Santiago Trejo; un campesino en la ciudad

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Nuevo Laredo, Tamaulipas.- A escasos metros de las riberas del río Bravo se encuentra la parcela que trabaja desde hace más de 35 años Santiago Trejo, un hombre de 75 años de edad que se dedica a labores del campo en plena ciudad, y lo hace todos los días desde las 6 de la mañana hasta las 6 de la tarde, para preparar un amplio de unas tres hectáreas muy cerca del bulevar Colosio, ruta vial que une el sur del país con Laredo, Texas.

El predio es un comodato que el gobierno federal otorgó por 99 años a una familia que levantó una pequeña choza de madera, debido a que es zona de inundación de las aguas del río Bravo, el que colinda con esta propiedad federal.

Allí, de sol a sol Santiago hace su labor de preparar la tierra para la siembra de semillas de Cempasúchil y Garra de León, flores que tardan en madurar poco más de tres meses, ya que las debe tener listas para los días uno y dos de noviembre, cuando en México se celebra a los fieles difuntos.

“Aquí se acabó mi vida ya…desde hace 35 años que vengo a la siembra…y así lo hago mientras pueda”, señala el hombre de pelo cano y sombrero ancho que usa para cubrirse del fuerte sol que cae en ese terreno a más de 40 grados centígrados en esta temporada del año.

Así es la rutina de Santiago; preparar los surcos para colocar las semillas de estas preciadas flores mexicanas, y pese al fuerte calor, luego de 6 horas de incansable trabajo ya cuenta con un notable avance, aunque el cansancio se le vea a ‘flor de tierra’.
Con paso lento se acerca Santiago a la entrevista, se queda un momento parado para respirar profundo, y luego se sienta en una vieja silla metálica bajo la sombra de un frondoso árbol para continuar con la narrativa de parte de su vida.

De mero Guanajuato

Como la mayoría de los habitantes de Nuevo Laredo, Santiago es migrante, pero a diferencia de otros, no llegó para buscar el llamado sueño americano, sino para trabajar. Es de Silao, Guanajuato, en donde también sembraba la tierra, y por razones que no dijo llegó a esta ciudad en donde comenzó a trabajar, hasta que el gobierno le dio la oportunidad de hacerlo en esa pequeña parcela, cuando las riberas del Bravo estaban limpias de vegetación, porque estaban destinadas para la siembra.

En este tiempo siembra las flores para los días de muertos, por lo que tienen que estar al pendiente para que no les falte agua, de lo contrario la semilla no germinará; pero después comienza a sembrar cebolla, acelga, rabanitos y otras legumbres.

La flor la vende en los panteones, pero lo que vende es para su subsistencia, aunque cuando siembra verduras a fines de septiembre, las vende a otras personas que en sus carretones de madera las ofrecen a la población a precios más bajos que en los centros comerciales, aunque también utiliza una parte para su autoconsumo.

Pero no siempre es bonanza para Santiago, ya que en tiempos de sequía la Comisión Internacional de Límites y Aguas (CILA) suspende el suministro a la agricultura, pero este año es inusual debido a las lluvias, y a que los campesinos como el, tienen derecho a utilizar parte de los 12 millones de metros cúbicos destinados para esta actividad en los municipios de Nuevo Laredo y ciudad Guerrero.

“A veces estoy todo el día aquí…pero sí me canso…como no, pero tomo mucha agua”, señala mientras sonríe.

Esta actividad la combina Santiago con la crianza y pastoreo de una yunta de 40 borregos, los que saca a rodos los días del predio que habita, para que se alimenten de la abundante yerba que crece en las orillas del río.

El calor es tan fuerte y la tierra tan seca, que en esta temporada de calor extremo no se puede sembrar mucho, ya que verduras como la calabaza se tiene que sembrar a fines de octubre, aunque también se da de manera silvestre.

Pero parte de la cosecha de Santiago es para ayudar a las familias que no tuenen dinero para comprar en las tiendas de autoservicio, por eso vende su producto barato “para ayudar a la gente”, explica.

Aunque tiene 10 hijos, ninguno de ellos le ayuda en estas labores, pero todos los días lo visitan para llevarlo a la ‘ciudad’.

“Ay la llevamos…y no me va muy bien pero gracias a Dios que de perdido hay que comer”, refiere mientras toma su sombrero con sus dos manos y se echa un poco de aire, para mitigar el fuerte calor del mediodía que es superior a los 40 grados centígrados.

De pronto se pone de pie y levantas su mano derecha, con la que señala el pequeño horizonte de su parcela, la que dice se regaba con aguas negras de la ciudad, cuando no había los colectores que las capturan y envía a la planta tratadora.

“Antes estas tierras se regaban con aguas negras, y toda la orilla del río se sembraba, todo, pero se acabó esta agua y se abandonó todo, y estaba limpiecito hasta los puentes, pero ahora hay mucha maleza y me quedé solo aquí”, menciona.

Esta parcela se ubica entre el bulevar Luis Donaldo Colosio y el río Bravo, a un lado del entronque con la avenida Paseo Colón y a unos 5 kilómetros del puente internacional dos, y es la única dedicada a la siembra casi durante todo el año, pero solo cuando se le permite extraer agua del río.

La casita es de madera desmontable, para que en caso de una creciente del río, pueda ser fácilmente retirada sin obstruir la corriente del agua.

Para Santiago la vida en este predio es un pedacito de su tierra, ya que a pesar de pertenecer a la ciudad, se respira un aire campirano y silvestre, en donde solo el murmullo del viento, la corriente del río y el murmullo de los animales es lo que se escucha.

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