Los “ninis” de Tamaulipas

El término “nini” se acuñó hace poco tiempo, y se refiere en forma despectiva o singular a los individuos que ni estudian, ni trabajan, de ahí su conformación gramatical.
Aplica por lo general a los jóvenes; se dice que son los que han estudiado o dejado truncos sus procesos de formación académica y no tienen oportunidades laborales, tan escasas en nuestros días por la sobreoferta de empleados recomendados en puestos donde no tienen el perfil, pero cuentan con una adecuada carta de recomendación.
El principal enemigo de los “ninis” es la misma autoridad, donde se encuentran incrustados en las nóminas muchos familiares de quienes ostentan un buen cargo, y han hecho lo posible por que sus descendientes sean empleados.
De esta forma, algunos establecen que se propicia la “fuga de cerebros” tan común en los años setentas del siglo pasado y en nuestros días, donde personas con una enorme capacidad y formación académica o investigadora son contratados por empresas extranjeras, donde se les paga decorosamente y se les permite tener expectativas de crecimiento.
Hemos sido testigos de personas que son becadas por instituciones educativas con la promesa de incorporarse posteriormente a su planta laboral, y de esa forma devengar la inversión que se ha hecho en ellos. No se entiende sinceramente que una universidad prepare sus recursos humanos investigadores y de posgrado y luego no les pueda ofrecer un empleo digno o decoroso y tengan que emigrar. Estos casos se presentan muy seguido y no son la mejor de las pruebas de eficiencia.
Cuesta mucho dinero preparar a la gente, cuesta mucho esfuerzo conseguir un prestigio internacional, como para que no se pueda aprovechar.
Los datos son espeluznantes: uno de cada cinco jóvenes de Latinoamérica no estudia ni trabaja; un grupo de más de 20 millones de personas que aumentó en los últimos años pese a la expansión económica y la menor pobreza, y que amenaza con a vivar las diferencias en la región más desigual del mundo, según un informe del Banco Mundial.
Los “ninis”, cuyas edades oscilan entre los 15 y 24 años son una realidad, y provienen de familias pobres, que no tienen recursos para mantener a tanto miembro, pero que ante la realidad que viven, empeoran su situación económica y social.
Son parte de un círculo vicioso formado por hogares desestructurados que tienen muchos fracasos escolares y falta de acceso a un justo mercado laboral, y eso los lleva a acercarse en importantes porcentajes a la delincuencia, según un estudio presentado hace unas semanas en Washington, y en el que se dice que el efecto adversos de los “ninis” en los ingresos no únicamente reduce el producto total de la economía debido a una menor productividad laboral, porque obstaculiza la igualdad social.
El estudio refiere que en las próximas dos décadas América Latina alcanzará su proporción máxima de población en edad de trabajar, y proponen políticas para la “primera infancia” e intervenciones adecuadas para promover valores y el apego a la escuela, principal factor que conlleva al aumento de “ninis”.
Dicen los expertos que si damos a los jóvenes las herramientas adecuadas para ser productivos, si hay oportunidades laborales justas, la región podría tener una enorme ventana de oportunidades, según uno de los autores del estudio de referencia.
Cada cambio de sexenio hay muchas renuncias y puestos que se crean, ye s donde podrían encajar nuestros muchachos preparados en nuestras universidades, parte de nuestras familias, de nuestra sociedad.
Es tiempo de ser justo con ellos, con los que están con nosotros y a quienes debemos gran parte del esfuerzo cotidiano.
Es tiempo de evitar que siga habiendo “ninis” por culpa de una absurda crisis, o de un excesivo influyentismo.

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