En tierra de nadie

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No es grato escuchar en el extranjero puras malas noticias en torno a México bien sea porque no se logra el despegue económico prometido en la campaña electoral o por el incremento de la inseguridad, la ola de violencia y la prevalencia de la industria del crimen.
Ni una buena nueva. La combinación negativa de variables han provocado una nefasta implosión cuyos efectos han traspasado las fronteras salpicando los medios de comunicación de todo el mundo.
Se suma que ninguna embajada de México ha estado exenta de protestas de compatriotas que demandan, entre otras cosas, justicia para esos doloridos padres que andan penando no saber el destino de sus hijos estudiantes de Ayotzinapa.
Tampoco ha faltado evento internacional al que directores, actores, actrices, cantantes y uno que otro colado (a la gala del Nobel) luzcan un cartelón de protesta, una cinta negra, un moño en protesta o usen el micrófono para llamar la atención internacional.
Algo está sucediendo y nadie hace nada. Que a México se le asocie en el mismo nivel de virulencia respecto de Irak es de llamar poderosamente la atención y aquí no es cuestión de darle un maquillaje por encimita al país para ponerlo bien chulo, es de impronta que el gobierno implemente un plan de acción para reconstruir el tejido social.
Por supuesto, una serie de políticas inmediatas para blindar las fronteras al norte y sur de la geografía patria e implementar una ley que prohiba y castigue la portación de armas “de guerra” así como elevar las penas de cárcel y en casos de homicidios atroces directamente la pena de muerte.
El sistema financiero experimenta igualmente una catarsis espasmódica porque vamos, nadie se cree ni tantito que por sus canales no ingresen los miles de millones de dólares captados por la industria del crimen y la financiación al terrorismo. También debe legislarse con mayores penas de prisión tanto a directores como ejecutivos involucrados con la delincuencia.
En 2012 la Cámara de Diputados emitió un estudio legislativo que señalaba que el lavado de dinero significaba el 3.6% del PIB. Y todo, absolutamente todo ese dinerito, pasa por el sistema financiero nacional y luego es trasvasado hacia el exterior.
A COLACIÓN
Hace unos días en Antena 3 TV, España, fue transmitido un potente episodio de periodismo de investigación en el programa “En tierra hostil”; la periodista Alejandra Andrade se adentró en la marisma de Michoacán.
Desde Apatzingán y con ayuda de la diócesis además de varios de sus compatriotas, Andrade logró valientes testimonios que nada más verlos provocan “piel de gallina” sobre todo porque se palpa el miedo de la gente desde la pantalla.
Y también el dolor, la ira, la furia y la impotencia. Territorio de nadie con civiles armados como pelotones militares improvisados pero eso sí bien pertrechados. Ya hay tantos bandos entre Autodefensas, Templarios y Federales que llega un momento en que se pierde la línea.
Pero no el horror de lo que contó la gente acerca de sus muchas familias afectadas porque les han matado a uno, dos o a todos. Hasta los pequeños comerciantes han tenido que armarse para evitar que les lleguen a cobrar la cuota.
Hubo un empresario de cítricos que habló ante las cámaras mostrando con desparpajo su batería de defensa y se confesó “harto”. A su familia, por supuesto, ya la envió a Houston y él se ha quedado a defender el sustento.
A la periodista española le mencionó algunas cifras, las suyas de un particular: “Nada más al mes los Templarios se llevaban tres millones de dólares porque llegaron a controlar mí producción quedándose con el 30% de mis ingresos por ventas. Dinero que usan para comprar armas del extranjero”.
Nadie ignora que son foráneas el 80% de las armas que circulan en manos de civiles y grupos delincuenciales y terroristas. Empero, no pasa nada para prevenirlo.
Con el reportaje transmitido en España, es imposible no concluir la angustiante descomposición del tejido social que impulsa a que el vecino pueda ser el peor enemigo y todo por el dinero fácil y la avaricia.
Y vaya si duele ver a la patria linda en esta condiciones, bien lo dice Blink en “I miss you”.

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