¿Con qué salsa se comerá el populismo que muchas personas se indigestan? Nada más escuchar la palabra provoca agruras en los círculos más liberales de la economía que idolatran al laissez faire, laissez passer como si fuera una respuesta mononuclear para el tejido del capitalismo cuya evolución persiste.
Y que además lo hace arrastrando graves problemas de pobreza entre la población, grandes grietas en las cuotas de desigualdad social, profundas brechas de desarrollo aunadas a una ristra de descalabros cuantitativos que ponen en duda la eficacia de la libertad de acción económica a cambio de una menor participación del Estado.
Pero si el capitalismo es voraz, el populismo es atroz, una contracara que emerge como referencia entre los detractores de cualquier tipo de intervencionismo. Un salto hacia el absolutismo.
El antónimo del capitalismo es el populismo; el antónimo del liberalismo es el populismo; son lo blanco y lo negro; lo dulce y lo amargo. La retórica de los discípulos de Hayek condenan al populismo en cualesquiera de sus manifestaciones. Les preocupa.
Es curioso que nunca he visto a un director-gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) interesado en conocer el programa de gobierno, ideas y los bosquejos del argumentario de un político liberal con posibilidades de gobernar y en cambio lo haga con uno al que ya tacharon de rojo, stalinista, bolivariano e invariablemente… populista.
Sucedió hace poco, Christine Lagarde, dirigente del FMI solicitó una reunión con Pablo Iglesias, el líder de Podemos, el partido político de izquierda radical que ha puesto de cabeza el bipartidismo del PP y PSOE; y removido los entresijos de la política en el país ibérico.
Lagarde quería conocer de primera mano qué esquema propone la marca podemista para temas sensibles como el pago de los empréstitos externos, gestión de la deuda, cumplimiento de acuerdos adquiridos y manejo del gasto público. El encuentro aconteció aunque sin la presencia de Iglesias que envió al equipo encargado del marco económico.
Hay un miedo pavoroso a que Europa se “latinoamericanice” al final terminarán pagando sus cuitas; primero, porque Europa muchas veces avaló gobiernos populistas terribles en diversos países de América Latina y se hizo de la vista gorda ante abusos de los derechos humanos con regímenes que en lo político fueron dictatoriales.
Por eso están asustados porque temen que todos sus demonios se vuelvan contra ellos y tengan un émulo de Chávez gobernándoles vestido de jeans, coleta y camiseta con la imagen del “Che”. O surja un sucedáneo castrista o un lopezportillista que le dé por nacionalizar la Banca o decida entronizarse en el poder a lo Perón sine die.
A COLACIÓN
Los demonios andan sueltos. Ya es anacrónico tachar a alguien de comunista lo de hoy, lo inn, es decir “populista” para descalificar, desdeñar y casi insultar al otro. Hasta la Wikipedia -referencia ineluctable de las nuevas fuentes del conocimiento- asocia la palabra como una connotación peyorativa; un insulto.
No encuentro en la teoría económica al padre del populismo no lo menciona Adam Smith, ni David Ricardo, ni siquiera Marx que sería el más apropiado para haberlo hecho. Lo que hay son vaguedades que asocian a Keynes y sus propuestas para detonar la economía tras la recesión de 1929 agarrándose de la palanca de la intervención del Estado en la economía “abriendo hoyos para cerrarlos después contratando gente”.
Hasta el presidente Barack Obama ha sido señalado de populista por los radicales republicanos y faltó poco para que la Sociedad de Mont Pelerin le tachara de persona non grata.
A lo que voy es que la pugna entre liberales-capitalistas versus populistas es larga y lo será aún más: los primeros, no quieren perder ni el control ni el dinero y los segundos, argumentan que quieren el poder y el dinero para repartirlo mejor, empero, tampoco lo hacen del todo bien porque al final el mando les envenena, ay ese dulzor se convierte en una adicción.
¿Cómo se encuentra el punto exacto? Uno además muy necesario de pactos entre ambos bandos dado que en el medio está la población una que paga por los ajustes severos del liberalismo y también por la factura que le pasa el populismo cuando infla el gasto y gestiona mal los recursos. Para mí ni uno ni otro tienen todas las respuestas basta con ver la cantidad de pobres que existen.
Ni ha mejorado la situación en el país que gobierna el presidente Mariano Rajoy ni mucho menos lo ha hecho en el país que gobierna Cristina Kirchner. En el renglón que se distinguen uno de otro radica en el concepto que de las libertades individuales y garantías de la propiedad conciben.
El populismo entonces es un pandemónium cuyos excesos pueden llegar a cualquier esfera de la vida pública, política, económica e individual. Entonces las certezas se pierden. Por ello la preocupación creciente de que el populismo gobernante en Grecia se convierta en realidad máxima en España luego extienda a Portugal después a Italia y con el Mediterráneo apoderado caigan más bastiones que bien podrían entenderse con eurófobos y xenófobos.
Me parece relevante lo que el FMI ha hecho con Iglesias y su equipo en España, me pregunto por qué nadie del organismo acreedor internacional ha intentado nunca acercarse con Andrés Manuel López Obrador para conocer su programa económico; será por qué el sistema democrático y el respeto al voto entre la nación ibérica y la azteca son distintas. Y el sistema en España permitiría un Iglesias en el poder, empero, en el caso de México, ¿no?.
Populismo de palanqueta
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