Los cines, una tradición perdida

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Nuevo Laredo, Tamaulipas.-Perdido en el corazón de la colonia Juárez, el Cinema Palacio luce aíºn de pie, semi destruido por el paso del tiempo y del olvido; sobrio, majestuoso y terco ante la modernidad que amenaza con destruirlo al igual que una docena de pequeños cines de barrio que surgieron durante la llamada época de oro del cine mexicano, en las décadas de los años 30 y 40, cuando la ciudad apenas contaba con poco más 20 mil habitantes.

De aquellos viejos cines solo queda el recuerdo y si acaso viejos y derruidos edificios, testigos de una grandeza que se perdió en el tiempo, pero solo el Cinema Palacio se resiste, y aunque está perdido en una de las colonias más populares de esta ciudad, la tecnologí­a y la modernidad amenazan con hundirlo también en el olvido.

Así­ luce ahora este cine, ubicado en las calles Morelos y Mina, en un espacio de poco más de mil metros cuadrados, tapiado de sus accesos para evitar el vandalismo, con su clásica marquesina a punto de caer e indiferente ante el paso de peatones que seguro nunca visitaron este í­cono de los cines teatro en Nuevo Laredo.

Cuenta Raymundo Rí­os Tamayo, presidente de la Sociedad Histórica de Nuevo Laredo AC, que en los años 30 hasta los 50 florecieron en la ciudad al menos una docena de pequeños cines de barrio, los que ofrecí­an funciones al aire libre a la chamacada y a las familias de las colonias en donde estaban.

œEran cines familiares muy chicos y todos al aire libre, y los chamacos nos reuní­amos al salir de la escuela para ir al cine, porque se proyectaban pelí­culas del cine mexicano de los actores más famosos de la época, comenta don Raymundo, al ser entrevistado sobre este tema en el interior de una cafeterí­a de la avenida Guerrero.

A través de estas pequeñas salas de cine popular los neolarendeses de aquella época conocieron a figuras del cine mexicano e internacional como Dolores del Rí­o, Charles Chaplin, Mary Pickford, Ramón Novarro y Rodolfo Valentino entre otros famosos, segíºn narra en sus escritos el cronista í“scar Calderón Guzmán, autor de varios artí­culos relacionados con este tema.

Con la plática el recuerdo invade a Don Raymundo y detiene unos instantes sus comentarios al rememorar sus años de niño en los años 50, cuando estudiaba en la primaria revolución, muy cerca del pequeño cine al aire libre conocido como ˜Cine Alijadores™, ubicado en las calles González y Luis Caballero, que era administrado por el Sindicato de Alijadores Sección 2, cuyo secretario era Ventura Martí­nez.

En este cine se proyectaban las pelí­culas más famosas del cine mexicano e internacional, ya que Estados Unidos y sus aliados estaban muy ocupados por la guerra, y esto permitió que México fuera productor mundial de pelí­culas de gran calidad.

Cines de Barrio

Así­ viví­an en Nuevo Laredo sus habitantes en los años dorados del cine mexicano, cuando el mundo se convulsionaba por los efectos de la guerra, lo que permitió que en México floreciera esta industria a nivel mundial, y esta ciudad no serí­a la excepción con la instalación de pequeñas salas de proyección de un cine netamente familiar.

œEra mucha la felicidad que sentí­amos al acudir al cine después de la primaria, porque el cine estaba en nuestra colonia, y formábamos grupitos de chamacos muy sencillos para ir al cine al aire libre, pero las funciones eran de noche, explica.

Pequeñas salas abiertas permití­an a las familias disfrutar de buen cine y de un clima agradable, sobre todo en el verano, por lo que estas salas con capacidad para 200 o 300 personas se abarrotaban, y sus propietarios eran gente conocida de la ciudad o de las mismas colonias.

Don Raymundo rebusca en su memoria los recuerdos para ubicar algunos de estos peculiares cines, y menciona algunos que tomaron el nombre de las colonias en donde estaban asentados, como los cines Hidalgo, Nacional, Independencia, Alijadores (colonia Hidalgo), Zaragoza (colonia Zaragoza), Isabel (colonia Victoria), Tropical (plaza de toros Nuevo Laredo), Juárez (colonia Juárez), Brasil (plaza de toros El Charro), y el famoso autocine Serenata, ubicado en el kilómetro 10 de la carretera Nacional.

œComo eran cines muy familiares habí­a mucha tranquilidad y seguridad, tanto que hasta dejábamos las puertas de nuestras casas abiertas para acudir al cine, relata.

