Justicia sin distingos

Los mexicanos estamos hartos del influyentismo que priva en todas partes: los colores nada tienen que ver, porque de todos los institutos políticos hay quien abusa de sus cargos, en la forma que sea o le plasca: ya tienen a los familiares en las nóminas, ya tienen vehículos oficiales para sus asuntos personales y para llevar a sus hijos a la escuela o para que su pareja vaya al súper, ya se van de vacaciones con dinero público y más.
Otros piensan que se merecen el oro y el Moro, y comen en lujosísimos restaurantes cuando invitan a alguien para tratar algo oficial. En Victoira, hay tres restaurantes que son la excelencia en todo su apogeo gastronñómico, pero igualmente son sitios donde hay que pagar y mucho, y viven gracias al gobierno que paga cuantiosas cuentas donde incluyen lo mismo platillos raros que bebidas exóticas.
Cuando un trabajador sale de comisión no le permiten nada de bebidas alcohólicas; no sea subdirector o algo más, porque se le permiten todos los excesos., hace poco causó baja como presidenta del Tribunal electoral una persona que, haciendo alarde de poca honorabilidad y carencia de formación familiar pagaba sus cremas de belleza con recursos oficiales.
Habría que ver las facturas que pagó el gobierno de Tamaulipas por las cremas y Botox que se facturaron en esta ciudad en el sexenio de la perdición.
Y lo que todos queremos es que haya trato justo y equitativo.
No tienen por qué andar en camionetas con forro de piel, porque está comprobado que no se les escaldará el trasero por viajar en cualquier vehículo normal. No son seres de otro nivel: son tan humanos como todos nosotros, con la diferencia de que los que no somos ofuncinoarios vivimos de acuerdo a nuestros ingresos, y esta clase vive de acuerdo a los presupuestos que les permiten arañar.
Y queremos que haya métodos de revisión justos y escrupulosos, donde se vigile que no haya excesos de nadie. De hecho, no tendría que haber ni de un presidente, gobernador o alcalde, porque no tienen por qué vivir en el lujo ajeno y oficial. No se les eligió para que se consideren como de sangre azul, sino para que sirvan y no que se sirvan.
Es por ello que los ciudadanos pedimos que todo sea justo, que no existan abusos y se apliquen los criterios para todos.
Insistimos en la necesidad de que haya trato equitativo para todos los mexicanos que tenemos trato con el sector oficial.
Quisiéramos que ajusten las prestaciones salariales para que todos, absolutamente todos tengamos acceso a la medicina que nos indica el especialista y no a las genéricas que no nos funcionan, que tengamos las mismas oportunidades. Eso queremos todos, y que no existan abusos como el recientemente presentado por duplicado, donde el junior de una diputada tricolor ha sido nmbrado dos veces como delegado de una dependencia federal, y las dos veces echado por tramposo, porque legalmente está inhabilitado, y nos gustaría haber visto el castigo a quien insiste en nombrarlo, así como en quien le recomienda para que sea nombrado fuera de la ley, es decir, su madre, quien lejos de ser representante de la ley gusta de apoyar el influyentismo a favor de su junior, bastante crecidito, por cierto, y que ya debiera bastarse por sí mismo.
Esa es la justicia que queremos: que nadie salga con abusos de ningún tipo, que no haya pasos de luz roja de camionetas oficiales o de funcionarios, que no nos restrieguen sus Suburbans de lujo en cada oportunidad, porque ni son de ellos, que no abusen de la ciudadanía que ya está cansada y seguramente, en las elecciones próximas habrá de manifestar este hartazgo de la forma en que no les gustará a muchos.
Pero que es la que nos dejan, porque ya no les queremos, a esa mal llamada “clase” política, que a juzgar por la mayoría de los ciudadanos, es solamente una camarilla de abusadores, tramposos y prepotentes.
Queremos un México justo para nuestros hijos. ¿Es mucho pedir?
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