Ramiro y los cuates

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No soy bueno para invadir con una líneas el lugar que, con respeto, me merecen los compañeros que hacen lucir con su trabajo la nota de sociales, empero me sale de adentro narrar lo que ví, lo que sentí, lo que disfrute durante la comilona que ofreció Ramiro Ramos Salinas con motivo de su onomástico.
Y es que a diferencia de otros eventos similares que fueron multitudinarios en este se percibía el calor, la camaradería, la buena vibra de todos aquellos que ven en el Presidente del Congreso de Tamaulipas a un amigo, un hombre que es atento y serio o vivaracho, según el momento y el lugar.
La cifra de invitados alcanzaba los 500, por eso cuando paso por la mesa de los periodistas al felicitarlo le dije:”Pocos líder, pero pura calidad”. ”Eso es todo”, me contesto sonriente.
Y es que allí estaban a su lado los trabajadores del órgano colegiado, sus compañeros diputados, representantes del PRI estatal, los colonos y funcionarios como el Secretario de Salud, la Contralora, el alcalde de Victoria, Alejandro Etienne Llano, dirigentes sindicales y, sus amigos los periodistas.
De diversos puntos de Tamaulipas muchos llegaron temprano y partieron ya tarde, porque no había quien le hiciera el feo a los frijolitos, al cortadillo de res, a los nopalitos, a la carnita en salsa verde y al mole, que provocaron que varios se chuparan los dedos, porque los guisados tenían aroma a leña, a rancho, donde la comida es más sabrosa.
Buena fue la música y el grupo que se seleccionó para la ocasión y excelente fue la intervención de cantantes improvisados que no desafinaron, por el contrario arrancaron aplausos por su espontaneidad, por su frescura.
A Ramiro se le notaba feliz y, cómo no, si la compañía de sus amigos y de su familia, bastan y sobran para que recuerde este momento de fuertes abrazos y papachos que no se antojaban hipócritas.
El diputado priísta comprobó que entre los periodistas de Tamaulipas tiene amigos con los que se identifica, porque tal vez hace remembranza de que él perteneció al medio, cuando allá en sus años mozos en su natal Nuevo Laredo colaboró con medios de comunicación electrónicos en los que abordó temas políticos, pero también era capaz de hablar de libros y de música, lo que al parecer son sus dos pasiones.
En una mesa más allá, algo retirada, su esposa Mónica repartía sonrisas con los invitados, una mujer que es discreta, sencilla, atenta y cariñosa con sus hijas, de quienes no se separo en ningún momento.
Tal vez Doña Mónica no lo sabe, pero aquí en la capital de Tamaulipas una docena de maestras aun le están agradecidas por las atenciones que recibieron de ella cuando fue alcaldesa de Nuevo Laredo.
Y eso tiene sentido, porque ese grupo de maestras fue a impartir unos cursos sobre educación en aquella frontera, donde por los raquíticos viáticos que les asignó la SEP se vieron obligadas a hospedarse en un hotel de mala muerte. “Las puertas de madera de la habitación estaban quebradas y teníamos temor de que se introdujera algún cosaco”, dijo una de las profesoras.
Por ello recurrieron a la alcaldesa, quien al asimilar la importancia de la presencia del equipo de maestras las instaló en un hotel de buena calidad, pero no solo eso, les ofreció también una suculenta comida para agradecerles el trabajo que hacían a favor de los estudiantes de aquella ciudad fronteriza.
A ella, la recuerdan esas maestras como una mujer morena, simpática, sin poses he inteligente, porque también intercambiaron impresiones sobre el aspecto educativo en Tamaulipas.
En la comilona de Ramiro el punto chusco lo aportó la diputada priísta Blanca Valles Rodríguez, quien al apresurarse a saludar en la mesa a los periodistas por descuido golpeo en la espalda con sus posaderas a un invitado que volteó sorprendido. El sujeto se incorporó y se le quedo viendo a la diputada: “Perdón, no te preocupes. Son santas”, le dijo la legisladora. Las carcajadas brotaron. Muchos festejaron la ocurrencia de la representante popular.
La pachanga de Ramiro lleno las expectativas porque por las atenciones, el ambiente y la calidez que predominó le dieron valor real a las siete letras que componen la palabra festejo.
A propósito, gracias a José Luis Castillo y a Juan Rene de la Sota, del compacto equipo de comunicación del legislador, por la invitación, porque la comilona no tuvo nombre.
Y a Ramiro, mi respeto y suerte para las encomiendas posteriores.

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