El origen y desarrollo de AA

Con la participación de autoridades pertenecientes a las áreas de Salud, de Seguridad Píºblica y con un conceptuoso mensaje pronunciado por el Obispo de Victoria, Antonio González Sánchez, se festejó en esta capital el LXXXIII aniversario de la Fundación de Alcohólicos Anónimos (AA), organización mundial que ha contribuido a la rehabilitación de millones de adictos a diversas sustancias quienes han encontrado en los grupos de autoayuda verdaderos oasis para enderezar sus vidas convirtiéndose en hombres y mujeres íºtiles y felices.

En su emotiva participación, el obispo AGS hizo una analogí­a entre la bíºsqueda de la santidad que predica el cristianismo y la conversión de miles de personas de todas las razas, edades, credos y nacionalidades que se acercan a los grupos de recuperación en busca de la redención ya que, de acuerdo con esa idea, la anhelada sobriedad permite a la gente tener una mutación de seres caóticos, incrédulos, improductivos e ingobernables que se transforman en elementos ordenados, misericordiosos, trabajadores y respetuosos de las normas lo cual les permite recuperar el amor de sus familias, los empleos y el respeto de su comunidad.

Con sus participaciones, Aarón, César, Libia, Luis R, Joel, José Luis, Enrique y otros hombres y mujeres que luchan por su recuperación del alcoholismo y otras adicciones, pusieron de relieve que durante 83 años AA haya sido un puerto seguro para quienes naufragaron luego de las parrandas. En lo personal agradezco que se me haya invitado a participar en el evento realizado el domingo por la mañana, en el salón del SUTUAT, donde hablé brevemente acerca de la historia de esta venerable organización. A continuación, un resumen del tema:

A.A. tuvo su comienzo en 1935, en Akron, Ohio, como resultado del encuentro de Bill W., un agente de Bolsa de Nueva York, y el Dr. Bob S., un cirujano de Akron. Ambos habí­an sido alcohólicos desahuciados. Antes de conocerse, Bill y el Dr. Bob habí­an tenido contacto con el Grupo Oxford, una sociedad compuesta en su mayor parte de gente no-alcohólica, que recalcaba la aplicación de valores espirituales a la vida diaria. En aquella época, los Grupos Oxford de América estaban dirigidos por el renombrado clérigo episcopaliano Samuel Shoemaker.

Bajo esta influencia espiritual, y con la ayuda de su viejo amigo, Ebby T., Bill habí­a logrado su sobriedad y habí­a mantenido su recuperación trabajando con otros alcohólicos, a pesar del hecho de que ninguno de sus candidatos se habí­a recuperado. Mientras tanto, el ser miembro del Grupo Oxford de Akron no le habí­a dado al Dr. Bob la suficiente ayuda como para lograr su sobriedad. Cuando por fin el Dr. Bob y Bill se conocieron, el encuentro produjo en el Dr. Bob un efecto inmediato. Esa vez, se encontraba cara a cara con un compañero alcohólico que habí­a logrado dejar de beber. Bill recalcaba que el alcoholismo era una enfermedad de la mente, de las emociones y del cuerpo.

Este importantí­simo hecho se lo habí­a comunicado el Dr. William D. Silkworth, del Hospital Towns de Nueva York, institución en la que Bill habí­a ingresado varias veces como paciente. Aunque era médico, el Dr. Bob no sabí­a que el alcoholismo era una enfermedad. Las ideas contundentes de Bill acabaron convenciendo a Bob y pronto logró su sobriedad y nunca volvió a beber. Ambos se pusieron a trabajar inmediatamente con los alcohólicos confinados en el Hospital Municipal de Akron. Como consecuencia de sus esfuerzos, un paciente pronto logró su sobriedad. Aunque no se habí­a inventado todaví­a el nombre Alcohólicos Anónimos, estos tres hombres constituyeron el níºcleo del primer grupo de A.A. En el otoño de 1935, el segundo grupo fue tomando forma gradualmente en Nueva York.

El tercer grupo se inició en Cleveland en 1939. Se habí­a tardado más de cuatro años en producir 100 alcohólicos sobrios en los tres grupos fundadores. A principios de 1939, la Comunidad publicó su libro de texto básico, Alcohólicos Anónimos. En este libro, escrito por Bill, se exponí­an la filosofí­a y los métodos de A.A., la esencia de los cuales se encontraba en los ahora bien conocidos Doce Pasos de recuperación. El libro también llevaba los historiales de 30 miembros recuperados. De este punto en adelante, A.A. se fue desarrollando rápidamente. También en 1939, el Cleveland Plain Dealer publicó una serie de artí­culos acerca de A.A., suplementada por algunos editoriales muy favorecedores.

