Desde 2004 Grecia se ha convertido en un quebradero de coco para la eurozona y la Unión Europea (UE) a tal punto que en la última década el fantasma del referéndum -para rechazar las medidas de rescate y darle un “no” al euro-, ha planeado por la cabeza de varios ministros griegos.
No es de extrañar entonces que en poco menos de medio año en el poder, Alex Tsipras, recurra a esta vieja táctica para manipular y chantajear a sus socios acreedores, azuzarlos con un “nos vamos ya”.
La turbulencia helena está siendo significativamente costosa para los mercados financieros principalmente para la eurozona en términos de salida de capital, castigo al parqué bursátil, encarecimiento de la prima de riesgo, debilidad del euro respecto al dólar; etc.
Por ejemplo, el lunes pasado la Bolsa de Madrid cayó 4.5%, un nivel de corrección observado en agosto de 2012; la prima de riesgo española escaló 35 puntos para situarse por encima de los 155 puntos. La paridad de la moneda única respecto al dólar se ajustó a 1.1139 euros.
E insisto: los espectros de la volatilidad, la especulación y la incertidumbre recorren como un fantasma maldito a toda la eurozona y también meten el miedo en el cuerpo en Estados Unidos y las demás economías dependiendo de su grado de globalidad.
Además afecta no únicamente al quehacer gubernamental en su toma de decisiones de corto y mediano plazo sino también altera los planes y el ritmo de la iniciativa privada; las empresas que tenían previsto, en el segundo semestre del año, colocar deuda en el mercado internacional para financiar sus proyectos de expansión o de inversión, muy seguramente los verán retrasados.
Ha sido poco más de una larga década de estires y aflojas, se dice rápido, pero tan sustancialmente delicada como más de un minuto bajo el agua en el fondo del mar y sin bombonas de oxígeno.
La semana del 29 de junio es precisamente el mejor ejemplo de todo estos años, lo resume a la perfección: el gobierno heleno no quiere pagar, se resiste a cumplir con los compromisos pactados con los acreedores en términos de calendario de amortización a la par quiere al Fondo Monetario Internacional (FMI) fuera de los acuerdos.
No es lo mismo entenderse con el Banco Central Europeo (BCE) que con el FMI, a juicio de Varufakis, ministro de Economía griego, quien además ha manifestado abiertamente su antipatía por Christine Lagarde, cabeza del organismo internacional acreedor.
El gobierno de Tsipras quiere a toda costa defender el programa electoral que le llevó al poder, desde el partido de izquierda radical, prometió recuperar la soberanía de los helenos; proteger las jubilaciones y pensiones, restituir los empleos de la burocracia y crear una serie de subsidios sociales para una población aquejada por un ciclo de ausencia de crecimiento y elevado desempleo a tasas del 26 por ciento.
A COLACIÓN
Desde el día de ayer Grecia tiene algo más en común con México, “el diablo guardián” del FMI ha recibido el default heleno. México hizo lo propio en agosto de 1982.
No pagar no es la solución ni mejora el panorama, y de ese túnel se sale con más créditos y un programa de reestructuración de la deuda y sendos reajustes hasta que la macroeconomía muestre indicios de un saneamiento y viabilidad.
La década que los helenos han perdido en discutir, si cumplen o no con las condiciones “humillantes” de los acreedores, es la misma década que demorarán en salir de este pozo al que han llegado por la incapacidad política para gestionar la crisis y por haber falseado la contabilidad nacional.
Ayer, al cuarto para las doce, Tsipras envió una contrapropuesta a los países de la eurozona creyendo que el corralito, el lunes negro en las bolsas europeas (menos en la de Atenas cerrada hasta nuevo aviso) cambiaría el tono de las negociaciones.
¿Qué hay ahora? Nada, un gigantesco cisma de desconfianza entre el Eurogrupo hacia el gobierno griego al que no le creen más; pero al mismo tiempo una necesidad, de ambos, por no romper el cónclave de la moneda común no está en los planes de ninguno sería tanto como abrir la caja de Pandora. Hasta el presidente Barack Obama lo teme y para esta aldea global sería muy perjudicioso.
México, como emergente, se vería contaminado vía los mercados financieros y le afectaría a Estados Unidos que está negociando un Tratado de Libre Comercio con la UE y por ende, colateralmente pegaría también a México que es el tercer socio comercial de la Unión Americana.
Lo único que podemos es rezar porque después de la pantomima del plebiscito del próximo 5 de julio, Tsipras razone que no puede con “el paquete” y convoque a elecciones generales anticipadas.
Grecia: default consumado
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