Johnny una historia de niños migrantes que ya es rutina

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Nuevo Laredo, Tamaulipas.-Hace 10 meses que Johnny, un chico de 17 años de edad, salió de Honduras impulsado por la pobreza y la inseguridad que se vive en una pequeña comunidad de 8 mil habitantes, cercana a natal Yoro, un pequeño municipio integrado por 19 aldeas y 411 caseríos, que desde hace tiempo están atrapados por la violencia extrema generada por la peligrosa banda de la Mara Salvatrucha.

Se decisión de abandonar Honduras y emprender el camino hacia Estados Unidos, fue más por miedo a la violencia que por buscar un familiar en el país del norte, por lo que un domingo de abril del año pasado, sin ropa y con poco dinero, emprendió el peligroso viaje, porque fue sentenciado a muerte si no apoyaba en la distribución y venta de droga.
Huérfano de padres, Johnny solo les avisó a sus cinco hermanos que dejaba el pueblo, y sin más, emprendió el camino hacia el norte.

“Junté algo de dinero y me vine, porque trabajé un tiempo en el campo para juntarlo. No estudié porque nadie me apoyaba, y porque hay mucha pobreza ya que no hay trabajo y solo los que te ofrecen trabajo son los Maras, para la venta dela droga”, comenta este joven moreno, menudo de estatura pero mirada vivaz.

En Yoro no hay empresas ni comercios que generen empleo, sus escasos 64 mil habitantes viven de la cultura tradicional fortalecida por las creencias y tradiciones de ser propietarios de una vasta y rica región de pinos, bosques y lagos.

Por ello es que la Unesco pretende convertirla esta zona en patrimonio de la humanidad, ya que Yoro es cuna de diversos grupos étnicos, a lo que Johnny pertenece.

El Viaje

Se domingo salió rumbo a San Pedro Sula, hasta llegar Guatemala y la frontera de Chiapas. En Guatemala la policía le quitó dinero para poder cruzar la frontera con México, por Santa Elena, y de allí caminó hasta Tenosique, al lado de otros dos hondureños que luego se separaron al llegar a Chontalpa, Tabasco.

“Tomé solo el tren luego de un viaje de dos y medio días, porque es un tramo largo y no se puede tomar autobús; comía lo que podía durante el camino, hasta que me subía a ‘La Bestia’ que me llevó a Coatzacoalcos, Veracruz”, comenta.

Fueron otros cuatro días de camino y privaciones, y aunque no tuvo problemas con los delincuentes que controlan al tren carguero, en el largo camino vio con espanto y regadas en varios tramos, algunas extremidades de personas que posiblemente cayeron o fueron aventados por los delincuentes desde el tren en marcha.

“Nunca había visto esto, y tuve mucho miedo, por lo que pensé regresarme, pero otros chavalos que me encontré de El Salvador y de Guatemala, me animaron a seguir, pero en Acayucan, Veracruz, nos separamos”, explica.

De allí partió rumbo a Tierra Blanca a bordo de ‘La Bestia’, y al llegar solicitó apoyo a la Casa del Migrante por una noche, porque estaba sin dinero y sin haber comido por mucho tiempo, y una vez repuesto se trepó en otro carguero rumbo a Lechería, estado de México, en un viaje de dos largos días.

En Lechería fue a una iglesia en donde consiguió trabajo, junto dinero para emprender el viaje tumbo a Huehuetoca, en donde acudió también en la Casa del Migrante durante seis días, ya que enfermó.

En otro carguero llegó a Irapuato para tomar un tren rumbo a Torreón, y como no tenía dinero limosneaba en las calles y en las casa solicita alimento, o la misma gente les avienta bolsas con comida.

Cinco días estuco en Torreón por no saber las rutas, y regresó a Monterrey después de cinco días para luego tomar otro carguero que lo dejó en Nuevo Laredo, todo en una larga travesía que le llevó hasta el sistema DIF de esta frontera, en donde estuvo un tiempo en el Centro de Atención a Migrantes Fronterizos (Camef) de donde lo deportarían a su país.

Amarga experiencia

Johnny tenía en mente cruzar la frontera para llegar hasta Houston, en donde dice tener un familiar que hace un año cruzó la frontera como indocumentado, con quien trabajaría en lo que sea.

“Pero tengo miedo de regresar a Hondura y volverme a encontrar con los Maras, por lo que al llegar estaré con mi familia y los sacaré de la ciudad hasta Comayagua, una ciudad colonia muy vistosa y con mucho turismo, que es atracción nacional e internacional, ya que una vez fue la capital del país.

Conoce a otros adolecentes que salieron de Yoro, debido a la inseguridad que envuelve casi todo el país, y porque a decir de este joven, la policía trabaja al servicio de los delincuentes.

Cuando trabajaba en el campo ganaba 100 lempiras diarios en horario de las 06:00 a las 12:00 horas, algo así como 153 pesos mexicanos.

Desde que está en Nuevo Laredo se siente seguro, y al llegar le contaron que era una ciudad muy peligrosa, pero durante el trayecto “me contaban muchas cosas, y que en Orizaba salía gente armada disparando contra los migrantes a los que tiraban a las vías del tren, y que había cosas espantosas, y vi muchos cuerpos tirados durante camino”, señala.

Todo lo que vio y lo que le han contado, le hizo desistir de volver a intentar cruzar la frontera, pero cuando unos pateros se le acercaron, lo metieron a una casa en donde había 14 migrantes más, y allí le pidieron un número de teléfono de familiares, a quienes les cobrarían mil 500 dólares por cruzarlo, pero no tenían dinero.

No lo iban a dejar salir, pero la presencia de unos soldados que descubrieron la casa, le permitió salir de allí, al igual que al resto de extranjeros, los que corrieron para no ser detenidos ni por los pateros ni por los soldados, pero fue entregado al Sistema DIF por ser menor de edad.

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