Reynosa, Tamps.-Llegó procedente de Valle Hermoso Tamaulipas hace más de 40 años a Reynosa, pero hace una década cobró auge, aunque nadie lo conoce, al menos es estimado y respetado por aquellos que ocasionalmente o con frecuencia lo tratan y su trabajo vaya que vale la pena, pues es el encargado de cuidar el altar dedicado a la Santa Muerte y que se encuentra a unos minutos de la ciudad por la carretera Ribereña.
Santiago Vásquez Hernández (qepd), es ya un hombre de edad y su tiempo lo ocupa en limpiar y atender a los visitantes de tan peculiar centro de culto y adoración, pues no se trata de santos ni nada por el estilo, es la preservación de un culto que no es aceptado oficialmente por la Iglesia y tampoco por las autoridades de seguridad: La Santa Muerte.
“LA MUERTE ME PERSIGUIO POR AÑOS”
Don Santiago, acepta la petición de una entrevista y antes de proceder a la misma se lava las manos y asea un poco, interrumpiendo su labor de guardián de su propia obra que dice fue iniciada hace apenas tres años y su fuente de inspiración provino de acercamientos e incluso una visión personal de la Muerte.
“Desde los 20 años me estaba siguiendo y rondando, no sé por qué, pero en varias ocasiones tuve acercamientos con ella ( La Muerte ), luego en una ocasión mire su silueta, fue como una revelación y comprendí que lo que ella deseaba era un espacio en donde se le pudiera rendir culto”, explica.
Recurrió al uso de un terreno pedregoso e inhóspito a un costado de la “Virgen del Murillo” que también desde hace muchos años recibe adoración de la feligresía católica, de forma improvisada se acondicionó el altar y de inmediato comenzaron a llegar los fieles de la Santísima Muerte.
Imágenes, cuadros, figuras de todos tamaños, se multiplicaron entre las piedras y rincones accesibles, hasta convertirse en un altar que no le envidia nada a otros de corte católico, aquí la reverencia se ofrece en honor de la Muerte , representada en todas las características conocidas.
POBRES, POLICIAS, RICOS, POLITICOS, TODOS VIENEN A PEDIRLE
Igual que la religión que discrimina estratos sociales ni clases, el culto a la Muerte es incluyente, democrático y equitativo, pobres, policías, tránsitos, gentes adineradas y hasta políticos han venido hasta aquí a pedir favor y protección a la Muerte , se le hace oración, enciende veladora de variados colores que representan las necesidades del solicitantes: Blancas para agradecer el favor atendido, Amarillas pidiendo dinero y bonanza, Rojas para el amor, Azules para los negocios, Negras para problemas graves o de difícil solución y de los Siete Colores para recibir toda la protección y beneficios.
Se colocan imágenes o esculturas de todo tamaño, es costumbre dejarle fruta, alcohol, cigarros encendidos y dinero, para que en los favores que se le piden a “La Niña Blanca” nunca falte al fiel creyente de este culto.
“Viene mucha gente, algunos platican conmigo, pero otros llegan en sus trocas del año, compran y ponen sus velas, se arrinconan en los altares elegidos, piden sus favores o pagan mandas, y se van sin decir palabra”, afirma Don Santiago.
Algunos nichos o espacios de adoración ofrecen referencia de haber recibido la visita de fieles, a los pies de la Muerte se observan cigarrillos, cerveza, botellas de vino, dinero y toda clase de alimentos para congraciarse con la Muerte.
“No tengo miedo de estar aquí, nadie me ha hecho nada, han querido robarme las velas, pero les digo que no se llevaran nada y luego como en una vez, se fueron huyendo despavoridos, pues se me hace que ella ( La Muerte ) los asustó, ella me cuida y me protege, pues yo hago lo que ella me dice, en las noches cuando estoy dormido, siento que se pasea entre los altares que le han dedicado, y parece sentirse satisfecha, pues siento su presencia, no la he visto, pero siento la presencia que se pasea”, afirma.