El grupo de Cleveland, compuesto de unos 20 miembros, se vio inundado con incontables síºplicas de ayuda. A los alcohólicos que llevaban unas cuantas semanas sobrios se les encargó trabajar con los nuevos casos. Con esto se dio al movimiento una nueva orientación, y los resultados fueron fantásticos. Pasados unos pocos meses, el níºmero de miembros de Cleveland habí­a ascendido a 500. Por primera vez, habí­a evidencia de que la sobriedad podrí­a producirse en masa. Entretanto, Bob y Bill habí­an establecido en Nueva York en 1939 una junta de custodios para ocuparse de la administración de la Comunidad recién nacida. Algunos amigos de John Rockefeller, Jr. serví­an en este consejo, junto con miembros de A.A. Se dio a la junta el nombre de la Fundación Alcohólica.

Sin embargo, todos los intentos de recoger grandes cantidades de dinero fracasaron, porque el Rockefeller habí­a llegado a la conclusión prudente de que grandes sumas de dinero podrí­an estropear la naciente sociedad. No obstante, la fundación logró abrir una pequeña oficina en Nueva York para responder a las solicitudes de ayuda e información y para distribuir el libro de A.A.”una empresa, dicho sea de paso, que habí­a sido financiada principalmente por los miembros de A.A. El libro y la nueva oficina pronto resultaron ser de gran utilidad. En el otoño de 1939, la revista Liberty publicó un artí­culo acerca de A.A. y, como reacción, llegaron a la oficina unas 800 urgentes solicitudes de ayuda. En 1940, el Sr. Rockefeller celebró una cena para A.A., a la cual invitó a muchos de sus eminentes amigos.

Este acontecimiento suscitó otra oleada de síºplicas. A cada solicitud, se le respondí­a con una carta personal y un pequeño folleto. Además, se hací­a mención del libro Alcohólicos Anónimos, y pronto se empezaron a distribuir numerosos ejemplares del libro. Con la ayuda de cartas enviadas de Nueva York y de miembros de A.A. viajeros provenientes de centros ya establecidos, nacieron muchos grupos. A finales del año, habí­a 2,000 miembros de A.A. Entonces, en marzo de 1941, apareció en el Saturday Evening Post un excelente artí­culo acerca de A.A., y la reacción fue tremenda. Para finales de ese año, el níºmero de miembros habí­a ascendido a 6,000 y el níºmero de grupos se habí­a multiplicado proporcionalmente. La Comunidad fue extendiéndose a pasos gigantescos por todas partes de los Estados Unidos y Canadá.

Segíºn www.aa.org, en 1950, habí­a en todas partes del mundo unos 100,000 alcohólicos recuperados. Por muy impresionante que fuera ese desarrollo, la década de 1940 al 1950 fue una época de gran incertidumbre. La cuestión crucial era si todos aquellos alcohólicos volubles podrí­an vivir y trabajar juntos en sus grupos. ¿Podrí­an mantenerse unidos y funcionar con eficacia? Esa pregunta quedaba todaví­a sin respuesta. El mantener correspondencia con miles de grupos referente a sus problemas particulares llegó a ser uno de los principales trabajos de la sede de Nueva York. No obstante, para el año 1946, ya era posible sacar algunas conclusiones bien razonadas en lo concerniente a las actitudes, costumbres y funciones que se ajustarí­an mejor a los objetivos de A.A. Estos principios, que habí­an surgido de las arduas experiencias de los grupos, fueron codificados por Bill en lo que hoy dí­a se conoce por el nombre de las Doce Tradiciones de A.A.

Para 1950, el caos de los tiempos anteriores casi habí­a desaparecido. Se habí­a logrado enunciar y poner en práctica con éxito una fórmula segura para la unidad y el funcionamiento de A.A. Durante esa frenética década, el Dr. Bob dedicaba sus esfuerzos al asunto de la hospitalización de los alcohólicos y a la tarea de inculcarles los principios de A.A. Los alcohólicos llegaban en tropel a Akron para obtener cuidados médicos en el hospital Santo Tomás, una institución administrada por la iglesia católica. El Dr. Bob se integró en el cuerpo médico de este hospital, y él y la extraordinaria Hermana Ignacia, también del personal del hospital, facilitaban atención médica e inculcaban el programa de A.A. a unos 5,000 enfermos.

