Ojalá que nunca se olvide

Para que nunca se olviden las famosas olimpiadas, mandó matar el gobierno cuatrocientos camaradas. Ay plaza de Tlatelolco, cómo me duelen tus balas, cuatrocientas esperanzas, a traición acribilladas. A pesar de estar tan lejos, se escuchó aquí la metralla, de aquellos valientes sicarios que mataban por la espalda. La Virgen de Guadalupe conoció a los asesinos, aunque le enciendan velitas, ella está con los caídos. Más o menos eso cantaba el célebre Óscar Chávez (+) en teatros y plazas donde hizo la crónica artística del movimiento estudiantil y popular para que nunca se olvide. (¡Dos de octubre no se olvida!) Con el apoyo de estudiantes de las licenciaturas en Sociología y en Historia y Gestión del Patrimonio Cultural que se imparten en la UAM de Ciencias, Educación y Humanidades de la UAT compartimos los siguientes párrafos.

ARELY MATA Ramírez apuntó: En 1968 México estaba gobernado por el Partido Revolucionario Institucional. Gustavo Díaz Ordaz ocupaba la presidencia de la República. Bajo su mandato, el país marchaba bien: una economía creciente con relativa paz social. En 1968 surgieron varios movimientos y manifestaciones antiautoritarias en el mundo. Por ejemplo, en Francia ocurrió el llamado mayo del 68, que consistió en protestas conjuntas entre estudiantes y trabajadores. En México se gestionó un movimiento estudiantil, el cual surgió a finales de julio de 1968, cuando la UNAM y el IPN formaron un frente común, que incluía a la mayoría de las escuelas de nivel superior del país, con demandas de democratización y a favor de los derechos civiles.

El movimiento se originó a partir de la represión e intervención militar y policial en instituciones educativas. Ante ello, se formó el Consejo Nacional de Huelga (CNH) para coordinar las protestas de estudiantes y académicos afines al movimiento. El dos de octubre de 1968, el movimiento estudiantil realizó un mitin, luego de que un día antes el Ejército desocupara la Ciudad Universitaria de la UNAM, a la que había ingresado desde el 18 de septiembre anterior. El mitin de la Plaza de la Tres Culturas se realizó tan solo 10 días antes de que se inauguraran los Juegos Olímpicos de México, por los cuales la ciudad y el país serían el centro de atención de los medios del mundo.

¿Qué pedían los estudiantes del 68? Libertad de todos los presos políticos. Es decir, de los estudiantes y activistas detenidos por manifestarse. Derogación del artículo 145 del Código Penal Federal. Ese artículo regulaba los delitos de disolución social, que se entendían como la difusión de ideas que perturben el orden público o afecten la soberanía nacional. Desaparición del cuerpo de granaderos. Este grupo policial participó en varios actos de represión estudiantil previos al dos de octubre. Destitución de los jefes policiacos Luis Cueto y Raúl Mendiolea. En 1968, eran respectivamente el jefe y el subjefe de la policía capitalina y quienes habían tenido roces con los estudiantes en varias ocasiones. Indemnización a las víctimas de los actos represivos. Antes de la masacre de Tlatelolco, ocurrieron varios enfrentamientos que dejaron estudiantes muertos. Deslinde de responsabilidades de los funcionarios involucrados en actos de violencia contra los estudiantes y establecer un diálogo público.

EDUARDO JOSÉ Rojas Laureano afirma que la sociedad mexicana en ese tiempo era conservadora dentro y fuera de la familia, plagada de ansiedad y culpas, estaba dominada por un mundo de adultos que decían no entender a una juventud cada vez más numerosa. (Anel Rodríguez Kuri). Gilberto Guevara Niebla recuerda que en esa década en la que el ejército reprimió varias huelgas universitarias y otros movimientos sociales, en México operaba de facto un estado autoritario que no toleraba la disidencia política. No había libertad de expresión ni medios de comunicación independientes. “Los jóvenes vivían muy reprimidos. En los hogares imperaba la autoridad del padre. La familia era muy opresiva y la sociedad muy represiva, sobre todo el aspecto sexual, aunque esto comenzaba a cambiar con la llegada de la píldora anticonceptiva.”

La violenta represión con que las fuerzas armadas disolvieron el mitin pacífico que se realizaba en Tlatelolco la tarde del dos de octubre de 1968 marcó un punto de quiebre en la historia reciente del país y detonó a la postre una cascada de transformaciones políticas y sociales. Sin embargo, a decir de varios estudiosos del tema, esa fecha debe verse como parte de un movimiento en busca de libertades civiles que comenzó a gestionarse meses e incluso años atrás en un contexto social complejo, donde había inconformidad y represión (se registraron más de 50 movimientos estudiantiles en el mundo). Eugenia Allier reconoce que su gran influencia en las generaciones posteriores puede apreciarse en la vida de muchos que participaban en esos sucesos y que después fueron ampliamente reconocidos como líderes o impulsores en siete grandes áreas de actividad: feminismo, sindicalismo, movimientos de liberación gay, levantamientos armados, creación de nuevos partidos.

