La Matrix de AMLO

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¿La pelí­cula que nadie entiende?… Cuentan los cinéfilos experimentados que cuando los hermanos WACHOWSKI se dieron a la tarea de filmar œThe Matrix (marzo-agosto de 1998) ya tení­an visualizada de manera integral la historia en sus tres etapas básicas: guión, rodaje y edición.

Con un defecto: nada más ellos lo sabí­an. El personal promedio de la producción (incluyendo el elenco) trabajó a ciegas durante buena parte del tiempo.

No entendí­an en dónde encajaba cada pieza, monólogos, balaceras, persecuciones, saltos al vací­o o alguna mano atravesando un espejo. Ni por qué un gato cruzaba varias veces por el mismo pasillo.

Camarógrafos y utileros, artistas estelares y de reparto, se vieron enfrascados en un esfuerzo discontinuo, inverosí­mil, disperso, aparentemente sin rumbo.

Por ello, en el mundillo del showbiz, la obra en ciernes mereció un apodo burlón, aunque muy descriptivo: œLa pelí­cula que nadie entiende.

Y por la misma razón, cuando le ofrecieron el papel de MORPHEUS al actor británico SEAN CONNERY (el viejo 007) decidió rechazarlo, aduciendo que jamás pudo entender el guión. El personaje fue finalmente interpretado por el afroamericano LAURENCE FISHBURNE.

El fenómeno ocurre en cine y en muchos esfuerzos de orden grupal, incluso colectivo, en todos los ámbitos de la vida profesional.

Quienes comandan un proyecto pueden estar trabajando sobre un auténtico rompecabezas, cuyo orden definitivo se guardan hasta la etapa final, a menudo para conservar cierta flexibilidad en la toma de decisiones. Y también por seguridad, para evitar filtraciones.

Por ende, colaboradores y simpatizantes se ven obligados a entregar toda su confianza a quienes los dirigen o representan, esperando que (¡al menos!) sepan lo que están haciendo.

Acaso quepa la comparación aquí­ con la secuela de interrogantes que a lo largo de la campaña electoral fueron surgiendo en torno al programa de gobierno que carga AMLO en lo más profundo de su morral.

Ocurrió a menudo, cuando el hombre señalaba propósitos generales y se abstení­a de agregar las metas especí­ficas. Cuando invocaba el œqué, sin dignarse informar del œcómo.

De aquí­ la queja que menudeó tras las entrevistas en medios y también después de los debates. El combate a la corrupción lo era todo. ¿Polí­tica internacional?, acabar con la corrupción, ¿sector energético?, acabar con la corrupción, ¿empleo, crecimiento, seguridad nacional, programa agropecuario?…

Todo acababa en lo mismo: acabar con la corrupción.

Tan machacona y monotemática era la respuesta que algíºn columnista nacional comparó a Lí“PEZ OBRADOR con cierto personaje de CANTINFLAS (el œSietemachos) quien, habiendo ingerido un brebaje amoroso, solo tení­a una respuesta mecánica ante cualquier intento de conversación: œquiero a mi Chole, quiero a mi Chole, quiero a mi Chole.

¿Ausencia de proyecto, falta de imaginación?… Dicha cortina de humo tendida por AMLO sobre sus verdaderas intenciones generó dudas y dio pie a que sus adversarios lo etiquetaran como ignorante.

En el mejor de los casos, pobreza de vocabulario, incapacidad para aterrizar ideales románticos en fines concretos y programas viables.

Y así­ llegó el tiempo señalado. Pasada la elección, consumado el insólito triunfo, ocurre que empiezan a divulgarse los œcómos y también a prefigurarse las rutas hacia objetivos que, por principio, se antojan irrealizables.

Siendo francos, nada garantiza todaví­a que sus propuestas más audaces puedan aterrizar con éxito. Ello solamente lo sabremos hasta el ejercicio de su gobierno.

Lo que si podemos adelantar (y acaso sumar a nuestra colección de asombros) es que ANDRí‰S MANUEL ha mantenido en penumbra su plan de operaciones de manera deliberada. No es torpeza, sino astucia, perfidia.

Ciertamente, durante el primer mes posterior al triunfo (julio) ha ido liberando, a cuentagotas, lo que podrí­amos calificar como lí­neas generales de trabajo. Aunque justo es decir que buena parte del proyecto continíºa en el armario.

Sin duda, el primero de septiembre será un umbral importante en este proceso de desdoblamiento, cuando las nuevas cámaras empiecen a ventilar iniciativas de reforma.

En paralelo, habrí­a un par de hitos pendientes, importantes para un hombre que se maneja siempre en el plano simbólico:

(1) El formal reconocimiento como presidente electo y (2) el sexto informe de PEí‘A NIETO, íºltimo suspiro del establishment prií­sta, después de lo cual, el mexiquense se esfuma del panorama para convertirse en historia.

Aun así­, cabe pensar que todaví­a quedará un reservorio de jugadas, cuyo estreno estarí­a programado para el primero de diciembre, los dí­as y semanas posteriores.

Como en la pelí­cula arriba mencionada, al paso del tiempo hemos ido encontrando forma al guión aprobado por el voto, el primero de julio pasado.

Estamos hoy en proceso de realización, pero el sentido completo de la obra lo entenderemos hasta que el Editor en Jefe ordene y disponga juntar los pedazos.

Por lo pronto, los elementos disí­mbolos (a ratos disparatados) de esta œCuarta Transformación, permiten ya deducir una estructura oculta, una red de vasos comunicantes.

Que tan fuerte o exitosa, la práctica lo dirá.

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