Trump mete las manos en el BID

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            En plena pandemia, la renovación de los cargos de liderazgo de varios organismos internacionales es todavía más delicada que nunca debido al daño provocado en el tejido empresarial, económico, productivo y socioeconómico a nivel global.

            Los efectos del SARS-CoV-2 tendrán una temporalidad, tarde o temprano pasarán, y habrá que reorganizar y gestionar con eficiencia la rehabilitación de los daños y la reconstrucción del mundo poscoronavirus.

            Y si la vacuna en sí misma también obedece a una geopolítica, lo hace en la misma tesitura el nombramiento de los nuevos cargos en los organismos internacionales con vencimientos en su directiva.

            No son tiempos convencionales, los viejos esquemas están muriendo, mientras la lucha entre el eje  de Occidente y Oriente  acelera, los primeros intentan ser desplazados y los segundos, pisan el acelerador para hacerse con el control de la nueva era.

            Los organismos internacionales hace tiempo viven sus propias presiones externas, principalmente de Washington, la Casa Blanca quiere una serie de reformas que garanticen la supervivencia equilibrada del multilateralismo, mientras tanto amenaza con enrocarse en el unilateralismo.

            El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, nuevamente candidato al Nobel de la Paz (esta vez no por Corea del Norte sino por el plan de reconciliación de Israel con la región de Medio Oriente) ha metido la mano entera en el más reciente nombramiento del presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

            Mauricio Claver-Carone, exasesor para las Américas de la Casa Blanca, es el alfil de Trump al frente del BID, en  60 años de existencia del organismo nunca lo había dirigido un estadounidense, de forma tradicional lo encabezaba un latinoamericano.

            Esta vez ha sido inusual, como todo lo está siendo… raro y fuera de contexto; es la primera vez que un estadounidense lo preside eso sí ante el descontento de la mitad de los países latinoamericanos.

            Trump se ha salido con la suya como está aconteciendo con la mayor parte de los organismos internacionales, básicamente porque Estados Unidos es el principal país financiador; por ende, la Casa Blanca presiona con cortar el financiamiento y las aportaciones si no se cede ante su pliego petitorio.

            Al mandatario, en campaña, no le gusta ningún organismo: ni la OMC, ni la OMS, ni el FMI, ni la ONU que el próximo mes cumplirá 75 años de existencia; ni la UNESCO, ni la Corte Penal Internacional o la Organización Mundial de Turismo y ni siquiera la OTAN.

            Su intención es crear un revulsivo que beneficie sobre todo a los intereses hegemónicos norteamericanos contra el fortalecimiento de China y el resurgimiento de Rusia.

A COLACIÓN

            Durante varias décadas, el BID ha jugado un papel relevante como ente financiador de 48 países miembros, los ha apoyado en todo tipo de proyectos muchos relacionados con el desarrollo.

            Claver-Carone, su perfil, abre un velo de incertidumbre acerca de si actuara con imparcialidad al frente del BID ante países como Colombia, Nicaragua, Bolivia, Venezuela o Cuba.

            El exasesor de Trump, de 45 años, nacido en Florida es un conocido anticastrista, se ha opuesto al acercamiento del anterior presidente Barack Obama con Cuba; el temor es que ahora pueda usar esa misma postura al frente del BID.

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