Nunca imaginó William Clinton que una frase de marketing electoral “de la campaña de 1992 para la Presidencia de Estados Unidos- llegaría a ser tan manida a nivel global, tanto para lo político como para lo económico: œ¡Es la economía, estíºpido!.
Originalmente, James Carville, mentor del eslogan de impacto lo perfiló sin el verbo, pero al final acabó con dicha añadidura que después empezaría a ser utilizada por periodistas y analistas internacionales para referirse a la eterna crisis del petróleo y de sus profundos intereses regionales e internacionales.
Nació además en una época de cambio sin la Guerra Fría de por medio, con la URSS desmantelada, lo íºnico que turbaba el nervio geopolítico y por supuesto geoeconómico de la Unión Americana tenía que ver con su tirante relación con los principales países productores y exportadores de petróleo mundial.
Un grupo de ellos además ubicados estratégicamente en Medio Oriente, la obsesión de George Herbert Bush a lo largo de su mandato (Guerra del Golfo) contra el dictador iraquí Saddam Hussein terminaría siendo trasladada a su hijo George Walker Bush quien también, como presidente, puso en la mira al sátrapa a tal grado que, la Operación Libertad Iraquí en marzo de 2003 culminaría con Hussein derrocado y más adelante pasado por la horca.
Sobre de la mesa de los análisis de la Inteligencia estadounidense, la geopolítica del petróleo ha estado reiteradamente presente: después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, que dejó como consecuencia un nuevo orden mundial con dos fuerzas bipolares con fuerza de tracción entre sí, empezó una disputa en diversos órdenes ideológicos, políticos y militares en naciones con enormes reservas de petróleo.
A Estados Unidos varias veces le afectó al ritmo de expansión de su economía que el llamado oro negro fuese utilizado como un arma de guerra en su contra al manipular su producción-oferta y por ende, su precio en el mercado internacional.
Durante la década de 1970 varios países productores de petróleo sobre todo de Medio Oriente castigaron a la economía norteamericana aumentando el precio del barril tras reducir su producción; los petroprecios se usaron para presionar a Washington por su política de apoyo indiscutible hacia Israel.
Hay analistas que refieren que el resultado de aquella manipulación provocaría la inflación de Estados Unidos de la década de 1980 y la ralentización de la economía y un incremento en su endeudamiento.
A COLACIí“N
El dilema era claro: había que expandirse para ganar la Guerra Fría como la economía más fuerte, haciéndolo además sin volver a caer en la trampa de los petroprecios de las naciones árabes; de la lección de 1970, los asesores norteamericanos sacaron la conclusión que la íºnica forma de asegurar el predominio norteamericano por muchas más décadas y bajo cualquier circunstancia era contando con cuantiosas reservas de petróleo y produciendo más y más crudo.
Para obtenerlo o se invadía a un país productor líder o se llevaba una frenética carrera por obtenerlo adentro del territorio norteamericano¦ a mi juicio ambas cosas se han hecho: la caída de Hussein, con las tropas norteamericanas entrando hasta el íºltimo rincón de los palacios del otrora líder sanguinario, no solo abrió un paréntesis de inestabilidad política sino que representó el desembarco de las grandes petroleras estadounidenses en suelo iraquí.
Hasta la propia OPEP tiene una inmensa laguna de cuánto petróleo desapareció de suelo iraquí en esos largos años de ocupación norteamericana¦ cuántos barriles había antes en sus reservas y cuántos después al menos hasta la salida oficial de Estados Unidos en 2011.
Y segundo, el milagro surgió en la producción de hidrocarburos norteamericana gracias a una política energética agresiva en su exploración; el parteaguas ha sido el fracking y en el renglón del gas, el shale gas o de esquisto.
Nada más en su Reserva Estratégica de Petróleo (SPR), la nación norteamericana almacena 645 millones de barriles que puede disponerse siempre y cuando lo ordene el presidente para asegurar el abasto interno y evitar una descompensación en los petroprecios que termine afectando a la industria y por ende a los precios que pagan los consumidores¦ en suma a la inflación.
Y, ¡es el petróleo, estíºpido! En esta pandemia en la que todos deberíamos estar atentos a nuestra salud y a las consecuencias económicas de los confinamientos decretados en diversos países y ciudades del globo terráqueo, justo el petróleo nuevamente se ha colado como una variable desestabilizadora -todavía más- en medio de un clima enrarecido de reproches mutuos entre Washington y Beijing acerca del origen real del coronavirus.
La economía global se cae y está sobrando parte de la producción de los hidrocarburos, que se logre un acuerdo entre los países miembros de la OPEP junto con otras economías productoras para recortar el suministro diario en 9.7 millones de barriles diarios trae por el momento cierto efecto de contención pero se requerirá de una mayor proyección, al mediano plazo, porque los efectos reales de la recesión provocada por el virus de Wuhan no muestran su dimensión real.