“Falta una pieza del rompecabezas” del Covid-19, dice experto francés

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Rennes. ¿Cómo apareció el nuevo coronavirus y pasó luego del murciélago al hombre? “Falta una pieza del rompecabezas”, estima el investigador Meriadeg Le Gouil, coordinador en Francia de un proyecto de investigación sobre el origen de la pandemia.

“Nadie puede decir que entendió la emergencia de este virus”, subraya a la Afp este virólogo y ecólogo de la Universidad de Caen (oeste francés), miembro del Grupo de Investigación sobre la Adaptación Microbiana (GRAM).

“En este coronavirus hallamos trazas de varios virus que conocemos en el entorno salvaje. Salvo que no conocemos a los padres recientes, solo a sus primos”, explica este investigador, de 39 años, que excluye un “origen sintético” del virus, por ejemplo, en un laboratorio chino, como asegura Estados Unidos y niega Pekí­n.

Segíºn la gran mayorí­a de investigadores, el coronavirus fue transmitido al hombre por un animal. Cientí­ficos chinos señalaron un mercado de la ciudad de Wuhan, donde se habrí­an vendido animales salvajes vivos.

Mediante análisis genéticos, la ciencia pudo relacionar el SARS-CoV-2 con un virus estudiado en 2013 en un murciélago de Yunnan, en el sur de China, similar en un promedio de 96 por ciento.

Si bien una transmisión directa del murciélago al hombre es “posible”; sin embargo, no es la hipótesis más probable, segíºn este especialista de los coronavirus, puesto que se requieren contactos estrechos, numerosos y frecuentes para que un virus efectíºe un salto de especie.

“A menos que se descubra un tráfico absolutamente gigantesco de murciélagos en los íºltimos tres años”, puntualiza.

“La segunda opción serí­a la crí­a de otro animal salvaje”, que habrí­a servido de huésped intermediario entre el murciélago y el hombre, explica Le Gouil. “Falta una pieza del puzle”, que a lo mejor no es el pangolí­n, como sospechan algunos, sino el gato de algalia, afirma.

El investigador ya se encontró con este pequeño mamí­fero durante la epidemia provocada por otro coronavirus, el SARS de 2002, objeto de su tesis seis años más tarde.

¿El sospechoso ideal?

“El gato de algalia es como nuestro corzo (en Francia), un plato que se prepara para las grandes ocasiones”, ilustra. “Es un carní­voro cercano al perro y al gato (…) que frecuenta las cuevas, y que de vez en cuando se zampa un murciélago”.

La crí­a de este animal “se habí­a multiplicado por 50 en el lustro precedente al surgimiento del SRAS. Se trajo al gato de algalia capturado en el entorno salvaje a granjas” especí­ficas, “lo que favoreció el nacimiento de una variante del coronavirus, presente íºnicamente” en este segundo grupo, añade el investigador.

Hoy en dí­a, los cientí­ficos chinos “publican 10 artí­culos cientí­ficos diarios, pero ni una palabra sobre las granjas en la región. Es sorprendente para (un paí­s) sensibilizado en la emergencia de coronavirus”.

“Darí­a cualquier cosa para ir a tomar muestras en China de todos los tipos de granjas que existí­an en la región hace tres o cuatro meses”.

El proyecto de investigación Discover que coordina tiene como objeto remontar la pista del SARS-CoV-2, estudiando la prevalencia, diversidad y evolución de los coronavirus en distintas especies en el norte de Laos y de Tailandia.

“El objetivo no es forzosamente hallar la pieza que falta, que a lo mejor ya desapareció. Pero contaremos con indicios y un puñado de argumentos para comprender mejor qué pasó”. “Al menos, tendremos una muy buena visión de lo que sucedió justo antes”.

También se trata de “detectar las prácticas peligrosas” para la salud, como la crí­a de gatos de algalia.

“Es evidente que hay un ví­nculo entre el desborde de la actividad humana sobre la vida salvaje, la manera en que interactuamos con la naturaleza y la emergencia de patógenos”, afirma.

“Vemos claramente la relación entre la salud de los ecosistemas y la salud humana”.

FUENTE
https://www.jornada.com.mx

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