BIANCA SUGEY Hernández Sánchez afirmó que el conflicto inició el 22 de julio de 1968, cuando fuerzas de seguridad intervinieron en un enfrentamiento entre estudiantes de preparatoria. Hubo varios detenidos, los uniformados tomaron la Vocacional cinco y se registró uso excesivo de la fuerza contra los jóvenes. Días después, del 26 al 29 de julio, varias escuelas entraron en paro de labores y estudiantes del IPN convocaron a una marcha para protestar contra la reacción de las autoridades y exigir más democracia; a la marcha se sumaron alumnos de la UNAM y de la Universidad de Chapingo. Y una vez más, el gobierno mandó policías para controlarlos.

Para ese momento, México se preparaba para ser sede de los Juegos Olímpicos —que se celebraron del 12 al 27 de octubre—, por lo que al gobierno del priista Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) le preocupaba que un conflicto estudiantil dañara la imagen del país. Para entonces ya también había surgido el Consejo Nacional de Huelga (CNH), conformado por estudiantes de la UNAM, del IPN y de otras universidades. Posteriormente se sumaron profesores, padres de familia, activistas políticos, intelectuales, obreros y ciudadanos, quienes consideraban que las autoridades limitaban la libertad de expresión y acción de la sociedad. Entre las demandas concretas estaba la destitución de jefes de policía, la desaparición de grupos de choque y la eliminación del delito de “disolución social”, con el que se justificaban detenciones arbitrarias.

El 27 de agosto, estudiantes que protestaban en el Zócalo capitalino decidieron bajar la bandera nacional y colocar una pequeña bandera rojinegra. Para la madrugada del día 28, tanques del Ejército salieron de Palacio Nacional para dispersar a los manifestantes. El 13 de septiembre, cientos de estudiantes marcharon por la Ciudad de México con pañuelos en la boca como un mensaje para que la policía no pusiera de pretexto la provocación de los manifestantes para reprimirlos. El acto fue nombrado “La marcha del silencio”. El 18 de septiembre, elementos del Ejército tomaron Ciudad Universitaria, el principal campus de la UNAM. Según un recuento de la revista Nexos , las autoridades justificaron la decisión con el argumento de que había edificios “ocupados ilegalmente por grupos extrauniversitarios ajenos a fines académicos”. Consultando textos y publicaciones de hace 52 años, los universitarios sintetizaron los hechos.

La Cámara de Diputados, entonces dirigida por Luis Marcelino Farías, había acusado al rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, de dirigir el movimiento estudiantil contra el gobierno. Barros Sierra presentó su renuncia, pero no fue aceptada; el 25 de septiembre, la Junta de Gobierno de la UNAM le pidió expresamente permanecer al frente de la universidad. Para el dos de octubre se convocó a un mitin en la Plaza de las Tres Culturas. Cientos de estudiantes se dieron cita en Tlatelolco. Mientras esto ocurría, el Ejército vigilaba que no hubiera disturbios. Cerca de las seis de la tarde, casi finalizado el acto, un helicóptero sobrevoló la plaza y disparó luces de bengala, lo que se ha interpretado como señal para que los francotiradores del Batallón Olimpia ubicados en el edificio Chihuahua abrieran fuego en contra de los manifestantes.

Entonces comenzaron los intentos de los jóvenes por huir y la confusión. Distintos testimonios señalan que algunos vecinos abrieron las puertas de sus departamentos para resguardar a los muchachos, aunque los militares iniciaron cateos y detenciones que se prolongaron hasta las primeras horas del tres de octubre. El número de víctimas sigue sin estar claro, al igual que el de heridos y detenidos. Algunas estimaciones señalan que hubo 700 lesionados y más de 5,000 aprehendidos. En los días siguientes, mientras las autoridades intentaban justificar la actuación militar, bajo argumentos como que había estudiantes armados, también se registraron protestas hacia el gobierno. El escritor Octavio Paz, por ejemplo, renunció a la embajada de México en India.

A la par, algunos líderes estudiantiles mantuvieron contacto con representantes del gobierno y, según el recuento de Nexos, informaron a sus compañeros que el Ejecutivo tenía intención de cerrar las instituciones públicas de educación superior. El sábado 12 de octubre, el presidente Díaz Ordaz inauguró los Juegos Olímpicos. En ese momento, un grupo de manifestantes lanzó sobre el palco presidencial un papalote de color negro en forma de paloma, en repudio por la matanza del dos de octubre. En noviembre se realizó un acto luctuoso en honor a las víctimas y, para el cuatro de diciembre, los estudiantes regresaron a clases. A partir de entonces, lo ocurrido el dos de octubre se convirtió en un hecho emblemático del México de segunda mitad del siglo XX, en un tema que unió a diversos opositores al gobierno, y en punto de partida de las reformas políticas que eliminaron el delito de “disolución social”, abrieron el régimen a la pluralidad y, a la larga, permitieron más participación social en la vida pública.