Después de la muerte del Dr. Bob en 1950, la Hermana Ignacia siguió trabajando en el Hospital de la Caridad de Cleveland, donde contaba con la ayuda de los grupos locales y donde otros 10,000 alcohólicos enfermos encontraron A.A. por primera vez. Este trabajo era un preclaro ejemplo de disposiciones hospitalarias que permití­an que A.A. cooperara venturosamente con la medicina y la religión. En ese mismo año de 1950, A.A. celebró en Cleveland su primera Convención Internacional. En esa convención el Dr. Bob hizo su íºltimo acto de presencia ante la Comunidad y, en su charla de despedida, se enfocó en la necesidad de mantener simple el programa de Alcohólicos Anónimos. Junto con los asistentes, él vio a los delegados adoptar las Doce Tradiciones de A.A. para el uso permanente de la Comunidad en todo el mundo. (Murió el 16 de noviembre de 1950.)

Al año siguiente ocurrió otro acontecimiento muy significativo. Las actividades de la oficina de Nueva York habí­an sido grandemente ampliadas y en esas fechas incluí­an las relaciones píºblicas, consejo a los nuevos grupos, servicios a los hospitales, a las prisiones, a los Solitarios e Internacionalistas, y cooperación con otras agencias en el campo del alcoholismo. La sede también publicó libros y folletos œuniformes de A.A. y supervisaba la traducción de esta literatura a otros idiomas. Nuestra revista internacional, el A.A. Grapevine, ya tení­a una elevada circulación. Estas actividades y otras más habí­an llegado a ser indispensables para A.A.

No obstante, estos servicios vitales estaban todaví­a en manos de una aislada junta de custodios, cuyo íºnico ví­nculo con la Comunidad habí­an sido Bill y el Dr. Bob. Como los cofundadores habí­an previsto años atrás, llegó a ser imperativo vincular a los custodios de los servicios mundiales de A.A. (ahora la Junta de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos) con la Comunidad a la cual serví­an. Por lo tanto, se convocó una reunión de delegados de todos los estados y provincias de los EE. UU. y Canadá. Así­ constituido, este organismo de servicio mundial se reunió por primera vez en 1951. A pesar de cierta aprensión suscitada por la propuesta, la asamblea tuvo un gran éxito.

Por primera vez, los custodios, anteriormente aislados, eran directamente responsables ante A.A. en su totalidad. Se habí­a creado la Conferencia de Servicios Generales de A.A. y, por este medio, se habí­a asegurado el funcionamiento global de A.A. para el futuro. La segunda Convención Internacional tuvo lugar en St. Louis en 1955 con motivo de la conmemoración del 20º aniversario de la Comunidad. Para aquel entonces, la Conferencia de Servicios Generales ya habí­a demostrado su indudable valor. En esa ocasión, en nombre de los pioneros de A.A., Bill transfirió a la Conferencia y a sus custodios la futura vigilancia y protección de A.A. En ese momento, la Comunidad tomó posesión; A.A. llegó a su mayorí­a de edad.

Si no hubiera sido por la ayuda de los amigos de A.A. en sus primeros dí­as, es probable que Alcohólicos Anónimos nunca hubiera existido. Y de no haber contado con la multitud de amigos que, desde entonces, han contribuido con su tiempo y su energí­a”especialmente nuestros amigos de la medicina, la religión y los medios de comunicación”A.A. nunca podrí­a haber crecido y prosperado. La Comunidad expresa su perenne gratitud por esta amistosa ayuda. El 24 de enero de 1971, Bill murió de pulmoní­a en Miami Beach, Florida, donde”hací­a siete meses”habí­a pronunciado ante la Convención Internacional del 35º Aniversario lo que resultaron ser sus íºltimas palabras a sus compañeros de A.A.: œDios les bendiga a ustedes y a Alcohólicos Anónimos para siempre.

Desde entonces, A.A. ha llegado a ser una comunidad de extensión mundial, lo cual ha demostrado que la manera de vivir de A.A. hoy dí­a puede superar casi todas las barreras de raza, credo e idioma. La Reunión de Servicio Mundial, celebrada por primera vez en 1969, ha venido efectuándose cada dos años desde 1972, alternando su sitio entre Nueva York y una ciudad de ultramar. Los delegados de la R.S.M. se han reunido en Londres, Inglaterra; Helsinki, Finlandia; San Juan del Rí­o, México; Guatemala, Guatemala; Munich, Alemania; Cartagena, Colombia; Auckland, Nueva Zelanda; y Oviedo, España, entre otras ciudades ubicadas en distintos continentes.

Correo: [email protected]

(Visited 1 times, 1 visits today)