En el Ejército de Salvación encontró su salvación

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Nuevo Laredo, Tamaulipas.- Ana María Luna tiene 20 años, pero desde los 15 vive en el Ejército de Salvación de esta ciudad, debido a que a los 3 años fue abandonada por su padre, y luego por su mamá, razón por la que durante 10 años vagó por las calles de San Luis Potosí y enfrentó los peligros que acechan a los infantes.

De carácter rebelde, lo reconoce, Ana María habla fluido y con inteligencia, y dice que resistió las tentaciones callejeras, como las drogas, el pandillerismo y la inserción a las filas de la delincuencia, porque añoraba tener un hogar, dado que su familia formada por otros 8 hermanos, desde siempre fue disfuncional.

Pero el DIF de aquella ciudad la recogió en febrero del 2010, y allí conoció a al mayor del Ejército de Salvación, César David Centeno Sánchez, y a su esposa Guadalupe Hernández, quienes la trajeron, por voluntad de la chica, a esta frontera.

De no haber sido así, cuenta Ana María, se hubiera suicidado porque estaba harta de no tener una familia y de que sus padres la hayan abandonado sin motivos aparentes.

“Mi papá es alcohólico y no tengo comunicación con él, y mi mamá nunca tuvo un trabajo fijo, y me abandonó con unos tíos, por lo que salí a la calle a trabajar vendiendo cosas. Y el haber llegado a este lugar es lo mejor que me pudo haber pasado, porque pude haber andado en drogas o tener familia”, menciona con tristeza.

Sin hogar, Ana maría desde muy pequeña vivió en la calle, y aunque no se drogaba tomaba cerveza y se la pasaba de baile en baile con amigos y amigas, al fin que su casa era la calle en donde se quedaba a dormir.

“El abandono, el que nadie me diera una rienda, que nadie me dijera nada, fue lo que hizo que me saliera de la casa, pero al llegar al Ejército e Salvación veo que hay reglas que me gustan y ahora tengo otras perspectiva de la vida que me gusta, y aquí estoy”, expresa con extrema lucidez para su edad.

La prepa la estudiará de manera abierta porque su edad no le permite la educación escolarizada, y aunque ya terminó la secundaria, su deseo es llegar a ser oficial del Ejército de Salvación, pero luego de unos instantes de silencio, reflexiona para decir que también quiere estudiar una carrera universitaria.

Festeja el Día del Niño

Aunque Ana María ya no es una niña, disfrutó del festejo que fue organizado por la pareja de oficiales en el albergue, al lado de 36 niños y niñas de tres años hasta los 17, pero Ana María es un caso particular; el resto proviene de hogares y padres con diferentes problemas, y con ellos disfrutó de juegos, regalos y alimento donado por diferentes organismos y personas que apoyan el lugar.

Tuvieron tres festejos durante el día, pero nunca se cansaron a pesar de haber llegado de sus respectivas escuelas en donde también fueron festejados.

“Les traen juegos y piñatas, además de comida y un rato de diversión, pero para cerrar con broche de oro este día, el 7 de mayo iremos a un paseo a un parque recreativo en Monterrey, y es una empresa que nos lleva y nos traen, y es algo inolvidable para ellos porque es un parque infantil y están ansiosos”, dijo la mayor Guadalupe Hernández.

Como ejemplo de la educación que se les imparte, cerca de 15 niños, obedientes y disciplinados, formaron fila para decirle a esta reportero algunas de las cosas que hacen en el albergue, mientras en uno de los extremos del albergue, un hombre tocaba un instrumento musical dedicado a los niños.

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