VICTORIA CHÁVEZ Perales agregó: El movimiento estudiantil de 1968 fue un movimiento social donde aparte de la participación de estudiantes, participaron profesores, intelectuales, amas de amas de casa, obreros y profesionistas en la Ciudad de México. Este conflicto dio inicio el 22 de julio con una pelea entre estudiantes de la Vocacional dos y de la preparatoria particular Isaac Ochoterena, en la Ciudadela, lo que puso de manifiesto la rivalidad entre el Instituto Politécnico Nacional y las preparatorias incorporadas a la Universidad Nacional Autónoma de México. Ese mismo año el 12 de octubre del 68 iniciarían los juegos olímpicos que se llevarían a cabo en la ciudad de México. Los anuncios luminosos mostraban los aros olímpicos muy junto a la paloma de la paz, mientras cientos de estudiantes eran detenidos, golpeados, vejados, encarcelados y en muchas ocasiones asesinados y/o simplemente desaparecidos.

La tarde del dos de octubre un día después de la salida del ejército de los campus de la UNAM y del IPN, miles de personas estudiantes y trabajadores, muchos de ellos con sus esposas e hijos, se reunieron en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. En esta manifestación se infiltro el Batallón Olimpia; iban vestidos de civiles con un guante blanco en la mano izquierda, quienes se dirigieron al edificio “Chihuahua” donde se encontraban los oradores del movimiento y varios periodistas, pero cuando los líderes del movimiento estudiantil conminaban a los asistentes a dispersarse pacíficamente y sin caer en provocaciones, los hombres de guante blanco, hicieron que los oradores se tiraran al suelo, aproximadamente eran las 6:20 pm, cuando unos helicópteros vigilaban a la multitud desde el aire, es entonces cuando aparecieron unas luces de bengala.

Los francotiradores del Batallón Olimpia apostados en el edificio “Chihuahua” abrieron fuego en contra de los manifestantes y militares que resguardaban el lugar, y en ese preciso momento empezó la balacera, esto último fue una estrategia de este grupo paramilitar creado por el gobierno mexicano para infiltrarse y detener a los manifestantes y hacer creer que los estudiantes eran los agresores. Los militares en su intento de defenderse, repelieron “la agresión de los Estudiantes”, pero ante la confusión, los disparos no fueron dirigidos contra sus  agresores, sino hacia la multitud de manifestantes que se encontraban en la plaza de Tlatelolco, en breve una masa de cuerpos cubría toda la superficie de la plaza. Muchos manifestantes escaparon del tiroteo, escondiéndose en algunos  departamentos de los edificios aledaños.

LOURDES NOHELIA Meléndez Barroso apuntó: El genocidio se cometió en contra de una manifestación pacífica por el Ejército Mexicano y el grupo paramilitar Batallón Olimpia fraguada por el gobierno mexicano en contra del CNH, órgano directriz del movimiento. El rector Barros Sierra izó la bandera nacional a media asta en señal de luto por los hechos acontecidos días anteriores, el primero de agosto el rector encabezó una manifestación desde CU por avenida Insurgentes, Félix Cuevas, avenida Coyoacán y regresó por la avenida de la Universidad donde inicio, concluyendo con un mensaje, en el que manifiesta su inconformidad por los hechos suscitados en los enfrentamientos; al día siguiente fue creado el Consejo Nacional de Huelga, formado por estudiantes y maestros de la UNAM, el IPN, las escuelas normales, El Colegio de México, Chapingo, la Universidad Iberoamericana, el colegio La Salle, y algunas universidades estatales.

Para el cuatro de agosto, el movimiento estudiantil ya había elaborado un pliego petitorio que invalidaba el de la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (FNET), y contenía los siguientes puntos: Libertad a los presos políticos. Derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal Federal. (Instituían el delito de disolución social y sirvieron de instrumento jurídico para la agresión sufrida por los estudiantes). Desaparición del Cuerpo de Granaderos. Destitución de los jefes policíacos. Indemnización a los familiares de todos los muertos y heridos desde el inicio del conflicto. Deslindamiento de responsabilidades de los funcionarios culpables de los hechos sangrientos. Testigos de los hechos aseguran que los cuerpos fueron sacados en camiones de basura, los medios de difusión de todo el mundo publicaron la noticia de que se había registrado el choque más sangriento entre los estudiantes y tropas del gobierno.

PARA COMPRENDER mejor los hechos de 1968 en la plaza de las Tres Culturas sigue siendo recomendable la lectura de La noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska, además, el columnista recomienda las películas Rojo amanecer (con actuaciones de María Rojo y Héctor Bonilla, entre otros destacados actores) y Verano del 68 con la actuación estelar de Casandra Ciangherotti y Juan Manuel Bernal. Con excepciones, la gran prensa de la época se puso del lado de Gustavo Díaz Ordaz y sus cómplices.

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