Lejana igualdad

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Camino de la segunda década del nuevo siglo y milenio, el posicionamiento del género femenino tanto en el mundo financiero-empresarial como en la esfera política resulta un tanto inquietante. Qué lejana sigue siendo la igualdad.
En la retórica oficial se habla de “ellas” y “ellos”; “compañeras” y “compañeros”; “ciudadanas” y “ciudadanos”. En las cifras, la realidad desdibuja abismales condiciones para la mujer respecto del varón en términos de igualdad, competencia, reparto de obligaciones en el hogar, diferencia de sueldos y salarios; así como de acceso a puestos de poder tanto en la iniciativa privada como en el sector público.
Hace pocos años, en el último decenio del siglo pasado, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) puso en la mesa del debate regional un término de fuerte pronunciación y con calado social: empoderamiento.
Si bien el empoderamiento buscó en los ochenta traspasar los rayos y truenos del feminismo recalcitrante fue hasta después del último tramo del siglo pasado que extendió su relevancia, para, por ejemplo, incorporarse en célebres programas sociales y darle entonces a la mujer la estafeta de recibir la ayuda social a cambio de sacar avante a su familia.
Debido a ello la baza fundamental de programas como Prospera (antes Oportunidades) es la de otorgar el subsidio de forma directa a la mujer -ama de casa y madre-, porque entonces obtiene mayor probabilidad que el dinero sirva para alimentación y los niños acudan a escolarizarse.
Por supuesto existen casos de éxito en talleres artesanales, producción de conservas e hilados, que además coadyuvan a la organización de la mujer ubicada en los rangos más desfavorables de la economía.
Y mientras el empoderamiento camina pasito a pasito en cuestión de los programas sociales, en otras esferas la mujer sigue encontrando más retórica que grandes diferencias para mejorar sus condiciones de competencia laboral respecto del varón.
Todavía es una práctica discriminatoria que en diversas empresas suceda el cese laboral apenas conocer el estado de gravidez de una trabajadora.
Igualmente contradictorio que en el sector público lancen a sus trabajadoras a la calle por las mismas circunstancias, al respecto un caso bastante sonado fue el de Blanca Margarita Huerta, despedida con 5 meses de embarazo de su puesto como auxiliar administrativo en la Secretaría de Salud de Jalisco (SSJ).
Pero si servidoras públicas padecen por discriminación, profesionistas en puestos más elevados y con mayor preparación tampoco enfrentan un panorama distinto sea iniciativa privada o sector público.
Los sueldos y salarios de las mujeres profesionistas son bastante inferiores al de sus colegas varones, son menores en un rango del 20% al 35 por ciento.
Falta mucho para decir que efectivamente se hace una diferenciación de “ellos” y “ellas” dentro del terreno de la igualdad y no porque efectivamente sea una cuestión de género.
En México, la tarea al respecto sigue siendo titánica para evitar ciudadanos de primera y ciudadanas de segunda.
Precisamente el informe “Igualdad de género y desarrollo”, elaborado por el Banco Mundial, señala “que en México como en otros países hay avances en algunas esferas pero siguen las brechas y barreras que no cambian mucho, entonces las mujeres tienen más educación, trabajan más pero siguen sin ganar más que los hombres.”
A COLACIÓN
Si oteamos en busca de la participación femenina en la política mexicana tampoco las cifras son muy halagüeñas: en el Senado encontramos 43 mujeres senadoras y 85 senadores, éstas representan el 34%; en la H. Cámara de Diputados hay 184 diputadas, el 37% de los 500 legisladores varones.
Tal parece que son cuotas preestablecidas -pactadas- entre los propios políticos para justificar que sus administraciones son paritarias porque figuran algunas “féminas”.
Empero, no es suficiente: para traspasar el ideal de igualdad deben reformarse leyes para permitir que los sueldos y salarios no tengan diferencias entre hombres y mujeres; al mismo tiempo favorecer que las mujeres puedan compatibilizar el doble rol profesional y familiar además sin pachorra alguna.
Más vale observar lo que pasa en otros países. En buen número de economías europeas la natalidad atraviesa mínimos, las mujeres lo piensan mucho para tener hijos porque creen que éstos terminarán con sus aspiraciones profesionales, dejarán de ser confiables en sus empresas y perderán puntos por muy inteligentes o preparadas que sean.
Como la competencia es dura y las leyes tampoco ayudan mucho, optan por el ingreso renunciando a una parte esencial regalada como don de vida a la mujer.

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