España desnuda ante una magna crisis

De las economías avanzadas, España sufrirá la mayor contracción en su PIB en 2020, se trata de la nación que peor lo ha hecho en medio de la pandemia con consecuencias severamente visibles en su tejido socioeconómico.

            Hace unos días, el Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió que sus proyecciones siguen estimando una caída superior al 12% y las ubica cercanas al 12.8%; aunque todo dependerá de la recta final del año y de la gestión de la segunda ola del coronavirus.

            A decir verdad, el país ibérico confronta una magna crisis formada de muchos otros cismas: en lo económico, en lo político, en lo social y en lo sanitario.

            La tormenta perfecta en un cuadrángulo desastroso que además está retroalimentándose constantemente en la medida en que son demoradas muchas decisiones, que tanto los sectores productivos, como sociales requieren urgentemente.

            La pandemia no ha unido fuerzas ni esfuerzos en España, todo lo contrario se ha aprovechado, segundo a segundo, para politizar al virus sin importar siquiera el sufrimiento de la gente y las enormes pérdidas en vidas humanas.

            Muchos ancianos han fallecido solos, abandonados en residencias, públicas y privadas;  hay una especie de sociedad indolora que está pensando en todo el dinero que la Seguridad Social dejará de pagar en materia de pensiones y jubilaciones.

            Mientras la crisis económica golpea  a los sectores medulares como el turismo principalmente, los reclamos de  los empresarios siguen sin ser escuchados desde hace meses cuando esta vorágine maldita desató sin control.

            No pedían más que lo justo, lo necesario para no sucumbir, lo que en otros países como Alemania pusieron en marcha inmediatamente para ayudar a su núcleo productivo: rebajas e incentivos fiscales más ayudas y subsidios.

            España no lo hizo, es más ha dejado caer a sus empresarios, no solo abrió demasiado pronto sus fronteras sino que continuó arriesgando muchas vidas creyendo que podría salvar la temporada estival de turismo sin siquiera tener controles dignos y responsables en los aeropuertos.

            Ni salvó la temporada, pero si se ha vuelto a meter demasiado pronto en la segunda ola del coronavirus, dejando nuevamente a la población indefensa con centros de atención primaria que solo atienden por teléfono, provocando con ello que la gente acuda a saturar urgencias de  los hospitales por una diarrea o un cólico.

A COLÁCIÓN

La reciente disputa entre el gobierno central, léase el ministro de Sanidad, Salvador Illa y la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso por el control de la transmisión comunitaria en la capital es solo muestra de la politización de la urgencia sanitaria. Mientras unos dicen blanco, otros reviran que es negro.

            Cataluña se verá abocada a elecciones tras la inhabilitación de su presidente, Quim Torra, por el Tribunal Supremo en momentos en que los presos catalanes del Procés –un total de nueve- recibirán  pronto el indulto por el gobierno del socialista Pedro Sánchez.

            Es curioso: mientras el ciudadano de a pie está preocupado por su vida, su salud y su economía, el gobierno actúa aprovechando  esta distracción para ocuparse de sus acuerdos políticos sin más alharaca que la mostrada por la oposición.

            Con el otoño e invierno encima, la gente teme un colapso sanitario combinado por la epidemia de la gripe estacional y la pandemia del coronavirus; el tiempo que España lleva luchando contra el Covid-19 han habido 151 mil 155 hospitalizados por el virus; el año pasado, la campaña de la gripe (otoño e invierno) dejó 55 mil ingresados, es decir, que el  coronavirus ha triplicado casi en el mismo tiempo la tasa de enfermos internados. Aunque no podemos obviar que el período de hospitalización es todavía más largo, de media, tres semanas. Francamente, no sé cómo España, podrá hacer frente a lo que se le viene encima en cuestión de días…

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