Cuenta regresiva, al fin

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Se van quemando etapas. Tras la consabida firma y la emisión de la convocatoria priísta en Tamaulipas, el destape resulta inminente, adquiere visos de trámite en marcha y acaso para cuando usted lea estas líneas ya circule algún indicativo.
Pero igual puede ocurrir (como bien lo recuerda el colega INÉS FIGUEROA) que los tiempos corran de acuerdo al calendario previsto y sigan su curso natural en la ruta señalada por BELTRONES.
Es decir, se respeten puntualmente las formas para que el alumbramiento llegue en algún momento conveniente entre los 10 días de plazo.
Aunque ello no alivia el ardor pues sabido es que la razón carece de efecto antipirético y tampoco sirve mucho como antiinflamatorio.
Si algo abunda hoy día entre opinólogos es el deseo disfrazado de vaticinio, la ansiedad con traje de diagnóstico y el anhelo con cara de opinión.
En pasillos y oficinas burocráticas la nerviolera tricolor se muerde las uñas y emborrona crucigramas para recordarnos que entre más rápido fuese, tanto mejor.
Psicología y gastronomía se cruzan para manifestar estados de ánimo. Arroz cocido, habas que se queman, uvas maduras, todo indica que los tiempos llegaron.
Hace seis años, para esta fecha, el doctor RODOLFO TORRE ya había sido entronizado como el epicentro de todas las esperanzas, dador de abrazos y receptor de congratulaciones.
Decía don FIDEL que ni antes ni después. Frase trilladísima, propia de la antigüedad patriarcal, cuando los aforismos del poder tenían eficacia litúrgica y validez prácticamente bíblica.

LA FIRMA, CLAVE
Una semana atrás, la comparecencia del aspirantado ante el ministerio de MANLIO FABIO habría dejado por saldo positivo (1) el mostrar quienes estarían en la jugada (y quienes no, MELHEM, por ejemplo), aunque también (2) la intención de comprometerlos a cierto tipo de disciplina, cualquiera que sea la interpretación de esta palabra.
En corto, frenar cualquier intento de madruguete (encomienda factible) y evitar golpeteos, esto sí más difícil.
Mire usted, los pactos de no agresión tienen sus niveles de entendimiento y (por ende) de aplicación, su praxis.
Los aspirantes pueden acaso ventilar cuitas y desactivarlas con relativa facilidad y hasta con economía de vocabulario. Arreglarse (se ufanan) como personas civilizadas.
En la base de la pirámide esto se vive de manera muy diferente. La emoción comprometida en la etapa previa no se diluye tan fácil, ni se elimina por decreto.
Sus apasionadas huestes son algo más socarronas. Por definición, los seguidores no están hechos para la complejidad de los acuerdos cupulares, donde la actitud adversarial se transmuta fácilmente por alianza, la disputa por complicidad, sonrisa y apretón de manos.
Arriba lo entienden, explíquenselo a los de abajo. No depondrán tan fácil su deportiva práctica del golpe felón, el caballazo, la puñalada artera.
Familias separadas, amistades que se pierden (o interrumpen) por tener sus veladoras puestas en un santo diferente.
Discusiones que parecen calca de las polémicas futboleras, donde la testarudez desborda sin remedio a la vista.
Acaso peor porque (a diferencia de las rivalidades deportivas) en política la identidad del ganador afecta al ingreso.
O al menos así quieren que sea. Así sueñan pensando que sus expectativas laborales pueden cambiar si llega el “bueno” previamente idealizado.
Ese salvador con cara de billete de lotería, esperado devotamente cada tres, cada seis años. Imagine usted, si así se comportan con firma y acuerdo de unidad, cómo sería sin ello.
Aquí es donde la conjunción de dos palabras (“todos quieren”) alcanza dimensiones metafísicas. Ángeles y demonios trenzados en feroz batalla por la más elemental supervivencia.

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