, urticaria (áreas elevadas, enrojecidas o pruriginosas sobre la piel), Sibilancias o dificultad para respirar, Cansancio o debilidad, Fiebre de reciente aparición o que no mejora, En casos aislados, alergia que puede provocar problemas de respiración e, incluso, la muerte por anafilaxia (reacción alérgica exagerada).

• Analgésicos y antipiréticos: Usados para aliviar el dolor. Los más utilizados son paracetamol y antiinflamatorios no esteroideos. El paracetamol (acetaminofén) se usa para contrarrestar molestias comunes como la fiebre, aunque no es útil para reducir inflamación. A pesar de que no provoca daño en la mucosa gástrica, en dosis excesivas puede perjudicar al hígado. Se ha comprobado que la aspirina (ácido acetilsalicílico) y sus derivados (subsalicilato de bismuto), empleados para tratar fiebre en adultos, pueden provocar síndrome de Reye (trastorno grave en el cual se acumula grasa en el cerebro, hígado y otros órganos del cuerpo) en niños y adolescentes, por lo que no se recomienda darlos en ningún caso.

Entre los AINE destacan naproxeno e ibuprofeno, fármacos que, además de bajar la fiebre, reducen el dolor y la inflamación, pero cuyos efectos secundarios podrían provocar: Dificultad para respirar, tragar u orinar, ritmo cardiaco acelerado, pérdida de apetito, mareo, nerviosismo, zumbidos en los oídos.

• Antihistamínicos: Son fármacos indicados para el tratamiento de alergias. En lactantes y niños pequeños, los antihistamínicos pueden provocar: Sedación, alteración en la coordinación de movimientos, confusión, mareos, cansancio y falta de concentración, depresión respiratoria, convulsiones, hiperactividad, muerte por sobredosis accidental.

Al respecto, hay que tener claro que el organismo infantil no está completamente desarrollado, de modo que procesa y desecha los fármacos de manera distinta que el cuerpo adulto, lo cual es factor determinante a la hora de elegir y dosificar medicamentos que, en algunos casos, no presentan indicaciones al respecto en sus etiquetas, por lo que se recomienda consultar al médico antes de iniciar cualquier tratamiento, ya que él procurará prescribir medicinas pediátricas específicas o establecer dosis de acuerdo a cada caso en particular.

Fuente:
cronica.com.mx

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