Dos tendencias han caminado en paralelo durante los últimos años. Por un lado la comida real y de proximidad, en un giro hacia la sostenibilidad ambiental y económica que promueve el comercio local o los productos frescos. Y por otro, productos veganos cada vez más sintéticos y ultraprocesados, en un contexto de crecimiento económico exponencial: a seis años vista, se espera que la venta de productos veganos alcance los $24.000 millones de beneficios. Una revolución, pero no de comida saludable.

Más cuota. La expansión del veganismo ha impulsado la producción de sucedáneos vegetales que imitan los alimentos estrella procedentes de los animales. Comida rápida y basura, pero vegana. En 2017, el 6% de los estadounidenses ya se declaraban veganos, lo que supuso un crecimiento del 500% respecto a las cifras de 2014. Durante los últimos años la demanda de menús veganos en la restauración ha aumentado un 987%. Un nicho que la industria de la alimentación está sabiendo interpretar.

Lo de siempre. Como ha sucedido en otras áreas de la alimentación, la producción de alimentos veganos resulta especialmente rentable si para su fabricación se utilizan ingredientes de bajo valor nutricional o materias primas baratas. Y esta es la dirección hacia la que avanza una industria cada vez más centrada en replicar la textura y el sabor de la hamburguesa de carne, por más que sus ingredientes estén más relacionados con un diseño de laboratorio que con productos naturales.

Ultraprocesados como la “carne falsa” suelen elaborarse a partir de extracto de proteínas, almidones o aceites vegetales. No muy saludables.

Fuente: magnet.xataka.com

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