La inviabilidad de las pensiones

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Lo saben los matemáticos, los actuarios y también lo sabemos los economistas: no hay viabilidad futura en el sistema de pensiones; que los polí­ticos en el poder se atrevan a afirmar que, dentro de 20 o 25 años, cuando esta generación actual nos jubilemos lo haremos con una pensión es algo absolutamente falso.
¿Por qué no dicen la verdad? Porque es polí­ticamente incorrecto; porque es electoralmente inviable; y porque, provocarí­a un enorme descontento civil y laboral, ¿a quién le darí­a tranquilidad saber que su futuro como viejo pasa por un enorme desasosiego y desamparo económico?
En España, estos íºltimos dí­as, las calles están socialmente incendiadas llenas de jubilados protestando por la precariedad de sus pensiones y porque este año recibieron de incremento el equivalente a un euro, cuando el coste de la vida es muy superior.
Todas las calles, de todas las ciudades del paí­s ibérico, han estado plagadas de valientes hombres y mujeres que han desafiado -contra todo pronóstico- las inclemencias del tiempo para hacerse escuchar, gritarle al gobierno del presidente Mariano Rajoy que si no hace algo y pronto, no volverán a votar por el Partido Popular; y mucho peor, se quedarán en las aceras píºblicas protestando y a ver quién es el guardia civil o el policí­a que se atreverá a darle de porrazos a personas de más de 70 años de edad.
En el íºltimo quinquenio el pago de las pensiones en España araña las paredes, la hucha de las contribuciones es deficitaria y se habla en los pasillos del Congreso y de la Moncloa de la propuesta de privatizar el sistema de pensiones o si no por lo menos una parte de éste y que el trabajador actual comience a aportar de forma privada. Como se hace en México.
Si no privatizarlo totalmente, al menos conservarlo mixto, pero lo insostenible es cargarlo por completo al sistema píºblico¦ la gente en las plazuelas dice que si se termina la corrupción¦ se puede; que si a los polí­ticos se les quitan sus sueldazos¦ se puede; que si se acaban los excesos y los privilegios¦ se puede. Que todo es un asunto de voluntad polí­tica.
Pero no es así­, no siempre querer es poder. En el sistema de pensiones no sucede la falacia de Malthus del reparto de alimentos en el mundo respecto de la proporción demográfica en la que segíºn el clérigo inglés llegarí­amos a un punto en que la sobreexplotación demográfica, su exceso, serí­a imposible satisfacerse la disponibilidad de alimentos. Esto es falso.
Hoy en dí­a el desperdicio de alimentos y la incorporación de la biotecnologí­a demuestran todo lo contrario lo que persiste es una mala distribución no una carencia de los mismos; no obstante, en el tema de la configuración de las pensiones, su arquitectura, va camino del fracaso.
El arquetipo social de recibir una paga después del retiro, una vez que llegue la edad del cese laboral y de disfrutar de las cerezas sembradas, es un complejo algoritmo intrí­nsecamente relacionado con variables asimismo complejas como la esencia humana de la vida misma.
Y es que hablamos de una relación entre demografí­a, grupos etarios, pirámide de población económicamente activa, pleno empleo, inflación, salarios, dinamismo de la iniciativa privada, expansión del empleo píºblico; y estabilidad del sistema financiero.
El envejecimiento de la población mundial es una realidad sé que no es homogéneo pero acontece al menos en los sistemas más productivos y lo que es una certeza es que los problemas laborales los hay de forma generalizada sean economí­as más o menos desarrolladas; más o menos industrializadas.
Encontrar una proporción ecuánime, eficaz y permanente en el tiempo entre población activa y/o jubilados es un absurdo porque cada vez requeriremos de más población económica activa dentro de un esquema formal para sostener a la creciente masa de retirados además cada vez más y más longevos.
No debemos obviar que el sistema financiero NO está vacunado en el tiempo “su larga espiral de crisis- y hace vulnerables a los instrumentos para el retiro dado que éstos son invertidos por muchos años. Lo vemos con las minusvalí­as en las Afores.
A COLACIí“N
Cada vez más paí­ses reforman la edad de jubilación subiéndola a fin de hacer que el trabajador en activo aporte y cotice más, el meollo es que por diversas razones vamos hacia una mayor longevidad; ya hay propuestas en economí­as europeas que hablan de los 70 años para seguir laborando.
Estos dí­as, la ira y la rabia en las calles españolas, tapizadas de cabecitas encanecidas denunciando que malviven con su paga mensual como pensionistas son la representación resumida de los temores que escalofriantemente recorren la mente de millones de trabajadores alrededor del mundo: ¿Y el dí­a de mañana, acaso yo recibiré una pensión? ¿Podré como anciano quejumbroso y enfermo vivir dignamente de ella? Créame, amigo lector, ambos cuestionamientos nos intranquilizan a millones y millones.
Yo cuando lo razono como economista sé que en 20, 25 o 30 años, en el momento crucial, no tendré otra opción más que seguir produciendo, seguir escribiendo y cobrando por mi trabajo; lo íºnico, en el presente, es ahorrar e invertir en activos fijos y pasados los 60 años contar con un buen seguro de gastos médicos privados. Y tener fe¦

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