Popularidad en picada

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Hace unos días atrás al presidente francés, Emmanuel Macron, durante una visita a una exposición gastronómica en Lyon, le aventaron un huevo por la espalda al grito de viva la revolución. Al galo, los baños de pueblo le sientan fatal ya es la segunda vez que le increpan violentamente en público: en junio pasado, un hombre le salió al paso mientras saludaba a la gente y le propinó una fuerte bofetada.

Macron no las tiene todas consigo ha llevado un ejercicio de mandato bastante complicado salpicado por crisis internas y por su incapacidad para reflotar la relación de Francia con Estados Unidos.

El tema migratorio, el incremento de la inseguridad, el riesgo de terrorismo yihadista aunado al golpe de la pandemia en el terreno de lo económico y lo social han puesto la guindilla a una población ya anteriormente castigada.

Antes de la pandemia, las protestas de cada fin de semana marcaban una constante, un pulso en las calles versus las políticas de ajustes de precios (como los combustibles) con los chalecos amarillos liderando el clamor contra el Elíseo.

Ahora, en medio de la pandemia, las protestas tampoco cejan y esta vez se mezclan todo tipo de personas para condenar la obligatoriedad de las vacunas en ciertos sectores productivos o bien para realizar determinadas actividades en Francia; las sanciones –por no hacerlo– van desde la suspensión temporal del trabajo hasta la suspensión del sueldo.

A las elecciones en abril próximo, Macron llegará desinflado, su actual índice de popularidad orbita en torno al 39% es más en junio pasado se dejó 3 puntos; ha pasado de ser la sorpresa política para convertirse en un persona predecible.

En lo internacional, su mala relación con el anterior presidente estadounidense, Donald Trump, no logró mejor a pesar de que el mandatario galo se afanó en convencer al pelirrubio de las bondades del Acuerdo de París a favor del clima o de la importancia de llevarse bien con los socios trasatlánticos.

Lo cierto es que no pudo con Trump y su obcecación. Y con el presidente Joe Biden, Francia acaba de recibir su primer desprecio tras la alianza de defensa en el Indo-Pacífico que la Casa Blanca recién auspició con Australia, Reino Unido y Estados Unidos (AUKUS) y que se llevó por delante el acuerdo entre Australia y Francia para suministrarle 12 submarinos por un valor de 56 mil millones de dólares.

El desaguisado ha costado una crisis diplomática entre Francia, Australia y Estados Unidos que deja muy mal parado a Macron porque sigue dando la imagen de ser constantemente ninguneado desde Washington; ya lo hizo varias veces Trump y sorprendentemente, Biden tampoco lo toma en cuenta.

A COLACIÓN

Otro que va quemando su popularidad, como si fuese humo de cigarrillo, es precisamente Biden que entró a la Casa Blanca en enero de este año con una aprobación del 60% y tras varios traspiés (y no precisamente en la escalerilla del Air Force One) ha visto caer de forma rápida y estrepitosa su nivel de aprobación.

Es más si hoy hubiese elecciones en Estados Unidos, Trump sería el ganador. Tras la penosa salida de las tropas norteamericanas de Afganistán y el desastre propiciado días antes con la población afgana y las tropas aliadas, a Biden la aceptación se le ha desplomado al 47.8 por ciento.

Y repito, y cayendo… porque ahora con la incapacidad para negociar el presupuesto de 2022, la ampliación del techo del gasto y la aprobación del billonario plan de estímulos, si se cumple la parálisis del Gobierno Federal, el presidente podría terminar recogiendo su popularidad del suelo.

A los demócratas no le están saliendo bien las cosas ya hay voces que inclusive empiezan a preguntar, ¿dónde está la vicepresidenta Kamala Harris, en las horas difíciles para apuntalar al presidente?

La que se va con la popularidad intacta, es doña Angela Merkel, la canciller de Alemania que, tras 16 años en el poder, ha conservado su nivel de aprobación en el 66% todo un logro… ella es incluso mejor valorada que todos los candidatos que se presentaron a las pasadas elecciones generales. La mejor cualidad de Merkel es que ha tratado de ser siempre coherente en la vida pública y en la vida privada y la gente lo ha percibido de esta manera.

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