Padre sustituto

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Guanajuatense, simpatizante del PAN, ERIC DEL CASTILLO es un actor de reconocida fortaleza que el showbiz supo aprovechar en papeles de carácter.
En el cine está asociado a personajes rudos, urbanos y rurales, rancheros de caballo pero también policías, gángsters, tipos duros, marcados por la vida, algunos trágicos.
Audacia y masculinidad herencia de su padre EDUARDO (orgullo de la familia, abuelo de KATE) bombero muerto de manera heroica en 1948, durante un incendio en la capital mexicana.
Notable el contraste, la otra faceta de ERIC es su perfil religioso. De ascendencia española (Toledo), familia conservadora, ultramontana, estuvo en el seminario con los Misioneros de Guadalupe.
La singularidad asoma. Quiso ser cura, lo veremos luego de matón en pantalla, ceja poblada, mirada de águila, junto a los hermanos ALMADA.
De su identidad política habla la candidatura a delegado en Tlalpan, postulado por el PAN en 2003, a medio gobierno de su paisano VICENTE FOX. Lo cuál no bastó, sería derrotado por el candidato del PRD, CARLOS IMAZ.
Antes de eso, su hija KATE participó en la propaganda televisiva de FOX, durante la campaña de 2000. Nacida en 1972, en dicha etapa cumpliría los 28 años. Hoy tiene 43.

BELLA Y BESTIA
Difícil saber qué pudo haber atraído a KATE de un jefe delictivo dos décadas mayor como JOAQUÍN GUZMÁN.
En las aventuras de narcos con beldades famosas, lo común son aquellas que nacen a iniciativa del propio capo. Modelo clásico que se explica fácil.
La ve y le gusta, manda por ella, la llena de regalos, le hace saber de muchas maneras su deseo de intimar, compartir la adrenalina y la bonanza del clandestinaje.
No es el caso de KATE. Hasta donde sabemos, ella es quien lo nombra en una extensa carta publicada en Twitter, a principios de 2012.
Justificatoria, la misiva tiene destino colectivo. Emotiva, parece una ruptura con su formación mojigata, de la cuál estaría abjurando públicamente.
Puntual, se deslinda de todo, buscando aventar de un solo golpe el fardo de su educación confesional.
Dice creer en el amor pero no en la monogamia, en Dios pero no en la Iglesia, ni en el Vaticano, ni en la Biblia.
De un tirón se declara enemiga de pecado, culpa, castigo y miedo. De todo aquello que la haga “sentir perversa”, “culpable o avergonzada” de su sexualidad.
Por lógica, si desea arrojar dichos lastres es porque los padece. En particular la culpa, motor principal del escrito.
Comprensible el ataque a PEÑA NIETO, si recordamos su identificación con el partido contrario, el PAN, del que ella fue propagandista y su padre candidato fallido.

LA PROVOCACIÓN
Al final aparecen los párrafos donde invoca al bajo mundo. Por entonces, JOAQUÍN se encontraba libre, tras su fuga en 2001.
Es cuando ella dice creer más en GUZMÁN “que en los gobiernos”, para luego dirigirse al capo en forma directa, con mayúsculas.
Le sugiere la posibilidad de “traficar con el bien”, curar enfermedades, alimentar niños de la calle, acabar con los prostíbulos (“quemar todos esos puteros”), traficar, en suma, con el amor.
Firmado el escrito en enero de 2012, el destinatario sería arrestado por el gobierno de PEÑA en febrero de 2014, escaparía en julio de 2015 para ser recapturado en enero de 2016.
Fue en esta última etapa como prófugo (octubre de 2015) cuando ocurre, por fin, el encuentro, arreglado por los abogados del CHAPO.
Los diálogos vía WhatsApp (transcritos en Milenio) hablan de su femenina ilusión por conocer al capo en persona, ante el cuál se siente “protegida por primera vez”, mientras él promete cuidarla “como a sus ojos”.
El hombre rudo de sus sueños, en efecto, proyectado al mismo tiempo como amante y padre sustituto, que en un corto lapso la arrastra al infierno.

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