En los escritos de í“scar Calderón ˜Historia del Cine en Nuevo Laredo (2017)™ se mencionan otros cines como el Concordia que estaba en la Plaza Hidalgo, mientras que el teatro Independencia era solo un jacalón de madera en la calle Doctor Mier y que luego se cambió sobre esa calle entre Matamoros y Juárez.

Estaba también el cine Progreso sobre la calle Belden, frente al mercado, y el cine Colonial, ubicado sobre la Guerrero, entre Períº y Guatemala, cuyo propietario era Lázaro Palacios, quien en su auto anunciaba las pelí­culas que iba a proyectar.

œEl primer cine que conocí­ fue el Hidalgo, que era de Don Ignacio Pérez Rodrí­guez, que estaba sobre la González, entre San Bernardo y La Fuente y que ahora son Donaciano Echavarrí­a y La Fuente, en la colonia Hidalgo, al sur del parque Mendoza, y estaba en el local que ahora ocupa el periódico Primera Hora, relata don Raymundo. Este cine tení­a un segundo piso y era uno de los cines más populares de la ciudad.

Del tema, el cronista e historiador, Manuel Ceballos, explica que esos eran cines locales que pertenecí­an a familias de la ciudad, como el cine Palacio que era propiedad de la familia Juárez, mientras que el cine Alameda era de la familia Longoria, y eran cines al estilo antiguo como los de Monterrey que también eran teatros con muchos adornos.

œYo era niño cuando iba al cine Alameda porque quedaba cerca de la casa de mis abuelos, y era un teatro con grandes cortinas, explica.

Recuerda que sus abuelos le daban uno o dos pesos para ir al cine, œpero me iba antes para esperar al gerente que era el señor de La Garza, y llegaba con el sirope de las aguas frescas y le ayudaba a bajarlo y pasaba gratis, y hací­a trampa para entrar gratis al cine, recuerda con simpatí­a.

Del cine Serenata recuerda Cebaos que un dí­a a la semana habí­a el llamado ˜carro lleno™ que consistí­a en el ingreso de un vehí­culo por un solo boleto de entrada, pero su padre llevaba una camioneta grande, y en ese dí­a la llenaba de muchachos de la colonia Juárez, œy recuerdo muy bien ese detalle, explica mientras esboza una abierta carcajada.

Otro detalle que recuerda bien es cuando acudió al cine América, ya que el padre Lozano obligó a todos los feligreses a ver la pelí­cula de moda que era ˜Marcelino, Pan y Vino™, además de proyectar pelí­culas de vaqueros.

Los ˜nuevos™ cines

Pero con el paso del tiempo estos pequeños cines de barrio desaparecieron para dar lugar a cines más grandes, mejor construidos y más modernos que surgieron a medados de la década de los años 40, como el lujoso cine Alameda sobre la calle González y frente a la plaza Hidalgo. Su delicada decoración de bajos relieves, obra del escultor Ignacio Martí­nez Rendón, le daban sobriedad a este cine cuyos elegantes cortinajes lo comparaban con las mejores salas del paí­s.

En esos años surgió el cine América, relata en sus escritos el cronista Calderón, en doctor Mier y Ocampo, con elegantes interiores estilo Luis XV, pero fue destruido por un incendio en 1960, aunque después fue rehabilitado para presenta a personajes del cine nacional como internacional.

En esos años surgieron otras salas como el cine Hidalgo, propiedad de don Ignacio Pérez, y el cine Nacional, que era propiedad de don Fidel Cuéllar, así­ como el autocine Serenata, una verdadera aventura por su lejaní­a del área urbana.

Así­, con al paso del tiempo, la modernidad avanzaba y amenaza con extinguir estos cine, al igual que las pequeñas salas de barrio, y aunque los grandes cines como el Cinema palacio, Alameda, América, Sami Continental, Juárez y Serenata, estaban en su apogeo, las grande cadenas como CInemex y Cinepolis, los acabaron y dieron paso a salas más pequeñas pero multifuncionales y muy modernas.

De las grandes salas la íºnica que se mantiene en pie es el Cinema Palacio, pero los demás, como el América, cedió su espacio a una tienda comercial, al igual que el cine Alameda, mientras que el Sami Continental le dio su espacio a un templo religioso; en tanto, el cine Juárez ubicado en Aldama y Venustiano Carranza, cedió su espacio a una tiendas comercial.

Para que las nuevas generaciones recuerden esta parte de la ciudad, dice don Raymundo que œse debe hacer un libro y que las autoridades federales, estatales y municipales se interesen en apoyar los diferentes aspectos de la cultura en Nuevo Laredo. Tenemos actores, poetas, escritores, bailarines y gente dedicada al arte que hay que apoyarlos para que sigan destacando, y dentro de ese proceso hacer conocer el origen de la ciudad, expresa.

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