Refugiados nuestros

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La imagen fue realmente desconsoladora: una criatura de tres años en la playa, sin vida, víctima de ahogamiento, y luego, la historia en torno a él: su madre y hermano fallecieron ahogados tratando de huir de Siria, quedando únicamente con vida su padre, quien ha dado el grito de alerta por los miles de refugiados que a diario abandonan esas naciones donde la guerra es constante, donde la vida no tiene ninguna certeza de permanecer en cualquiera de los que respiran miedo, terror y pánico a la vez.
Viven aterrorizados tal y como lo hacemos quienes tenemos otras cosas de qué preocuparnos; aquellos que tenemos que viajar a la frontera esperando un operativo encabezado por la patrulla de la Policía Federal Preventiva, porque sabemos que nadie ha sido capaz de frenar el terror en las rúas del estado, y menos de la frontera, donde nos duele circular y ver decenas -cientos- de negocios abandonados, enmontados, hechos trizas por el tiempo, el inclemente tiempo que ha pasado desde que el entonces Secretario de la Defensa Nacional del sexenio de Vicente Fox Quesada dijo: “La guerra que libramos debe durar unos diez años para poder ser controlada”, y pensamos que era mucho tiempo; hoy, han pasado quince largos y terroríficos años y seguimos igual.
Pero, ¿Qué tienen que ver la inseguridad en que vivimos y circulamos con el niño sirio?
Que hoy en día tenemos en las ciudades verdaderos y grandes cinturones de miseria, en donde cientos, miles, millones de mexicanos viven en la insalubridad, en la pobreza total, la miseria en su máxima expresión, y no podemos darles de comer a los nuestros.
Si pasamos por la carretera nacional, entre El Huizache y San Luis Potosí, encontraremos cientos de familias vendiendo reptiles y cactáceas para sobrevivir, y hay que ver la pinta que tienen: manchas de desnutrición en la piel, signos de violencia física, piel oscura, totalmente quemada por el inclemente sol, y uja serie de aspectos que denotan la miseria en que viven.+
Y queremos dar asilo a los ciudadanos sirios.
Recordamos aquel refrán que reza: “candil de la calle, oscuridad de tu casa”.
¿De qué servirá que la comunidad internacional nos diga “qué bonito actúan los mexicanos”, por el refugio que queremos otorgar a los tan sufridos elementos del pueblo sirio, si millones de mexicanos hoy no tienen qué comer ni a donde meterse a dormir?
Es impensable discurrir en esta acción algo de congruencia, porque no podemos asumir una conducta paternalista con un pueblo tan lejano, si está puesto de manifiesto que no tenemos capacidad para atender a los nuestros.
Hay que ver cuantos miles de niños no desayunan y así se van a la escuela, o cuantos millones dejan de acudir a las aulas porque tienen que trabajar. recordamos la época de los “muckrackers” estadounidenses, cuando se detectaron a los niños que laboraban en un ambiente de total explotación y desnutrición.
Recordamos esos programas que tienden a socorrerlos y que van a entrega runa despensa al mes, pensando que solameet4 comerán el día 3 o 5 de cada calendario, y olvidando que las necesidades de más de 110 millones de mexicanos won cotidianas y muy variadas.
Los niños sirios sufren una guerra incongruente, y en ese sentido, la comunidad internacional debiera intervenir para evitar estas guerras producto del fanatismo y la intolerancia, y entonces, procurar lo necesario a cada niño del mundo en su entorno natural.
De nada sirve dar abrigo a unos cuantos, porque, ni en Siria acabará el problema, ni en México tenemos condiciones para mantener a 300 o 400 niños de aquel país, cuando tenemos millones, sí, MILLONES de mexicanos que nada tienen qué perder… ni qué comer.

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